Miércoles 1 de Septiembre
Pactado el contubernio de la noche anterior y cuando pensaba que tendría abundante compañiá para peregrinar, de nuevo me pongo en marcha en absoluta soledad, todavía deseada. A las siete y treinta en punto comienzo a sentir los pies y a las ocho treinta me encuentro a la altura de la parrillada Alonso de tan grato recuerdo. Ana y Mar están acabando de desayunar. Les recuerdo que peregrinar sin mochila, como bailar de lejos, no es peregrinar. Sonríen sin remordimiento alguno y parten ligeras.
La mujer me recibe amablemente al reconocerme de la noche anterior y me ofrece unas tostadas con mantequilla, un zumo de naranja y un café con leche. Noto en mi cuerpo un cambio preocupante. No tengo hambre. Me hago cargo solamente de una tostada, eso sí del tamaño de un libro, y a cambio pido otro zumo. Sí tengo sed.
Esta etapa transcurre en gran parte por carretera. Al salir de desayunar, de nuevo me cambio los calcetines y me embadurno los pies y tomo la carretera N-525 arriba. Detrás, a lo lejos veo llegar a Pepe y a Raquel, su hija de 17 años que viene algo rezagada. Continúo por la nacional 525, por un despiste mío y dos horas más tarde, a 4 de Lalín, de nuevo busco el camino. He dado un rodeo de 2,5 kilómetros por no visualizar las señales. Y lo que es peor, recibo las chanzas de los usuarios del bar en donde me paro a beber agua preguntándome si no llevo GPS. Debería haberme desviado por Xesta en lugar de seguir por la nacional. Ahora he de buscar Botos. Lo encuentro 3 kilómetros más adelante y me percato de por donde discurre el Camino al divisar a lo lejos la figura encorbada de Pepe seguida a distancia por la de Raquel, que apenas puede seguir el paso. Emprendo camino y consigo alcanzar a Raquel que parece muy cansada. Intento acompañarla un trecho, pero me pide que siga y es lo mejor para ambos. Cada peregrino ha de encontrar su camino y su ritmo. Alcanzo también a Pepe y después de intercambiar saludos continúo camino ya que él espera a Raquel. Poco más que decir de esta jornada, que resultó tan dura como las demás. A la una de la tarde estaba entrando en el albergue de Bendoiro. Soy el primero en llegar. Cuatro horas y media para 18 km aproximadamente, ya que he rodeado. Cuatro kilómetros a la hora. Voy mejorando.
Albergue de peregrinos de Bendoiro
Lamento no poder cargar mis propias fotos, pero las he tirado con tal calidad que no bajan
La encargada me recibe, me registra (en el libro registro), me enseña el albergue que encuentro muy completo, con sala de lectura, sala de estar, cocina y lavadero. Un hotelito, vamos.
La mujer ha de irse a comer y me deja al cargo de la recepción de los peregrinos que lleguen en su ausencia. No reclamo emolumentos por el trabajo.
Cuarenta y cinco minutos más tarde llegan Pepe y Raquel, les acomodo y me voy a la ducha y a comer.
Sobre las cuatro de la tarde, cuando estábamos descansando, veo entrar por la puerta dos metros de peregrino con un niño de aproximadamente doce años y una joven de 17. Son Manolo, Antía y Matías, padre e hijos.
Hacemos planes para la cena, ya que la mayoría de los peregrinos que van llegando no han podido comer caliente. Muy cerca hay un restaurante que, al igual que sucedía en Dozón, presta servicio de transporte.
Mientras parlamentamos, cae una tormenta que da gloria verla desde dentro. Todos pensamos en lo mismo: fresco para el día siguiente. Ha sido breve pero intensa, de tal modo que nos deja sin luz un buen rato, perdiendo incluso momentáneamente la cobertura de móvil.
Descansamos un rato más hasta que nos avisan de que el transporte está a la puerta. Manolo, Antía, Matías y yo, nos embarcamos al mismo tiempo, acompañándonos Miguel y Carmen que hasta ese momento no sabíamos de ellos. Ambos son de Valencia y coincidieron en el Camino que hicieron juntos hasta el albergue.
Manolo,Antía, Carmen y Matías
Foto cedida por David
Mansamente llegó la hora de partir hacia el albergue ya que al día siguiente nos esperaba una etapa dura en extremo, con 34 kilómetros.
Pagamos, salimos, nos acostamos y dormimos, a pesar de la música de viento que salía del ciclista que había ocupado la litera justo encima de mí. Nunca ví caso igual de celeridad. Subió las escalerillas, se sentó en la cama, se arropó y os juro que aún sin haber tocado en el colchón ya estaba roncando!
Nunca sospeché, oyendo al vecino, que al día siguiente disfrutase de tan excitante jornada. Santiago nos recompensaría con una tarde inolvidable. Y es que se dieron todas las circunstancias propias para que después del sufrimiento disfrutásemos de la naturaleza domesticada.
¿Será por naturaleza el hombre algo masoquista?
Orense a tantos de tantos del Año Santo.
Un gusto pasar por tu espacio.
ResponderEliminarUn abrazo
Con mis
Saludos fraternos de siempre...
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ResponderEliminarLeyéndote y viendo las fotos de los paisajes y albergues, dan ganas de estar ahí, claro que con tu labia para narrar, no es extraño, ya estamos esperando con ansia la próxima etapa, obviamente es muy fácil desearlo mientras estamos bien apoltronados en casa, aunque cada vez que te pones pomada en los píes, me duelen los míos y se me quitan las ganas, me da a mí, que a todos tus lectores les duelen también.
ResponderEliminarEsta etapa me ha gustado menos,prefiero caminar por el campo,en vez carretera y faltan paisajes y pueblecitos..Bueno pero pasa nada,seguimos caminando.
ResponderEliminarQuerido amigo es intensa su jornada, cada palabra la disfruto no tanto como lo debieron de disfrutar sus pies...Le dejo mis saludos de los miércoles, acá todo es fiesta, color,música por supuesto que ranchera, festejamos nuestra independencia no como quisieramos porque lamentablemente ahora estamos en manos del narcotrafico y de toda la delincuencia...Esta noche en punto de las once gritaremos ¡VIVA MEXICO!!! ¡VIVAAAAAAA!!!!
ResponderEliminarBesos con cariño
Adolfo, enhorabuena por esa nueva vida!
ResponderEliminarAmparito, el viaje es emocionante,cambiante,renqueante y astringente, pero engancha. Algunos aún no han curado las heridas y ya están pensando en volver.
ResponderEliminarLo dicho, somos masocas.
Nazaríes, ya expliqué que no puedo bajar algunas de mis fotos porque soy un inepto informático. O pesan mucho.
ResponderEliminarEl próximo día colgaré las que me envió David, hay caminos, veredas y pies.
Espero que todo sea de tu agrado.
Dña Ballesteros, no pude acceder a cambiar la x como me pedía, lo siento. Viva Mexico!!
ResponderEliminarHola Cesar, que sepas que te sigo..jaja.
ResponderEliminarY disfruto con tu caminar un beso muy fuerte.
Cada peregrino ha de tener su ritmo, su andadura con ritmo propio: con eso me quedo de esta jornada.
ResponderEliminarGracias, Africa, peregrinos somos y en el camino nos encontraremos...
ResponderEliminarGracias Don Francisco, por enseñarme, andadura propia. Excelente.
ResponderEliminarSigo tus andaduras (no sé si se dice así pero no pienso mirar el diccionario).Mi camino de Santiago es a través de tus escritos.. puede que también sirva algo , por lo menos es más descansado y bien ameno. Me gusta cuando explicas que la tormenta te da gusto verla, desde dentro claro!!Después de una caminata, un plato caliente y los truenos y la tempestad fuera es realmente bocato di cardinale..eso lo recuerdo de mis andanzas de senderismo por el Pirineo.
ResponderEliminarBesos!!