lunes, 14 de octubre de 2019

La sentencia.




La sentencia.


Mi niño, (aquel a quien prometí que las zapatillas que le regalé correrían a 50 km /hora, al menos) ha crecido.
Ahora, además de ser un profesor respetado, hace deporte. Varios deportes.
Hace unos meses, mientras practicaba bicicleta, en un semáforo, un coche giró intempestivamente a la derecha y dio con los huesos del chaval en tierra, dislocándose un hombro y produciéndose otras heridas, sobre todo en el orgullo....
Yo siempre creí que podría ir por donde iba, mi señora siempre creyó que podría ir por donde iba, toda mi familia y todos mis amigos creyeron que podría ir por donde iba, la testigo del tercer coche que declaró en el juicio, afirmó que el chaval discurría por su sitio, con prudencia y que ella NO vio intermitente alguno en el coche que dio con él en tierra.

Se celebró el juicio, como suponéis y la autoridad que levantó atestado afirmó a pesar de todo ,que no podía pasar por donde lo hizo.
Aún no ha salido la sentencia pero el abogado nos ha dicho que vista la firmeza de la autoridad, nos preparemos a pagar los desperfectos que el hombro del chaval causó en la chapa del BMW.
Y uno, que es terco pero con inteligencia práctica, comprende que podía estar obnubilado por el amor paternal y se presta a aceptar la sentencia y a pagar si así lo decide la señorta juez que ha visto la causa.
Y es que, señoras y señores, independentistas o no, dura lex, sed lex.
En Orense a tantos de tantos, día de la sentencia.

jueves, 10 de octubre de 2019


Una auténtica lástima que no sepa incluir las ilustraciones que me regaló D. Alfredo García Francés, para  esta copla del ínclito Ramiro de Dospechos y que publiqué en su blog "Encuentros".





   de Dos Pechos, uno izquierdo y otro derecho

 

Relato fuera de Concurso




Aquesto que aquí os cuento/ lo juro por mis cenizas/ me ocurrió hace mil años/ cuando en la tierra vivía/. Habiéndome enterado/ por voceros de otra vida/ de las justas que facedes / os mando esta tontería.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMKZl_qv6TVadj4gjNbWf7DwXDEnH04xU7OxvTCv7VqoG1hzMF4ggde_EayfkgeOvhjI-cBxMUcqPWm78aKKV8VPZD4Y-U0R5tU_GPn0naKRBPCsalVA5OEwUKCYXlnItcL0ESl3g4KdI/s400/jovencitas-desnudas-1.jpg…Bajaba como ya he   dicho/ don Ramiro hacia el río/ cuando de pronto escuchó/ del bosque un vocerío/ suave era primero/ al acercarse, crecido/ escondióse tras de un árbol/ y allí contuvo el respiro/ mientras veía bailar diez mujeres en ombligo/ y que además de lo cual…!no llevaban atavío/ estaban como su madre/ del coño las ha parido!/ Asustóse al principio/ enseguida se refizo/ abrió sus ojos azules y los puso como higos!

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnFGfTo6_xhvwKPIFq8i6GdaNDOr4NClRq7ua3Z9sd2qBT4A2WTyyakJSZO2SBqHN0o_g3NivoDmKQAGKfwmLG8YfN1QTjhSPCWT86FhgYugIgFgKEoN0yq2lsLoBoR7zL_lkqiS3hI6U/s400/riocor.jpgEstando en esta quietud/ fuésele pronto el sentido/ tras los culos de las hembras que bailaban de seguido/ del culo pasó a los pechos/ se mareó don Ramiro/ pero antes de caer/ sintió que era cogido/ en el sentido español/ no en argentino sentido/ que ya se verá más tarde el placer de ser cogido/

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6k67rTrDGrFJEF13zak8t_tQzk_YPR-MQCTCDg_eHDFYZPC1-SNN0L1ouhfnqZWX2NSkq1ku-Vu8LAwveW3wccwa9Tg1DvpyiSUo63WNirTmFaF_OPXtvT1s4LwMk0xoubRDq1P68x2g/s400/caza-de-brujas.jpgRecuperóse Ramiro de la flojera sufrida/ y ocultándose de nuevo/ e ignorando la ferida/ Dispúsose a admirar/ aquella rueda de vida;/ doce mujeres en cueros/ gateando de rodillas/ rodeaban a un mancebo/ atado por sendas cintas/ de tobillos y de manos/ negando un paño su vista./

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAIvAM4bOji-PlUGTTnnEFhNz89jXtwgUjlN6dmoH31f3AQB2E0Iuh7a_QG_EXzrMi0iq-RQ-aQW8TPE53OuPamkVq293pGEQ0fwZsSD3okADzJFCdgK2Q64NIKOexnaq1poxBMEZK5C8/s400/aquelarre_jabalon.jpgDe pronto una mujer/ aquella que hace la quinta/ le arranca la venda negra entre aullidos y entre risas/ Don Ramiro asombrado / reconoció enseguida/ al mancebo maniatado/ ¡era el cura de la villa! Desenvainó su “pasiega”/ para cubrir su salida/ mas contúvose al instante/ sin creer lo que veía/ una mujer en cuclillas/ en la boca le ponía/ sus dos glúteos indefensos/ mientras el cura decía/ “dejadme malditas brujas,/ no lograréis la semilla/ porque Cristo me protege/ Cristo y la virgen María”/

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi2qWP9QP1tmWJfSvElpL010d5DdOsui4w4WA96gffMxx-COCh_2TA5OqN8ygUngn3aeMg3e02BDT_vAeizCFNQk6vqKZyBp8eFxwXr1ZM8-dD42Gc2DKzi0C1cy_UrXzmzmc9uqhou_o/s400/brujas.jpgAl acabar de decir, semejante letanía/ don Ramiro observó / como al cura le crecía/ justo debajo del pubis/ larga y gorda golosina/ y la mujer de las trenzas/ con las trenzas la prendía/ mientras el cura gritaba/ ”besadme, malditas brujas/ acabad con mi agonía”/

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG4YJbHUkpeXjzT8BBs1HcrJI4T59SFvmSCPmHV7SaR-W_uk0xSklAgJn1fEP-aEYFFwRR6Pk8HQcqsU_TU11wcH4KhHjQfHpXkpkmkTcIy1r2IJDm2keEghA38gSY_BZSfAo74Ktb1a4/s400/parejita-1.jpgMientras, a Cristo rezaba/ desta manera decía:/”Señor, castidad os pido,/ mas no la quiero enseguida”/ Las mujeres que lo oyeron/ se acercaron a su orilla/ y mientras una de pie/ le enseñaba sus insignias/ otra dellas con cuidado/ por todo el cuerpo lamía/ una tercera acercóse/ y oyó que el cura decía/ “por favor, buena mujer”/ domestica a la pollina”/ pollina ya no lo es, ahora es polla crecida! Mas pensemos que pollina/ y montémosla en seguida/ y en diciéndolo se puso/ frente al hombre de cuclillas/ absorbiendo el pecado/ de una sola sacudida! Mientras el cura gritaba/ “Jesús que me quedo encinta! Dadme fuerzas Padre Eterno/ que no acabe enseguida/ dadle un castigo mayor a esta maldita que grita/ déjala que sufra más/ que sufra ma ah, ahhh, as... la maldita!

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjkLBxfxLyagJiJE-0DkrIbM0VQewRrZM1fiFih7offYFb7GjjgylRsN74fTwhVNcJDdip8-HCDE8bZ2gXYc1oPlfSZTWMYrDJLyqbmvCo_symtgPWqDRvnDAQvpzEDtw3umOz4-mVJri8/s400/escritor+cachondo.bmp


Publicado por García Francés - 22:05 

27 comentarios:

1.                 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY1GLvJwnjwFJzWgFh6joOy9wpeYI-FbuhS8nw3aJ9pk4RKPkpoFaDJ-NQM8F9xFVvkRa7W9r0qcmY70JHH6lZYaPpq27HFf9dJ6PnExmillos1wlb_vOdP74_ZAxS1PVMe90fnFk53y3G/s35/esplada.jpg


Mil lágrimas caen por mis ojos
y mil agüilla por mis narices
de tanto que me he reido , y de tanto me he divertido...
que ahora mismo a D. Ramiro Dedospechos
yo, hasta le enseñaría uno mío..(pecho)..

Enhorabuena D.Ramiro, hasta ahora yo creía, que usted sólo leía...


2.                 https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6Dpuq-IhpB2Sxhuvz_M8mWZ0zJzg-FewEvlL335b_xXvcmhfCBJNMzzSadVEB2RzWPzMSTliZ09U9M-JSWdGOi9tELe9YmcQryRndhFknNXuP_X0tDt_QYrnoj0ZvQicmhbOul3LcI33P/s35/ana4.jpg
minerva

lunes, 15 de julio de 2019




 
                                       La increíble y verdadera historia de un piano
                                                         viejo y desafinado

                                                                       (Y dos y ya)



Tres hombres con sendas mantas entraron en el pequeño local en donde las cuerdas de aquel piano viejo reposaban adaptándose al medio. El afinador había cursado instrucciones acerca de las precauciones que habían de tomarse, pero por los gemidos y empujones de los tres hombres me pareció que no las recordaban.
El piano se quejaba a veces con notas espaciadas del trato brusco de que estaba siendo objeto, pero los hombres seguían a los suyo, ajenos a la sensibilidad musical que requería el objeto. Finalmente consiguieron subirlo a la furgoneta que habría de llevarlo a su destino definitivo.
Uno no sabía cómo sería acogido, por eso eligió un momento en que no hubiese nadie en casa, tan sólo el futuro pianista. Fue arrastrado pasillo arriba hasta ser ubicado en el lugar que me pareció más indicado.
Una vez allí, apareció el afinador, levantó la tapa y dejó caer sus dedos sobre él, al azar. Meneó la cabeza y adiviné que harían falta unas cuantas horas más a 40 euros para conseguir el sonido que el afinador precisaba.
Concertamos la nueva cita, para según él eliminar el estrés del viaje y asentar en el nuevo medio los acordes y las cuerdas.
Al día siguiente se personó a la hora indicada, pero  me había olvidado de avisar  en casa de que se presentaría. La dueña de la casa, la persona más sensata de la misma, abrió la puerta y enseguida se retiró a la habitación a tomar la cartera y depositar dos euros en las manos de la persona que había llamado.
- No señora, vengo a afinar el piano, comentó.
- Ah, perdone, pase, pase. Al final del pasillo.

La persona más sensata de la casa tomó el teléfono y me puse.
- Tengo que salir a comprar, tú crees que puedo dejar sólo a éste hombre?
- Tranquila, no creo que se pierda por casa. Además está el rapaz.
- Ya sabes que ese cuando estudia no se entera de nada.
- No te preocupes, es de fiar, algo bohemio, pero de fiar. También es bohemio Julio Iglesias. Y soñador.
- Pero a Julio Iglesias no me lo traes a casa!
- Venga, vete tranquila.

Cuando al mediodía llegué a casa, el estudiante practicaba en el piano con una sonrisa de oreja a oreja que me tranquilizó.
El afinador vino un par de horas más de semana en semana para seguir el proceso de adaptación de las cuerdas al nuevo medio. Entretanto el estudiante pasaba sus descansos asomado a las teclas del piano, aplacando con ello las suspicacias de las personas sensatas de casa que nunca creyeron en el buen fin del armatoste que había metido en casa.

Pasados dos meses, el afinador dice que todo lo que puede hacer está hecho y que al día siguiente vendría a retocar una de las cuerdas que más problemas presentaba.
Quería verlo en acción así que adelanté la salida y me presenté en casa.
Todas las horas, a 40 euros, que el afinador había empleado me parecieron una minucia al escuchar Imagine, a un lado el afinador, a otro el estudiante y las cuatro manos extrayendo notas melódicamente. Ambos habían cumplido con lo prometido.

El estudiante se recreaba en su tiempo libre, acertando cada ve más a menudo con las teclas.

Una noche se levantó asustado y vino a nuestra habitación. Papá, el piano dispara!
- Venga, hijo, que son las cuatro de la mañana, a ver si sueñas con chicas!
- Que es en serio, el piano dispara!.

Me levanté y desde el pasillo efectivamente se oían los disparos; Pac, pac, pac.
Nos acercamos, la más sensata de la casa detrás de mí, con una escoba, y asomamos al salón en donde se encontraba el piano. Habían cesado los disparos.
- Eso te pasa por meter cualquier cosa en casa, oí que decían.
 Poco me parecía para la aventura que había emprendido.

A la mañana siguiente se presentó el afinador, le pregunté qué había pasado y espetó: murió.
Le miré a la cara para ver su sonrisa, pero su rostro se mantenía serio y pesaroso. Se sacó la gorra, se la llevó al pecho y mirándome por primera vez, repitió: murió.
- Pero se podrá hacer algo por él, a 40 euros la hora.
- Nada, murió. No tiene por ahí una copita de licor café? Es para pasar el mal trance.
Le regalé la botella, temiendo que si se la bebiese allí pronto me pediría para el funeral y los responsos.
Los restos del piano descansan contra la pared, a la espera de convertirlo en un hermoso piano-bar, que acoja las botellas más extrañas que pueda encontrar.

Y hasta aquí, la increíble pero cierta historia de un piano viejo y desafinado que lo sigue siendo.

En Orense a tantos de tantos.




lunes, 8 de julio de 2019

 
 
 
La increíble y verdadera historia de un piano viejo y desafinado.
(En dos capítulos breves y desapasionados)
 
 
Observaba cómo se entretenía tocando cualquier instrumento, en los escasos descansos de su duro oficio de opositor.
Conocía su amor por la música y  por cualquier instrumento musical. Se había enseñado a sí mismo a tocar la guitarra, el bajo, la armónica, la tambura y cualquier instrumento con cuerdas, pero nunca le había oído tocar el piano.

A pesar de todo, el día que lo ví en aquella tienda de segunda mano, pasé de largo. A los diez pasos volví para contemplarlo. Era viejo, feo y posiblemente sin cuerdas. Pero no podía dejar de mirarlo y una especie de lujuria se apoderó de mí. He dicho lujuria, no locura, como debería de  haber dicho. Entré y pregunté su precio. Asequible. Salí con el pensamiento de que ese piano tenía que ser mío;  Si no sonaba, adornaría cualquier pared del salón. Contra la oposición que seguramente me encontraría de personas más sensatas de casa, tenía que ganarme la complicidad de alguien de peso. Y tenía que ser él.
¿Si traigo a casa un piano, aprenderías a tocarlo?
 En diez días, me contestó.
Nunca hablaba en vano, así que lo creí. Corrí hacia el local en cuestión, en la convicción de que todos los locos de la ciudad habrían pensado lo mismo que yo y ya no estaría el piano en su sitio. Pero allí estaba. Pregunté en una tienda de instrumentos musicales y me orientaron acerca de las condiciones que tenía que cumplir para  que al menos aguantase una temporada. Que tenga el "alma" de acero, me dijeron. Busqué la traducción y supe que querían decir que el corazón a donde iban a parar las cuerdas, debería ser de acero, no de madera. Éste cumplía al menos con este requisito.
Tres hombres, cargados de mantas lo arrastraron hasta un pequeño local que tenía desocupado. Antes de llevarlo a casa debería constatar que sonaba. Pregunté por alguien que afinase pianos y me dijeron de dos personas. Una vivía muy lejos, la otra en Orense. No había dudas. Me puse en contacto con él y después de cerciorarme de que merecía la pena el intento, me aseguró que él haría revivir cualquier piano que tuviese cuerdas. Éste las tenía todas, al menos.
Concertamos el precio y se puso manos a la obra. Me exasperaba su lentitud estirando las cuerdas. Me explicó que había que hacerlo muy lentamente, para que tomasen temperatura y no rompiesen No podía discutir, era mi primer piano y sólo esperaba que no fuese también el suyo. Lentamente pasaban las horas, a 40 euros  y pasados unos días seguía estirando cuerdas con mimo;  de cuando en cuando hacía sonar una y miraba hacia una pantalla del ordenador portátil meneando la cabeza con desaprobación. El piano había sido barato, la música me temo que no tanto.
Tres días más tarde, me asomé por el local y nada más entrar oí a Elisa en dulce melodía con Beethoven y el corazón se me aceleró, seguramente también pensando en la cartera. Por fin sonaba!
Entré y saludé al afinador que me miraba debajo de su gorra, sin apenas hacerme caso.
- Parece que suena bien, intenté convencerlo.
Gruñó argumentando que tenían que pasar unos días para que las cuerdas se asentasen, tomasen calor y se acostumbrasen al nuevo medio.
Parece que tuviesen karma las jodidas cuerdas, pensé.
- Bien, entonces podemos llevarlo a casa y comprobar allí si aquel medio les conviene.
- Si se traslada, las cuerdas sufrirán el estrés del viaje y el cambio ambiental y habrá que volver a afinarlo. Son muy delicadas y están viejas y mal cuidadas. Pero no se preocupe, tengo solución para ellas.
A 40 euros la hora, pensé. Pero tuve el buen gusto de no decir nada.
- Bien, lo llevaremos y habrá que hacer lo que haya que hacer, manifesté filosófico.

Llamé al lugar en donde lo compré, concerté el precio para el nuevo transporte y al día siguiente lo llevaríamos a casa.
Pero esa será otra historia, con sus sorpresas, por serlo, inesperadas.

Orense a tantos de tantos.