jueves, 27 de mayo de 2010

El monumento


Participante
I Premio vinos y blogs del III concurso Vinos del Noroeste




Mucho antes de que el vino fuese una idea revestida de hermosura, fue vino. Y como ahora, fue poda, fue deshoja, fueron lágrimas heladas, fueron cuidados y mimos que persisten.

En el Valle de Monterrey existen dos símbolos con los que se identifica el vino. Uno es conocido en todo el mundo enológico, el Castillo y otro es completamente desconocido y que os quiero presentar.


Mi padre siempre quiso que estudiase y por ello me alejó de las labores agrícolas que obligatoriamente había que llevar a cabo para subsistir. De todas, menos de una. Siempre me animó, con ahínco incluso, en las labores de la viticultura. Había venido de la Guerra Civil con heridas en el cuerpo, pero sobre todo en el alma. En mi vida le he visto sonreir más de dos veces por año. En alguna ocasión sentí celos de las cepas durante la poda cuando pasaba su mano mansamente de arriba abajo, acariciándolas para limpiarlas de escamas. Me llevaba con él, me enseñaba el momento ideal para podar, dependiendo de la luna, de las futuras heladas, de qué tipo de vino y sobre todo de cuánto quería conseguir. No era entendido, pero disfrutaba haciendo lo que hacía. Había aprendido de su padre quien plantó la viña allá por el 1929, mal año para los negocios, con la sóla ayuda de un “pau ferro”. Dona Blanca, Arauxa, Bastardo, Treixadura, Mencía y cómo no el inevitable palomino. En mi casa no se podían comer uvas, las uvas se beben, decía mi padre. Sólo de vez en cuando y con motivo de alguna fiesta nos decía: “Vade coller uns xereces”. Sólo condescendía con el Jerez.

Con nueve años, ya se me permitía beber un vaso de vino en la comida. “Detrás del caldito, un traguito”, decía mi madre evitando que me lo acabase antes del inevitable caldo. Cuando tuve que irme de casa, para estudiar, no se me olvida cuánto sufrí por no poder beber vino. Solamente dos veces al año, en el santo patrón del colegio y en el de la santa patrona, se nos permitía catarlo. En el sentido más breve del término. Recuerdo perfectamente cómo, aún siendo goloso, cambiaba mis tres galletas de postre por un segundo vasito de vino. Con doce años.

Eso fue durante un período bienal; al cambiar de colegio también se acabó la costumbre del vino, con lo cual lo perdí de vista durante seis años. Volví a descubrirlo en la mili. Y aún estoy en ello. Con moderación, por supuesto.

En el colegio me enteré de las preocupaciones de mi padre porque una fábrica que se había instalado en el pueblo, expedía humos que secaban las hojas de la vid. En unión de otro familiar, sin recursos económicos pero con una tenacidad nacida de su razón de vivir, del vino, se empeñaron en la defensa de las viñas y de esa forma surgió el monumento que mencioné al principio en forma de chimenea de unos 25 mts. Si transitáis por la autovía de las Rías Baixas, dirección Madrid a la altura del km 162 y mirando a la izquierda la veréis, inhiesta, ya sin vida pero vigilante dibujando las cimas de las montañas que crean el valle, atenta y orgullosa por haber realizado el trabajo para que el fue construida.

El inicio de aquellas obras fue el primer momento en que ví sonreir abiertamente a mi padre. El segundo momento se producía después de la vendimia, semanas más tarde, cuando extrayendo del tonel de “duas centas olas” una taza de vino, lo llevaba a la boca, lo mascaba y lo escupía. De esos cinco segundos posteriores dependía la felicidad de todo un año. En esa ocasión siempre sonreía.






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domingo, 23 de mayo de 2010

Carta a Arantxa

Querida Arantxa:

Acabo de leer en los periódicos, sin mucha sorpresa conociendo tus “antecedentes”, que don José Manuel quiere abrirte expediente disciplinario por un artículo tuyo en Facebook. He de reconocer que mis cortas cualidades en la informática me impiden acceder a ese medio, pero intentaré leerte. Nada hacía presagiar, a no ser que te la traiga al pairo lo que pueda hacer Don Jose Manuel, tal noticia hace unos días cuando te arrancaste por fados en la comida de agradable recuerdo. La tristeza de tu voz, era simplemente consustancial con la canción, nada achacable a las intenciones del Sr. Baltar Junior.

Me da a mí que no fue el artículo en Facebook la causa del expediente, sino la resaca de aquellas elecciones en donde con un par (de adjetivos) dejaste claro en un medio público tu posición, valiente, rayando en lo suicida. Es raro ver en estos tiempos a un político, sea a nivel local o nacional, hacer valer su derecho a la libertad de opinión y mucho menos expresarla cuando camina en dirección contraria a la que mantiene el liderzuelo de turno. A no ser que esté jubilado.

Vaya pues para ti mi más sincera admiración, a pesar de nuestras pequeñas escaramuzas en torno a la microoxigenación y a la encerrona, de buena fe no te quepa duda, que hubo en aquella comida.

Quedo de ti seguro servidor para formar un partido para la Restauración si te fuese de necesidad.

Afectuosamente.

Cesar.

Orense a tantos de tantos.

jueves, 20 de mayo de 2010

De vinos, comidas y personas.

Comida en Algueira.

Ha sido una jornada excitante; semejante a pasear por el campo, rodeado de vírgenes desnudas. Allí estaban representados algunos de los vinos y bodegueros más interesantes de Galicia, en una reunión informal despidiendo el curso patrocinado por Caixanova. La cita, la bodega Algueira, en el corazón de la Ribeira Sacra, de Fernando Gonzalez Riveiro y su esposa Ana Delia que resultó ser la perfecta anfitriona. http://www.adegaalgueira.com/amplia.asp?id=29

Los anfitriones, Fernando y Ana Delia

La mañana comenzó con la clausura de D. Rafael del Rey. Un arca de datos, todos interesantísimos. Rafael del Rey es el responsable del Observatorio Español del mercado del Vino.http://www.oemv.es/.
Una vez acabada la clausura, deberíamos partir hacia el cañón del Sil, en donde habríamos de degustar un interesante y curioso Albariño de la Ribeira Sacra elaborado en la Adega Abadía da Cova, de Jose M. Moure y Evaristo Rodriguez. Su bodega está llena de premios y reconocimiento internacionales. http://www.adegasmoure.com/

Y digo deberíamos, porque el microbús que había de transportarnos, sufrió una avería , se retrasó y tuvimos que dirigirnos directamente a la Adega Algueira en donde Fernando nos explicó con la emoción sentida del colleiteiro, la calidad de los vinos gallegos, comparables a cualquier vino de cualquier latitud. Extendió las alabanzas a los tintos, que pueden competir por su frescura y floralidad. Degustamos algunas de las castes menos conocidas y que de nuevo afloran en el panorama de Galicia. Brancellao, Sousón, una treixadura en sus lías extraída de la propia “pipa”. Tentaciones tuvimos de levantar una tienda de campaña y dormir allí. Mientras, Fernando nos hacía partícipes, explicando las imágenes del video, del trabajo inmenso que tuvo que llevar a cabo para preparar los bancales, sin precipitarse río abajo. Nos explica que en sus laderas jamás habita la helada, y en contraprestación por lo dificultoso del acceso y la laboriosidad de los trabajos, tienen la ventaja de que son suficientes dos manos de sulfato y azufre para toda la campaña, mientras en otras latitudes es preciso de cuatro a cinco manos. Emana vitalidad en sus palabras y un convencimiento propio de quien sabe va por el camino correcto.

                                           Fernando, en su bodega.

Para la hora de la comida, algunos de los bodegueros presentes, que os presentaré en las fotos, aportaron sus vinos y se me ocurrió una idea con los tintos, que trasmití a Delia y que acogió con todo entusiasmo, Venía preparado para la ocasión con unas bolsas de papel, con las que cubrimos las botellas que marqué previamente para que cada propietario descubriera su vino. Todos encontraron la idea interesante….pero alguno se habría de arrepentir, seguramente.
Los blancos que degustamos (no me gusta decir catamos, suena pretencioso y científico) fueron: Algueira, de Fernando Gonzalez de Ribeira Sacra; Pagos de Galir, de Rosa Rivero de Valdeorras, http://www.virxendegalir.es/ Cuñas Davia, de O Ribeiro, de Alberto García Ubeda, http://www.adegasvaldavia.com/ Quinta da Muradella de Jose Luis Mateo, de Monterrey. Deliciosos todos, untuosos, frescos, algunos amielados, afrutados otros, manzana, plátano, con recuerdos a frutas de hueso algunos, melosos todos, con la adecuada persistencia. De verdad, un lujo. Estos vinos fueron saboreados a la vista y casi de rodillas. No busquéis vinos demasiado caros, en torno a diez euros hay auténticas joyas en Galicia. Y no todos han de ser Albariños. Quinta da Muradella http://vinosdemonterrei.wordpress.com/2010/03/05/quinta-da-muradella/ resulta un poco más caro, no en vano algunos de sus vinos están en los primeros lugares de las listas de Parker. http://blogs.20minutos.es/descorchevinos/2010/04/28/los-mejores-vinos-espaaaa-segaanrobert-parker-by-jay-miller/comment-page-1/#comment-3899




                      Eduardo, Eladio, Manolo, Alberto y Fernando, atentos al video.



A continuación comenzamos con los tintos, para acompañar a una deliciosa carrillera de ternera con castañas. Serví personalmente el primer vino, un tinto Algueira, mencía. Casi todos acertaron a la primera su procedencia y tipo de uva. Destacó por su rapidez Arantxa, de Pagos de Galir, que abrió el fuego, todos estuvieron de acuerdo. Destacar que había entre los presentes muy afamados catadores a nivel de Galicia. Entre alabanzas a la idea y risas nerviosas, el camarero, moreno, muy atento pero discreto, sirvió el vino numero dos, un Amandi de nombre Cruceiro de Ramón Marcos Fernandez, quien enseguida nos privó de la posibilidad de la discusión descubriendo su propio vino. El tercero, un vino complejo, elaborado con Caiño, Sousón, Brancellao y garnacha centenaria. Un homenaje a las castes gallegas. Envejecido ligeramente en roble, presentaba unos matices complejos con recuerdos a regaliz. Hubo más discusión y nadie apostó claramente por una denominación. El Ribeiro se resiste. Alfonso, de la estación enológica, que hacía equipo con Evaristo de Abadía de a Cova, extrajo el sousón. De ahí en cascada surgieron las sugerencias. Era el Tarabelo, de Eladio Rodriguez. http://www.bodegaeladio.com/castellano.html

Estaba por llegar lo mejor. El cuarto. Alberto, el director del curso que estaba a mi lado, me dijo que si sabía en donde me había metido. Pero lo dijo después de haberme metido y después de contemplar la marejada. Veamos. Estábamos en el cuarto vino. Se sirvió del mismo modo que los demás. Un ligero silencio. La voz de Arancha que proclama: Esto es un Monterrey, sin duda.

Todos me miraron, para que consultara los apuntes en donde había escrito el número del vino y su correspondencia. No es Monterrey, dije sonriendo. Nadie más se atrevió a comentar. Miguel A. Mariño, de las Bodegas Gargalo http://www.bodegasgargalo.com/  me miraba inquisidor, pretendiendo una pequeña señal. Me mantuve firme. Pero es un viejo zorro y enseguida se percató. Es Pagos de Galir, dijo por lo bajo. Arancha que estaba a su lado saltó: Imposible! Este no es mi vino! Si ni siquiera me gusta! Me miró entre interrogadora y acusadora. Me extraño, porque a mí me pareció excelente.

Arancha, es tu vino, pero puede ocurrir que al no cambiar de copa, esté algo contaminado de los vinos anteriores, le expliqué.
Aproveché para meter una navajadita. O puede que el tabaco te haya estropeado el paladar!

Fuma como una carretera. Pero canta fados de maravilla! Un descubrimiento.

Todos estuvimos de acuerdo en cambiar de copas y servir una segunda botella del mismo Pagos de Galir. Ahora sí. Era él. Y así fue como se salvó la situación. El vino, sin duda era excelente.
Faltaba un quinto y un sexto. Todo discurrió con tranquilidad, mientras Fernando aprovechaba para loar el vino tinto gallego, apostando por sus señas de identidad y que se debería competir con las armas de que disponen en Galicia, diferenciación y personalidad. Castes nuevas y de posibilidades para hacer grandes vinos. En el mismo sentido se pronunciaba Alfonso, catador y co- responsable de la estación enológica de Leiro.” La madera aliena e iguala a los vinos privándoles de su auténtica personalidad.” Una discusión que no ganará nadie. Hay gustos, hay tendencias, hay modas y hay sobre todo mucha ilusión en este terreno. Y mucho ilusionista. Patrón vino, para demarcar clases.

Estaba por llegar no obstante la prueba final. Y esa llegó de la mano de Fernando, queriendo certificar su discurso.
“Os voy a poner un vino, dijo. Sólo quiero que me digáis Denominación de Origen y precio aproximado.”

El camarero nos sirvió de nuevo. Era claro que era un Rioja. Era claro también que había perdido la frescura. Madera en estado puro. Arancha de nuevo se aventuró a predecir denominación y precio. 16 euros. Mientras tanto, Alfonso y Evaristo, hablaban por lo bajo. Pero no se atrevían a dar una respuesta.
Mercedes Rebolledo, de Bodegas Rebolledo, sonreía y animaba. http://www.joaquinrebolledo.com/

De nuevo la respuesta  de la mano del anfitrión que la adornó, barriendo a favor de los vinos gallegos.

Es un Rioja y vale 90 euros en bodega.

El silencio era atronador. Finalmente había conseguido su propósito. Vinos de apenas 20 euros competían a ciegas con otros de mucha más enjundia económica.

Sólo faltó que sentenciara: la madera encarece, pero no está demostrado que mejore.

Lo dicho, discusión perdida. Vuelvo al principio. Un día excitante!
Finalmente, Eladio tomó su guitarra y nos deleitó con sus canciones llenas de morriña y terruño. Mercedes Rebolledo seguía animando. Para sorpresa de todos, Arancha se arrancó con un fado que nos puso los pelos de punta. O tal vez fuera el vino. Maridan bien, vino y canto. Pero no dan el cante, los vinos gallegos.


                                  Eladio Rodriguez. Amenizó y alegró la sobremesa.



                                         Miguel A. Mariño, Evaristo, Alfonso





    Alfonso y Alberto, el representante de Valdesil y Eduardo, de administración de Terras do Gargalo.


En primer plano Ramón, al fondo Manolo de Orcellón




Los anfitriones con Eladio Rodriguez









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martes, 18 de mayo de 2010

MERLOT

Mi querida Merlot:
No sabes qué profunda emoción me embarga, qué pena llevo de tí; angustia de no saber protegerte. Me sentiré eternamente culpable por permitir que esa bestia inmunda, ese animal hijo de perra te haya atacado, mutilándote ese delicado brazo, promesa de suaves caricias.

Recuerdo como ahora, el momento en que te ví por primera vez, esbelta, delicada, dulce y destacando entre tus cientos de compañeras en quienes, te lo juro, ni posé mi ojos.

Reconozco que algo sabía de tus virtudes y en tu virtud está mi penitencia; aún sabiendo de tu fragilidad te abandoné durante una semana. Tiempo suficiente para que el animal se cebara contigo, haciéndolo conmigo de igual manera. Mi dolor es semejante al tuyo, Merlot.

Te prometo que será castigado con el rigor al que sus actos le han hecho acreedor. Sin juicios, sin las trabas burocráticas que conlleva el acto. Pediré a mis amigos consejo y actuaré en consecuencia, pero es promesa inexcusable que no quedará sin castigo.

Espero de tu generosidad que aunque mutilada, no pierdas ni un gramo de elegancia y distinción. En adelante te trataré como a la reina que eres.



Tuyo.

C.





P.D. Roldán, la fiera que tengo en una finquita de los alrededores, se ha cebado con mis cepas. La Merlot se llevó la peor parte ya que con el rabo le ha arrancado un brazo a mi amada.

Como he de cumplir las promesas, ruego vuestra ayuda para elegir el mejor castigo:


a) Cortarle el rabo al bicho.

b) Atarlo para que no destroce.

c) Arrancar las vides.

Se admite cualquier otra sugerencia menos drástica, pero que sea efectiva.


Orense a Tantos de tantos.