lunes, 23 de diciembre de 2013
El milagro del magnolio estéril.
A menudo las historias tristes contienen un denominador común; la ruptura de la tranquilidad cotidiana, el cambio de status mental, el dolor por lo perdido y la aceptación final de los hechos. Fase ésta que puede tardar más o menos en función de la capacidad cognoscitiva de cada persona.
Lo que fuimos y lo que somos. Lo que hemos sido y lo que ya no volveremos a ser.
Fue un hombre fuerte, física y mentalmente. Todo lo que consiguió lo hizo por su fortaleza, trabajo y dedicación y no se resigna a la suplencia del ocio absoluto.
Hace ya un tiempo que dirige su obsesión al magnolio que su mujer plantó con todo mimo al lado de la barbacoa que él mismo construyó con sus manos. Pretende arrancarlo. Porque no da nada, no sirve para nada. El no vive de flores ni de olores, quiere únicamente árboles que den fruto, que sean útiles. Cada día durante los últimos dos años la misma pelea. Es preciso hacer desaparecer los aperos de labranza a fin de que no lleve a cabo su empeño. Pero a veces, siempre por poco tiempo, se queda sólo y ella teme que al regresar ya no se conserve en pie el arbusto que le acompañó durante los últimos 25 años, proporcionando flores y sombra en los áridos veranos de interior.
El sábado pasado se obró el milagro. Al dirigirse al árbol para maldecir su esterilidad y renovar las amenazas cotidianas, comprobó con incredulidad que de las estériles ramas sobresalían estratégicamente tres bellos kiwis. Los estuvo observando durante unos segundos, tomó un bastón y los vareó para cerciorarse de que no eran ilusiones ópticas.
Los sopesó en la mano y se alejó del árbol pensativo murmurando algo para sí.
Esa tarde la pasó con tranquilidad y no se le oyó hablar en ningún momento de cercenar el magnolio.
En Orense a tantos de tantos.
viernes, 27 de septiembre de 2013
El desencanto.
Algarabía en una céntrica calle. Gente arremolinada en un círculo desigual. Discusiones. Un hombre joven ,que hace malabares a menudo en ese lugar, se enfrenta, ojos vidriosos por la ira, (al menos) con otro hombre, mayor, negro, que soporta estoicamente sus arremetidas sin provocar.
El hombre joven amenaza verbalmente y a intervalos se
abalanza sobre el hombre mayor a quien protegen a modo de parapeto dos
viandantes, pareja de hombre y mujer. La compañera del hombre joven, que a
menudo hace malabares en la céntrica calle, se calma antes que su pareja e
intenta parlamentar con el hombre negro.
De nuevo el hombre joven arremete contra el mayor hombre negro, con
insultos y graves amenazas. La gente se arremolina lejos de la discusión,
mirando con más curiosidad que preocupación. De entre el
grupo que mira de lejos sobresale una voz autoritaria, una voz con timbres de
líder que impone su voluntad:¡Vámonos,
vámonos!
El grupo, ocho, diez personas, obedece y siguen al que dio
la voz en quien reconozco a un importante miembro de la sociedad, otrora en
labores de hacer respetar la ley desde un sillón bien alto y ahora escritor de varios libros. Mi desencanto es importante, ya que esperaba una reacción más
acorde al puesto que un día le habíamos confiado . Recordé que estuve a punto
de comprar alguno de sus libros y que ahora me alegra no haberlo hecho.
La gente no sólo ha de parecer importante, también ha de
serlo.
martes, 17 de septiembre de 2013
Genio o idiota.
“La Comisión me ha
declarado oficialmente idiota. Ya soy un idiota oficial.”
Es curioso. Ahorras
en tabaco y en bebidas espirituosas para de cuando en cuando disfrutar de un
viaje, aún a sabiendas de que será cansado, estresante y abotargado.
Contemplas auténticas maravillas del arte, monumentos de duro graníto tiznado por
el tiempo y el agua, hermosos parajes, afamados y azules ríos tirando a
marrones, admiras el más hermoso parlamento del mundo, el más hermoso palacio de ópera, lugares en donde
otrora descansaron afamados escritores, barrios por donde transcurrió la
adolescencia tardía de éste o aquel genio, museos, torres, castillos,
catedrales en donde coronaron a invencibles emperadores, puentes que acogieron
a ángeles en busca de cuerpos despeñados
y te sorprendes con la más bella cafetería del mundo, te llenas, en fin,
de imágenes que más tarde danzarán en tu
consciente sin orden, aleatoriamente, sin concierto, confundiendo los
puentes en donde despeñaron a
invencibles emperadores con catedrales en donde los ángeles salen al encuentro
de almas coronadas o confundes azules
ríos anchurosos con marrones pantanos,
en un desorden exquisito.
Pero siempre hay algo en particular que permanece en tu
consciente, como un premio inesperado, como un extra impagable que no esperabas
admirar.
Fue en una callejuela, en medio de un afamado Balneario
donde se encontraba la sencilla estatua de un hombre sencillo, de un personaje entre
la genialidad y la más absoluta idiotez. Un personaje arrastrado a su pesar a
la guerra que intenta evitar con actos
que le impelen inevitablemente a ella. Una estatua que me alegró la mañana y
que tiñó el viaje de un color especial por lo inesperado; era el soldado Svejk. El buen soldado Svejk.
Si yo fuese escritor, es el libro que me hubiera gustado
escribir. El buen soldado Svejk es la antítesis de la gallardía, de la presunción.
Es un hombre humilde que abochorna con la sencillez de sus razonamientos. Un
filósofo de lo cotidiano, un imbécil genial.
El libro está escrito por el periodista y soldado Jaroslav
Hasek y es un puro sarcasmo, una letanía de situaciones
cómicas, con el trasfondo del horror de la guerra y un interminable viaje
hacia lo absurdo.
La muerte de Hasek impidió al buen soldado Svejk entrar en
combate y a mí me da el pálpito que el escritor demoró su obra ( escribió tres
libros antes de fallecer, cuando su intención era contar “las maravillosas
aventuras del buen soldado Svejk en la Guerra Mundial” en cuatro) hasta
encontrar la muerte para evitar el disgusto al buen soldado.
“ La comisón me ha declarado oficialmente idiota, ya soy un
idiota oficial” (Svejk)
En Orense a tantos de tantos.
lunes, 9 de septiembre de 2013
El abuelo juega a tenis.
Chinin
Hoy lo he visto en la contraportada de “La Voz de Galicia” y
me he acordado de él. A buen seguro que de mí no tendrá el más mínimo recuerdo,
a pesar de los 40 minutos que pasamos encerrados juntos.
Habría que remontarse
al menos veinte años atrás, en mi mejor momento de forma, pletórico de juventud
y ganas. Él rondaría los sesenta años y parecía un deportista al final de sus
días. Defendía al Mercantil de Vigo,
creo recordar, mientras yo defendía al club que fue de mis amores, el único al
que defendí en mi corta vida de competición, pasada aquella aventura efímera
del Club Cuatro Vientos de Monforte. El nombre le venía por el descampado en
donde se hallaban ubicadas las pistas.
Párate un momento, probo lector, para que pueda yo
descabalgarte de lo que pudiera ser una idea equivocada. Si yo en el tenis fuera vino, sería un vino
de cartón. Hay Grandes reservas, hay Reservas, hay crianzas, hay vinos jóvenes
de diversas y afamadas Denominaciones de Origen, hay vinos menores de afamadas
denominaciones de origen, hay vinos de mesa y finalmente están los vinos de
cartón. Es ahí a donde quería yo hacerte llegar, antes de que me coloques más
arriba en el escalofón y ambos nos decepcionemos. Aún así, cuando uno defiende
al club de sus amores, intenta comportarse como si de Nadal se tratase. La
víspera encuerda la raqueta, comprueba la tensión, compone la empuñadora,
coloca los antivibradores y se duerme soñando que al día siguiente saca de la
pista al adversario a raquetazos.
Pero ciñámonos a los hechos. Al ver hoy la contraportada de La Voz de Galicia me vino
a la memoria aquel partido. Ya te lo dije, yo defendía al club que fue de mis
amores. Había yo avisado a mis amigos para que al día siguiente viniesen a
verme, ya que contaba con una victoria fácil. Y alguno se presentó. En concreto
Mariano, con quién de cuando en cuando cruzaba unas bolas. Se dejaba enseñar y me tenía en gran
consideración. Hasta ese día, supongo.
Fue tal la paliza que Chinín me propinó, fue tan grande la vergüenza que me
hizo pasar que bien hiciera yo en romper allí mismo la raqueta bajo promesa de
no volver a tocarla. Aquel hombre era
inhumano, incansable, se movía como una apisonadora, pero llegaba siempre y siempre te
devolvía un problema con cada bola. Y siempre limpiando de tierra las líneas de la pista. A los tres juegos estaba yo pidiendo agua,
mientras él , de pie, esperándome, se fumaba un pitillo.
Recuerdo perfectamente como al salir me estaba esperando
Pepín, varios años campeón gallego rezando por lo bajo: no te preocupes, chaval, que a mí también me ha ganado. Mariano me insuflaba ánimos recordándome la diferencia de técnica entre uno y otro. Quería yo suponer que a mi favor. Pero ya no sentía más que un silbido en mis oídos y no veía más que la punta de mis zapatillas J¨hayber.
Chinín, cuando sea mayor quiero ser como tú.
En Orense a tantos de tantos después de tantos años.
miércoles, 31 de julio de 2013
Pepiño (Y uno)
(Lamento que no podáis perdonarme la ausencia, pero he estado absolutamente absorbido)
Pepiño Blanco, segundas partes (Y Uno)
Qué cruel el mundo en que vivimos,
Te ha juzgado culpable de antemano
No te exculpa, y te exime de cariños
Aunque trates a un amigo como hermano.
¿Qué pecado cometiste tú Pepiño,
Qué delito, qué cohecho, qué carallo,
Si cumpliste a rajatabla con tu oficio
De avanzar lo que estaba retrasado?
Empujaste con ahinco la obra nueva
Qué más da que de un amigo se tratara
Si cumpliste tu deber como debieras
Solventando aquella nave inacabada.
Hombres ágiles de fuertes convicciones
Necesita nuestra España descastada
A la vez que impenitentes narigones
Que sepan imponerse a la manada.
(Insolventes maquiavelos) de la nada
Han dudado de tus actos impolutos
Unos cuantos de nosotros a lo bruto
Defendimos con prudencia tu coartada.
Mas ya sabes noble habitante de Palas
Que la vida es traidora por costumbre
Y tus mismos compañeros de algarada
Esquivaban chamuscarse en la lumbre.
Héme aquí, presente y macho viejo
Propietario insolvente de la nada
Defendiendo aún a costa del pellejo
Tu inocencia, rectitud y blablablaba-
(Y qué suerte has tenido condenado
Qué destreza, qué control, qué acierto pleno
que supiste encontrar sin verte reo
La manera de ayudar al ayudado.)
lunes, 1 de julio de 2013
El Mantel.
(De cómo los viajantes
estuvieron en un tris de dejar la vida a manos de un siciliano)
Con lo que ahorramos en tabaco y
en bebidas espirituosas, cada cinco años realizamos un viaje al exterior, si el
tiempo lo permite. Siempre que Europa sea considerada exterior. Que sobre eso hay literatura diversa y
recientes opiniones encontradas.
Llenas las tres maletas de ropa
que nunca íbamos a utilizar, nos dispusimos a zarpar del puerto de Barcelona
para pasar unos días mar adentro. El capricho del capitán y un itinerario más
que trillado nos depositó en la Isla de Sicilia, concretamente en Taormina.
Bella Isla, llena de historia, de
encanto y de mar. Dice la Wilkipedia que un balcón sobre el mar. Y enfrente el
volcán Etna, que ese día arrojaba unos hilillos de humo a la atmósfera,
presagio de futuras llamaradas.
Después de visitar el magnífico
anfiteatro romano, desde cuyas gradas se divisa con nitidez, en la lejanía, la
figura del volcán, nuestros pasos, como siempre que hay viajes, fueron a dar a
la calle de las compras. Multitud de
objetos, como en cada lugar que se visita nos acosaban por entre las estrechas
callejuelas. Gozan de fama en Taormina los bordados de telas y manteles que por
cientos se exponían en los telderetes y tiendas, como horcas claudinas que por
fuerza has de observar. Hizo su efecto el imán y la mujer entró decidida a una
de las numerosas tiendas.
-
Bon iorno, nos recibió con toda amabilidad el siciliano,
con una sonrisa que llegaba al anfiteatro.
La señora comenzó a repasar los
manteles, preguntando precios, calidades y otras cosas que se me escapaban.
Media hora después habían llegado a un acuerdo, mientras yo deambulaba por
entre las estrechas paredes de la tienda.
Al momento de pagar, saqué la
cartera y me dispuse hacerlo. Y ahí empezaron los problemas.
-
Faltan las “servilletti” , explicó mi señora.
-
Non servilleti, repitió el italiano intentando
adaptarse a su lenguaje.
-
Cómo que no servilleti. Doce servilleti.
-
Trato
e sine servilleti. Il tratto é il tratto.
-
Sin servilleti, no hay trato, se plantó mi mujer con
toda la calma.
-
Signora, il tratto e feto!
- Sin servilleti, el trato e desfeto.
- Ma signora, cosa dice..!
El siciliano a
cada minuto gesticulaba más y su tono se incrementaba por momentos.
- Il trato e
de treinta e tres millone de lire. Ma sine “servilleti”.
- Sine
servilleti, non e trato, apostilló mi señora con aplomo y aprendiendo más
italiano por momentos. Al aplomo de mi señora, correspondía el italiano con más
gestos, más gritos. Me mantuve en mi rincón sin pestañear, intentando no tomar
partido, mientras de reojo intentaba localizar el rincón en donde el siciliano
escondía la recortada.
Lo veía fuera de sí, enojado o pretendiendo parecerlo. Los acontecimientos
podían precipitarse, cuando mi señora se dio la vuelta y se dispuso a irse, rompiendo el trato. Romper un trato con un siciliano! Bemoles! Me acordé del
Padrino, del caballo, de la cabeza y de los guardias de Corleone con sus
escopetas de dos tiros y en pocos segundos imaginé al capitán del barco deslizándonos a mi señora y a mí por babor
envueltos en una sábana para ser pasto de tiburones o de lubinas o de lo que
fuera que se pescara en ese mar, verde y transparente. De la trastienda salió
una oronda italiana con un machete de cortar carne preguntando, dirigiéndose al
hombre;
-
Cosa?
-
Niente, la spagñola….
El italiano gesticulando y
elevando el tono de voz hasta lo imposible, le explico a quien parecía ser su donna, la situación, incendiándose progresivamente, de modo que temía yo más a su
explosión que al amenazante humo del Etna.
Y se produjo un hecho que cambió
por completo la difícil situación. La mujer interrumpió al marido y depositando
el machete de un golpe en una tabla que alli había se dirigió a él, elevando aún
más la voz. El siciliano, que no debía ser del mismo Sicilia, fue perdiendo
fuerza hasta disminuirse por completo, bajar la cabeza y mirarnos con cierta
vergüenza a medida que la mujer le hablaba muy cerca de su cara, señalando ora
el mantel, ora las servilletas.
Del poco italiano que aprendí esa
mañana, hago una traducción aproximada de lo que la mujer debía estar diciendo:
-
No ves, tonto
del culo, que la española no te va a comprar el mantel, nos va a espantar a los
clientes y en el resto de la mañana no venderás un carrete de hilo? Dale las
doce servilletas y que se vaya con viento fresco. ¿Acaso no le has vendido como
hecho a mano un mantel hecho a mano con la máquina? No seas memo y dale ahora
mismo las servilletas.
Eso debió ser más o menos, ya que
el siciliano, tomó las doce servilletas y las depositó encima del mantel. Le
dije a mi mujer por lo bajo, por dios, toma el mantel y las servilleti y
vayámonos con viento fresco. Y así lo hicimos, pagamos, nos fuimos y
continuamos nuestro recorrido por la bella Taormina; eso sí, hube de sentarme
un rato a tomar un expreso, a fin de tranquilizarme. Uno se tranquiliza con café.
Algo insinuó mi mujer a cerca de
mi capacidad para un rescate si el barco se hundía, pero sutilmente le indiqué
que tal vez iría más servida con el siciliano. Era bastante más
condescendiente. Y nos reímos. Creo recordar.
Recuerdos de juventud, en Orense
a tantos de tantos.
jueves, 20 de junio de 2013
El Gesto.
Siempre tuve para mí y así lo he
manifestado a veces, que es un gesto excesivo, rozando lo chulesco. Un gesto un
tanto trasnochado, en la línea de lo snob. Todos, incluso yo mismo alguna vez,
lo hemos practicado. Y me la juego. Pero no por ello deja de ser un tanto
exagerado, lleno de vanidad, algo afrancesado y grácil. Un gesto de playa, un
gesto sobrado, un gesto novelesco, de aquellas novelas románticas de Corín
Tellado, en donde el chico recién duchado se acercaba con la sonrisa nacarada a
flor de piel, a la chica. Y la chica, vencida por la falsa personalidad que
aquel gesto le confería, apoyaba su bella testud en el pecho de él. Es un gesto almibarado, innecesario a mi
parecer. Es un gesto que abunda entre la gente más guapa, intentando acrecentar
las diferencias. Es un gesto pijo, para qué nos vamos a engañar. Es un gesto
impotente. Un gesto que quiere ser y no puede. Es un gesto esforzado, en la
desgana. Es un gesto desganado de alguien con ganas. Es un gesto esmerilado
antes que esmerado. Es un gesto que taparía a un escuerzo y apenas cubriría a
un orondo. Es un gesto de tardes de verano, que se soluciona con una
chaquetilla.
El jersey por los hombros. Ese gesto.
miércoles, 12 de junio de 2013
Exhibición .
Se llama Q. Diminutivo de E. Y no tiene 31 años como erróneamente le había calculado, sino 25. Su gesto adusto y su seriedad en la presentación me habían despistado por completo. No se tomó a mal el consejo con que tan gratuitamente le obsequié el día anterior, antes al contrario nos citamos para fechas posteriores y ayer mismo hemos estado despachando a gusto contra la pelota amarilla que iba y venía a impulsos no siempre certeros de nuestras raquetas.
El club que fuera de mis amores es una inmensa mole de cemento, con esbeltas columnas del mismo material que alberga nueve pistas cubiertas y tres al aire libre. De las cubiertas, seis son de tierra roja y tres de ellas han sido inutilizadas para dar cabida al capricho del Sr. Aznar, ese deporte descafeinado e insulso que llaman pádel. Pero ha de haber gustos para todos, así como hay pensamientos progres y pensamientos liberales y todos han de ser respetables mientras no vayan en contra de las leyes vigentes.
Q es un universitario en el último año de carrera y bien podría ser hijo mío, por edad. Como todos los chicos de su generación, a diferencia de la nuestra, no se ha criado en la calle, jugando al marro, al truque, a la comba, a perseguir a las niñas y a policías y ladrones. Le falta pues la habilidad adquirida en la infancia, de la pillería y el movimiento de pies, indispensables para éste deporte. Pero por lo demás, domina perfectamente la suerte del drive y del revés, como se espera de un monitor. Y es un tipo serio y reservado, nada fachendoso. Pido a dios que Q no tenga un blog para reseñar mis numerosos defectos!
Henos aquí en la pista número tres, la de mejor visibilidad, calentando los músculos. Los míos, protegidos por una fuerte capa de grasa, han de calentarse enseguida. La intensidad de los golpes va creciendo y resuenan en la gruta del club como tiros de escopeta. Hay unas escaleras que hacen de grada y la gente que baja para el gimnasio se queda mirando atraída por el ritmo del golpeo. Después de diez minutos compruebo que cada vez es mayor el número de personas que se queda observando como la bola va de un lado a otro de la pista con la cadencia necesaria para hacerse agradable a la vista. Incluso oigo murmullos de admiración y comentarios halagadores: !qué bien se mueve!. vaya! Bien! Todo ello hace que me esmere y apure mi esfuerzo hasta límites peligrosos. Como los toreros que abandonan al morlaco displicentemente con un golpecillo en el morro, así yo ceso en el golpeo, me acerco a la bolsa y extraigo la botella de agua para beber en una pausa para conseguir mayor interés.

Y es entonces, al llevar la botella a la boca, cuando me fijo en la ventana y se marchitan súbitamente mis ilusiones. No eran para nosotros los halagos sino para la monitora de spinnig que montada en su bicicleta mostraba en todo su poderío esa parte de su anatomía en donde de pequeña recibía los azotes.
De nuevo, todo mi gozo en un pozo.
En Orense a tantos de tantos, ayer martes.
martes, 28 de mayo de 2013
Enseñar al que ya sabe.
Mgago no lee blogs personalistas. He de correr el riesgo, porque hoy tengo una anécdota que contar y es personal. Como diría aquel escritor egocéntrico, no encuentro mejor tema de conversación.
Resulta que después de la repachanga de tenis que algunos habréis leído episodios antes, no he vuelto a aquel club por los motivos que ya mencioné; falta de tiempo y pereza en porcentajes distintos. Pero el lunes de la semana pasada, un trabajador de la banca insinuó que me llamaría para darme una paliza. Al tenis. A ese lunes sucedió el martes de orgullo y el miércoles me lancé al gimnasio para intentar fortalecer un poco mis oxidados brazos. Y para ver si puedo aprovechar el traje de hace dos años. Teclear no es ejercicio que sirva a tal fin. Los miércoles es día de pachanga y allí estaban mis ex-compañeros en número exacto de 4, por lo que no precisaron de mis lecciones. No os lo he dicho, pero viene bien al relato; soy mucho de dar consejos en el tenis. Aunque no me los pidan. Sé que no debiera y mi mujer me lo recuerda, pero uno es así. Cuando puede, ayuda al prójimo. El bancario que me desafió está yendo a clases de tenis en ese mismo club, dice que para recuperar los golpes y yo le creo. Quedé a mi vez con mi hijo para recuperar mis golpes, pero como es un hombre ocupado, justo media hora antes de la cita me llamó; no podía acudir y me quedé con la pista reservada y sin pareja de baile. La recepcionista me envió a un contrincante. Joven, de unos 31 años, tímido en apariencia, pero de complexión fuerte y en forma. Un morlaco duro de torear, pensé. Estrené mi Babolat, la que me habían regalado en Navidad, con cierta melancolía, ya que siempre he sido de Dumlop. Perfecta de equilibrio y con la empuñadura exacta, 3 octavos. Dado que no conocía de nada al contrincante, me coloqué a media pista para descubrir sus carencias. Parecía defenderse bien, apenas fallaba. Había que tentarlo más en profundidad. Comenzamos a pelotear desde el fondo y tampoco ahí lo pillé en falta; devolvía con facilidad los golpes que le envíaba. La bola recorría la pista de derecha a derecha, en una elipse amarilla que rozaba la red sin tocarla. Y con peso. Probé su revés y tampoco lo hallé en pecado. La bola salía de su raqueta con la fuerza y la dirección adecuadaS. Empecé a pensar que nos divertiríamos. Decidí practicarle la prueba del nueve. Mengüé el ritmo de mis golpes, enviándole bolas suaves, con poco peso. Y ahí comencé a certificar mis sospechas, le costaba más controlar los golpes, pero aún así se defendía. Subí a la red (ya sabéis cómo me gusta) para volear un rato. Observé que aflojaba sus golpes. Le pedí que continuara al mismo ritmo y noté cierta sorpresa. Acabé de volear sin más problemas y viendo que no se atrevía a subir a la red, le invité directamente. Observé al momento sus carencias y me permití aconsejarle; "si no te importa que te lo diga, en la volea tu brazo hace demasiado recorrido y pierdes precisión. En cuando sientas el impacto de la bola, un simple movimiento de apenas 10 cm, es suficiente, controlarás mejor. Deja la volea de mate para ocasiones puntuales."
Voleó un par de pelotas más y continuamos al fondo.
Al llegar a casa pregunté a mi hijo si le conocía y sí, le conocía. Era un monitor de tenis que impartía clases en ese club.
En casa me llamaron boquirrubio y otras lindezas relacionadas con mi costumbre de no reparar ante quien me hallaba, pero qué queréis que os diga, un consejo se le da a cualquiera. Y sobre todo si le hace falta.
De todos modos no se lo ha tomado a mal, porque ayer mismo hemos vuelto a pelotear.
En Orense a tantos de tantos.
domingo, 12 de mayo de 2013
Alma de perro.
El Perro.
Nunca había sido demasiado
proclive a creer en aquellas historias en las cuales un perro, después de
caminar miles de kilómetros, se reencontraba con su dueño que le había entregado
en adopción, o abandonado en cualquier lugar recóndito.
Recordaba sin embargo aquella
ocasión en que su madre llegó a casa llorando desconsoladamente, rogándole que
retornase a casa al perro que años antes había regalado a un familiar de un
pueblo lejano de A Trepa, porque al oir aquel el ruido de la motocicleta que
solía conducir para desplazarse, comenzó a dar vueltas sobre sí mismo y
desprendiéndose de la correa que le ataba salió en su busca alcanzándola y regalándole toda clase de mimos y piruetas. Hasta ahí era lo más que estaba dispuesto a
concederle al instinto animal. Pero algo que sucedió el domingo pasado le ha
hecho replantear sus incredulidades. Si alguien que ame a los perros tiene
alguna explicación, será bienvenida.
Paseaban a orillas del
Barbaña, como de costumbre, cuando en un meandro distinguieron a una mujer
joven, una niña y un perro de los denominados de raza peligrosa.
Había más gente paseando y el
perro se mostraba tranquilo y pacífico con todos. Nada parecía hacer ver que
hubiese ningún tipo de peligro, por lo que continuaron tranquilamente. Apenas
hubieron pasado a su lado, el perro le siguió no con aire amenazador, sino todo
lo contrario, jugueteando delante de sus piernas, rodeándole gozoso y dibujando
toda clase de piruetas de alegria ante la sorpresa de la dueña que no reconocía
aquella reacción. Como si le conociese de toda la vida. Pero no se habían
cruzado jamás.
Hablaron de ello mientras
paseaban y encontraron una explicación que de ser cierta, guarda cierto
misticismo digno de estudio. La chica en cuestión había sido temporalmente compañera de su hijo. A éste le gustaba de vez en cuando sisarle la colonia
y el perro debió identificar el olor. Parecía la explicación más lógica. Pero esa
mañana no se había perfumado en absoluto, aunque sí entró en la habitación que
el hijo había abandonado meses antes.
En su mente se empezó a formar la
idea de que algo más que un simple perfume debió el perro atisbar en el hombre.
Algo más íntimo relacionado con los genes y olores. Pero le pareció demasiado
rebuscado. Seguramente fuese la colonia. De cualquier modo, no se la va de la
cabeza la reacción del animal y en su fuero interno nace la idea de que hay
mundos en el alma de los animales que ni siquiera sospechamos.
En Orense a tantos de tantos.
miércoles, 8 de mayo de 2013
Lo de Mou.
Lo de Mou.
(Para
lo que me queda en el convento, me meo dentro)
Lo de Mou no es nada que no se
supiera. No es culpa suya, de Mou. No ha
dicho nada que no sea consustancial con su ser egocéntrico y despótico. Nadie puede rasgarse las vestiduras porque
desde que asomó la patita allá por el principio de la década, ya sabíamos que
tenía pelo. Hay personas que se ven venir y no es culpa suya si te la cuelan
por donde más duela; es culpa tuya por descuidarte. No todo vale a cualquier
precio. Y menos si no consigues aquello por lo que has vendido tu alma al
boquirrubio.
Mou es la viva estampa que
reflejan los tiempos que corremos; la del éxito rápido, sin sustancia, sin
esfuerzo, con crédito. Y no me refiero al suyo, sino al del equipo que lo contrata, que abandona el trabajo a largo plazo, la estructura empresarial de base que será el futuro y pone todo el capital propio y ajeno a su disposición a fin de agenciar las mejores
figuras del balompié, a las que desprestigia en cuanto le vienen mal dadas. Es
el individuo encantador en todas las fiestas
en cuanto las cosas marchan a su conveniencia, pero un ventilador de despojos cuando no logra sus
propósitos. Pero no es culpa de Mou, a quien todos intuíamos desde que sacó la
patita por debajo del 5-0 aquel y mucho antes. Es culpa del empresario que
contrata un encargado que le puede hacer rico, aunque conozca el riesgo cierto
de enfrentamientos en toda la empresa. No pasa nada, todo se olvida cuando un
equipo consigue un gran trofeo, aunque sea empleando mano de obra infantil.
Nunca pensé que confesaría esto,
pero Pepe me parece un monaguillo al lado de Richelieu.
Y es que hay cosas, hay
pensamientos, que aún en la posibilidad de que llegasen a ser ciertos, deben
permanecer en el interior de tu hombría.
Si la tienes, bocudo.
En Orense desde el día 1 de la
era Mou.
domingo, 21 de abril de 2013
Predicar y dar trigo.
El protagonista de esta historia
ya no la recuerda. Yo se la oí contar y la contrasté a través de varias fuentes.
En los años 50 vivir no era
fácil. Para comer tres veces al día había que trabajar la tierra, por lo menos
durante doce horas. De sol a sol.
Con dos mil metros de tierra bien
cuidada, es más difícil morir de hambre. Siembras unas patatas, cultivas coles,
recoges los huevos de las gallinas y si eres un poco más trabajador, mantienes
un cerdo que te proporciona lo necesario para subsistir vendiendo los jamones.
Con suerte, ya sabemos lo que le pasó a la lechera.
En los años 50 había que trabajar
para comer. De sol a sol. Y muchas veces no podías hacerlo tres veces al día.
En los últimos cien años se recuerda al menos de cada diez uno de impresionante
sequía o de heladas intempestivas o de lluvias torrenciales, que daban al
traste con lo plantado. Eran los llamados en Galicia “Os anos da fame”.
En los años 50, a los pueblos de la
montaña de Galicia no llegaba el panadero, ni el pescadero. No había GADIS, ni
Carrefour. Todo salía de la tierra. Y había que trabajarla, de sol a sol.
El protagonista de esta historia
ya no la recuerda. No recuerda que era un perfecto patriota, convencido de las
bondades del régimen que defendía a capa y espada; y no recuerda el odio
visceral que sentía por toda idea o asomo de comunismo.
Resulta que al protagonista de
esta historia, le hicieron por unanimidad alcalde pedáneo del pueblo. Se
propuso realizar unas obras necesarias, construir un cementerio y restaurar el horno en el cual se turnaban los
vecinos para elaborar el pan con el trigo propio. El poco dinero que había se
acabó muy pronto y se decidió poner a la venta las tierras comunales del pueblo
para recaudar y acabar aquellas obras.
El protagonista de esta historia
no había leído a Marx, ni a Robert Jacques Tourgot, ni a Keynes ni a ningún
otro teórico de la economía. Cuando leemos mucho, cuando oímos teorías varias
podemos contaminarnos. No pensamos desde el interior, nos dejamos llevar por
sentimientos, actos, aspectos.
Al protagonista de esta historia,
que no había leído apenas nada, pero que era hombre responsable se le hizo la
noche eterna pensando en la situación que se le presentaba; vender las tierras
a un terrateniente que se enriqueciese….o repartirlas entre los convecinos para
que subsistiesen. Si hacía lo segundo ya
podía olvidarse de las obras emprendidas.
E hizo lo segundo.
Cuando me lo contó, le hice ver
lo acertado de su decisión, a mi juicio, y que había actuado como un auténtico
comunista! El fuego de sus ojos me hizo
ver lo obsceno de mi observación.
Presumo que si el protagonista de
esta historia tuviese conocimientos de economía, estuviese moldeado a imagen y
semejanza de cualquier teoría, vendería los terrenos y gastaría el dinero. Pero
actuó con el corazón, ajeno a toda presión ideológica y pensando únicamente en
el bienestar de sus convecinos. En el
fondo no necesitamos más que un
poco de tierra para vivir y para descansar eternamente.
En Orense a tantos de tantos.
viernes, 12 de abril de 2013
El fontanero que medía 1,95
No neguemos la evidencia, a todos nos ha pasado.
Justo al salir de la cafetería, doscientos metros más
adelante unas ligeras punzadas en el bajo vientre te ponen sobre aviso. Ya es
tarde para volver atrás, en cualquier momento, en cualquier rincón de aquel
jardincillo habrá unos aseos. Pero nunca hay aseos en los jardines. Continúas
con la esperanza de encontrar otra cafetería, pero resulta que a pesar de que
hay más cafeterías que sinvergüenzas, en ese trayecto que necesitas no hay
ninguna. Y sigues, cada vez más acuciado. Te entran ganas de marcar territorio
contra aquel abeto de la izquierda, pero no eres un perro, aunque empiezas a
sufrir como tal. A quinientos metros divisas tu salvación en forma de luz de
neón. Cafetería. Aceleras el paso pero es peor. Las sacudidas son mayores y
para evitarlas acortas y aceleras el paso hasta parecer que vas entrenando para marcha
atlética. Y por fin entras en la cafetería, tranquilo, disimulando, la cabeza
alta como si tuvieses todo el tiempo del mundo y fueses el marido de la Duquesa. Pides un café mientras te sitúas en el lugar. El camarero te adivina
y viene en tu ayuda; al fondo a la derecha. Suspiras aliviado sin saber que ahí
empiezan tus males. Sales hacia el fondo a la derecha, digno, tranquilo.
Siempre hay dos puertas. En cada una de ellas un símbolo que te dirigirá hacia
el lugar que te corresponde según seas macho o hembra. Por cierto que si pone M
y H, a donde debo ir a M de macho o a M de mujer? H de hembra o a H de hombre?
Te darías con un canto en los dientes si apareciese ese símbolo.
Pero no, en la puerta, para mayor gloria y jarana del propietario, aparecen
estos otros símbolos
O quizás estos.
O estos otros.
Al límite de tu resistencia y comprendiendo que no tienes
tiempo para disquisiciones, enfilas la primera puerta a la derecha y respiras
aliviado al ver el urinario. Taza y urinario, seguridad de funcionario.
Te arrimas con cara de satisfacción , el embalse
a punto de desbordar y maldices por lo bajo tu mala suerte. El urinario te da
por el ombligo! Tienes que ponerte de puntillas para acertar sin mojar el
suelo. Y te acuerdas de la madre del fontanero y de su fornido padre. En lugar de usar un
metro, se pegó literalmente a la pared y señaló con tiza justo por donde le salió de allí. Y
ese lugar debía estar alto. No puedes volver atrás, el proceso está
inevitablemente en marcha, por lo que te elevas sobre tus pies, cual bailarina
sin lago y descargas aliviado todo el peso del tiempo en un chorro de oro espumoso que
va a parar al borde de la tacita, salpicándote los zapatos. Pero no te importa,
con los ojos cerrados, de puntillas, saboreas la sensación de alivio como si te
estuviesen aplicando un masaje gratificante en la espalda donde se ha ido ubicar la hernia discal.
Y sales con tal sonrisa de satisfacción que te impide ver que además de los zapatos también te has mojado la pernera del pantalón. Y te acercas al mostrador, tapando con él tu torpeza, mientras lentamente, con fruición saboreas el café que has pedido por compromiso. Y cautivo y amarrado aquello y evacuado el líquido dorado, has conseguido a duras penas tu objetivo final, la guerra ha terminado.
No me lo neguéis, a todos os ha pasado.
En Orense a tantos de tantos.
miércoles, 3 de abril de 2013
Portugal bien vale un peaje.
Aveiro y sus moliceiros.
Si resulta que uno es una persona normal, con una vida normal, con amigos normales y alguno virtual, comme il faut, conduce un coche normal, disfruta de unas costumbres normales, tiene una familia normal, excepción hecha de la mujer y los hijos que son extraordinarios, viste ropa normal, no lleva tatuajes, no fuma, no bebe en exceso, no pasa de 120 en las autopistas, paga normalmente sus impuestos, viaja sin sobresaltos cuando puede, no se pierde habitualmente y no necesita GPS, porqué entonces no acierta en las autopistas de Portugal?
Canal de Aveiro. Moliceiros y saleiros.
- Iste tíduo nao e correto. Voçe tem que ter outro tíduo.
- Sí, aquí tengo otro ticket. Entonces porqué tengo dos tickets?
- Porque voçe trabucouse e no anterior peaxe nao entregou o tíduo e ficou a pasar por "adherentes" nao por o se canle habitual.
- Veamos buen hombre, si una persona normal, como voçe ve que eu son, se cuela en un peaje y no soy el único, algo debe de estar haciendo mal la República Portuguesa.
- Eu concordo con voçe, mais nada podemos faer. Agora vai chegar uma carta e voçe tem que alegar que dispoñía do tíduo, mais por un erro trabucou a saida.
- Pero yo no me he equivocado de salida, la prueba es que estoy aquí. Mire usted, en España hay corruptos, ex-terroristas, defraudadores, banqueros sin escrúpulos, perroflautas, nacionalistas, Ex-tesoreros millonarios y toda la fauna y flora que usted pueda imaginar. Pero hombre, en las autopistas ponemos unas barreras e impedimos que la gente se vaya sin pagar!
- Pois en Portugal confiamos na intelixencia da xente. Voçe recibirá uma carta; nao deixe de alegar. Boa viaxe.
Catedral de Aveiro
Y entre risas y veras continuamos viaje por el interior de Portugal, ojo avizor no nos saltemos ningún control más y acabemos presos de los hermanos lusitanos y recordando lo que hoy diría Pessoa: " No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo va toda la ilusión de no saltarme ningún peaje.."
En Orense a tantos de tantos.
viernes, 15 de marzo de 2013
Es Pedro Colón Cristóbal Madruga?
Durante años he tenido un sueño recurrente; una y otra vez me encontraba haciendo de
nuevo la “mili” en tierras extremeñas,
allí donde la patria me había llamado de mozo, finalizando la década de los
setenta.
Por ello, el día que me pasaron
aquella llamada, de parte del Capitán de Navío D. Alfonso Philippot a punto estuve de
saltar de mi asiento y cuadrarme hasta que comprendí que aquella época pasó y
que nada dejé pendiente en ella.
-
Dígame, en qué puedo servirle, contesté eligiendo el
verbo con cierta maldad.
Una voz femenina me indicó que no
podía ser capitán de navío quien me hablaba, aunque tampoco había que
descartarlo.
-
Soy la esposa del capitán de Navío Alfonso Philippot. Estamos contactando con las personas más
representativas (¿) de cada provincia de las cuatro de Galicia, para hacerles
llegar los esfuerzos que mi marido el Capitán Philippot, remarcó con intención, ha llevado a cabo tendentes a estudiar y desentrañar la identidad de Cristóbal
Colón, personaje que tan encontrados sentimientos suscita en la mayor parte de
la población.
Aquí la timbrada voz femenina,
adaptada sin duda a estas lides, realizó una breve pausa, atenta a las
evoluciones del estado de ánimo de la persona que tenía al otro lado.
La persona que tenía al otro
lado, gallego como seguramente era ella, se agazapó inmóvil intentando
averiguar por donde venía el oleaje del navío del Capitán.
Ante el respetuoso silencio de su
interlocutor, aquella voz femenina continúo con su bien estudiado discurso:
-
A pesar de cuánto se ha escrito acerca del Almirante,
son muy escasos los testimonios que de él tenemos hasta su edad adulta; es
aquí, en la edad temprana, en donde radican las claves para conocer su estirpe
y su nacimiento.
De nuevo hizo una pausa, tal vez
esperando alguna ayuda por mi parte.
-
Y de qué modo puedo ayudar en esa investigación. Mis
conocimientos sobre Cristóbal Colón se limitan a saber que las carabelas eran
de madera y las velas de tela.
Era la señal que esperaba para
sonreír abiertamente y continuar, ya en un tono más cercano, como saboreando la presa que imaginaba abatir.
-
No se preocupe, ese esfuerzo ya lo ha realizado el
Capitán Philippot, recopilando toda la información necesaria que ha
plasmado en un libro que queremos presentarle.
Acabáramos. Eso era. Buscaba
financiación para los viajes de su Capitán en busca de los orígenes inciertos
del Almirante.
De todos modos, respeto profundamente que la
gente sepa vender su esfuerzo y la persona que me hablaba sin duda sabía cómo hacerlo y sobre todo valoro la capacidad de perseguir una
ilusión y vivir de ella.
Llegado a este punto sabía que o
debería decir no, o si continuaba tendría que apechugar con las
consecuencias y ser colaborador necesario de las investigaciones del Capitán Philippot. Y dejé que continuase.
-
El resultado de sus investigaciones se presenta en una caja decorada
con motivos acordes a aquellos tiempos y en papel brillante de máxima calidad,
firmado por el autor y personalizado. Dígame, espetó sin esperar respuesta
alguna, cómo se llama su señora. Su nombre de usted ya lo tengo.
-
Y para qué quiere esos datos, me atreví a preguntar.
-
Ah, no se preocupe, es para la dedicatoria.
Ni que decir tiene que mordí el
anzuelo con apetito. Acabo de ver hoy el libro y recordé la historia. Realmente
es un esfuerzo ímprobo de investigación, que seguramente no le ha devuelto en
moneda el esfuerzo realizado, pero que a buen seguro ha proporcionado al escritor intensos años de investigación y descubrimientos.
Por medio de nomenclaturas
gallegas, linajes, firmas que van evolucionando, parajes del nuevo mundo
nominados del mismo modo que ciertas aldeas de Pontevedra y sobre todo por
ciertos hechos acaecidos antes de la fecha del descubrimiento, y por la existencia del apellido Colón en Pontevedra, el escritor
llega a la conclusión que Pedro Alvarez de Soutomaior, Pedro Madruga, que a
raiz de las revueltas Irmandiña buscó refugio en Portugal e hizo amistad con el
Rey Portugués y Cristóbal Colón son la misma persona.
Y yo he contribuido a
descubrirlo.
En Orense a tantos de tantos.
http://www.galiciahoxe.com/index.php?idEdicion=1028&idMenu=5&idNoticia=350199
martes, 5 de marzo de 2013
Xantar.
La feria de Xantar en fotos.
Descansaba desde hace un año este borrador, que ahora publico aprovechando de nuevo la fiesta de Xantar, que comienza hoy día 6 de marzo en Orense y acaba el domingo día 10.
Se ha celebrado en Ourense del 2 al 5 de febrero la XIII Feria de Xantar, que se publicita como el SALON GALEGO DE GASTRONOMÍA Y TURISMO.
Xantar nació para acercar la gastronomía y el turismo orensanos a las demás regiones de España. A pesar del placer que me produce pasear por sus Stands, por sus restaurantes de varias regiones de España e incluso del extranjero y degustar sus caldos de las cinco Denominaciones de Origen, me temo que aquel propósito aún está por conseguir; personalmente opino que este Salón Gallego de la Gastronomía y el Turismo, debería celebrarse cada año en un lugar diferente de España para mejor llegar a las gentes de otros lugares y atraerlos a esta olvidada ciudad, deseosa de ofrecer al visitante cuanto tiene, que es mucho más de lo que pueden ofrecer otros destinos que se han convertido en masivos.
Presente en cada una de las trece ediciones, no puedo por menos de alabar el buen gusto y la calidad de todos los productos y actividades que se realizan.
La elegancia en el vestir de la mesa. |
El Record Guinnes al mayor número de Menús, en Riós. |
Nuevos miembros de la Cofradía Chaine des Rotisseurs, entre los que se encuentra A Fraga da Petada |
Cofradía francesa de la buena mesa. |
Los vinos de Galicia. Puede observarse la difente tonalidad de blanco en la misma cosecha. |
La lamprea ahumada |
El mojito. |
Representación del Concello de A Veiga. |
Diferentes tonalidades. En el centro, un mencía joven. A la derecha un mencía con barrica. El Secretario de la D.O. Monterrey ensalzando sus vinos. |
El representante de las Islas Azores, vendiendo patria. No confundir las azafatas del fondo con Blair, Aznar y Bush, nada que ver.
Este año, después de la decepción del año anterior con el Restaurante francés, unos amigos mi esposa y yo acudimos a Castilla León- Puebla de Sanabria. Os dejo el menú.
Croquetitas de boletus
Ensalada de pimientos asados de Los Valles
Morcilla zamorana con cebolleta caramelizada, pasas y piñones
Habones Sanabreses
Sorbete digestivo La Casona
Cuarto de lechaza I.G.P asado al horno
o Chuletón especial de ternera de Sanabria
Pastel casero de crema y chocolate
Vino D. O. Toro.
Precio, 28 euros per cápita.
Una ganga.
Orense a tantos de tantos, feria de Xantar.
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