Chinin
Hoy lo he visto en la contraportada de “La Voz de Galicia” y
me he acordado de él. A buen seguro que de mí no tendrá el más mínimo recuerdo,
a pesar de los 40 minutos que pasamos encerrados juntos.
Habría que remontarse
al menos veinte años atrás, en mi mejor momento de forma, pletórico de juventud
y ganas. Él rondaría los sesenta años y parecía un deportista al final de sus
días. Defendía al Mercantil de Vigo,
creo recordar, mientras yo defendía al club que fue de mis amores, el único al
que defendí en mi corta vida de competición, pasada aquella aventura efímera
del Club Cuatro Vientos de Monforte. El nombre le venía por el descampado en
donde se hallaban ubicadas las pistas.
Párate un momento, probo lector, para que pueda yo
descabalgarte de lo que pudiera ser una idea equivocada. Si yo en el tenis fuera vino, sería un vino
de cartón. Hay Grandes reservas, hay Reservas, hay crianzas, hay vinos jóvenes
de diversas y afamadas Denominaciones de Origen, hay vinos menores de afamadas
denominaciones de origen, hay vinos de mesa y finalmente están los vinos de
cartón. Es ahí a donde quería yo hacerte llegar, antes de que me coloques más
arriba en el escalofón y ambos nos decepcionemos. Aún así, cuando uno defiende
al club de sus amores, intenta comportarse como si de Nadal se tratase. La
víspera encuerda la raqueta, comprueba la tensión, compone la empuñadora,
coloca los antivibradores y se duerme soñando que al día siguiente saca de la
pista al adversario a raquetazos.
Pero ciñámonos a los hechos. Al ver hoy la contraportada de La Voz de Galicia me vino
a la memoria aquel partido. Ya te lo dije, yo defendía al club que fue de mis
amores. Había yo avisado a mis amigos para que al día siguiente viniesen a
verme, ya que contaba con una victoria fácil. Y alguno se presentó. En concreto
Mariano, con quién de cuando en cuando cruzaba unas bolas. Se dejaba enseñar y me tenía en gran
consideración. Hasta ese día, supongo.
Fue tal la paliza que Chinín me propinó, fue tan grande la vergüenza que me
hizo pasar que bien hiciera yo en romper allí mismo la raqueta bajo promesa de
no volver a tocarla. Aquel hombre era
inhumano, incansable, se movía como una apisonadora, pero llegaba siempre y siempre te
devolvía un problema con cada bola. Y siempre limpiando de tierra las líneas de la pista. A los tres juegos estaba yo pidiendo agua,
mientras él , de pie, esperándome, se fumaba un pitillo.
Recuerdo perfectamente como al salir me estaba esperando
Pepín, varios años campeón gallego rezando por lo bajo: no te preocupes, chaval, que a mí también me ha ganado. Mariano me insuflaba ánimos recordándome la diferencia de técnica entre uno y otro. Quería yo suponer que a mi favor. Pero ya no sentía más que un silbido en mis oídos y no veía más que la punta de mis zapatillas J¨hayber.
Chinín, cuando sea mayor quiero ser como tú.
En Orense a tantos de tantos después de tantos años.
Amigo mío, te diría, es la experiencia, y no mentiría, la que él tenía y la que a ti te faltaba. Pero tu exposición no deja resquicios por donde colar una explicación que no sea tajante, acaso demoledora, respecto a tus capacidades para la práctica de tal deporte y la suyas. De todos modos, entiendo que no hay mayor honor que caer derrotado ante el quien es mejor.
ResponderEliminarLo importante César es que tuviste el la inmensa suerte de jugar contra él y eso es lo importante, porque si se te encomendó esa misión es porque eras alguien en el ambiente.
Ganar es lo de menos lo que realmente importa es derrotar, diría un cínico, después de decirte lo anterior, pero no hagas caso, fracasaste con un triunfador y eso siempre entraña triunfo.
Recibe un fraternal abrazo.
Una anécdota, amigo, síntoma de la cercana senectud!Recuerdo aquello como una humillación. Y pública. Fue allí en donde aprendí con mayor claridad que nada es lo que parece y que para ganar hay que currar.
EliminarQue todo esté bien!
Juego bien al ajedrez. Me enseño mi padre, federado. Sólo me dijo el nombre y valor de las piezas, su lugar en el tablero y que se aprende perdiendo. Y fue verdad.
ResponderEliminarPero doler, duele.
Saludos.
Duele en especial cuando crees ser superior y comprendes que te has sobrevalorado. No juego al ajedrez, pero debe ser algo así como que te den jaque mate en tres movimientos.
ResponderEliminarCreí que el ajedrez había desaparecido, en esta sociedad de las prisas y del ganar rápido.
Saludos!
Le podría consolarlo diciéndole que lo importante es jugar, pero esas son pamplinas no hay nada como ganar...No, cumplió su palabra de dejar la raqueta para siempre...
ResponderEliminarBesos :)
la experiencia, que es un grado, don Cesar.
ResponderEliminarMemorable crónica.
saludos blogueros
Hola César, imagino que en tu comentario en mi blog te refieres a las rías altas, porque yo nacer he nacido en Cáceres, aunque ser, no sé bien de donde soy, y a veces ni si soy, jajaja. Síi hay mucho clavel de aire, parece que lo único que necesitan para vivir es aire y agua, casi, casi como nosotros, habitantes de estas tierras del norte. Te sigo... siguiendo, aunque poco entro ya en los blogs y los míos están medio abandonados. Abrazos y gracias por tus comentarios.
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