viernes, 27 de septiembre de 2013

El desencanto.






  Algarabía en una céntrica calle. Gente arremolinada en un círculo desigual. Discusiones. Un hombre joven ,que hace malabares  a menudo en ese lugar, se enfrenta, ojos vidriosos por la ira, (al menos) con otro hombre, mayor, negro, que soporta estoicamente sus arremetidas sin provocar.
El hombre joven amenaza verbalmente y a intervalos se abalanza sobre el hombre mayor a quien protegen a modo de parapeto dos viandantes, pareja de hombre y mujer. La compañera del hombre joven, que a menudo hace malabares en la céntrica calle, se calma antes que su pareja e intenta parlamentar con el hombre negro.  De nuevo el hombre joven arremete contra el mayor hombre negro, con insultos y graves amenazas. La gente se arremolina lejos de la discusión, mirando con más curiosidad que preocupación.  De entre el grupo que mira de lejos sobresale una voz autoritaria, una voz con timbres de líder que impone su voluntad:¡Vámonos, vámonos!
El grupo, ocho, diez personas, obedece y siguen al que dio la voz en quien reconozco a un importante miembro de la sociedad, otrora en labores de hacer respetar la ley desde un sillón bien alto y ahora  escritor de varios libros. Mi desencanto es importante, ya que esperaba una reacción más acorde al puesto que un día le habíamos confiado . Recordé que estuve a punto de comprar alguno de sus libros y que ahora me alegra no haberlo hecho.
La gente no sólo ha de parecer importante, también ha de serlo.
                                                                                                                                       
En Orense a tantos de tantos, con lluvia.                

9 comentarios:

  1. ¿y le hicieron caso? es sorprendente el seguidismo en rebaño de la gente.
    abalanzar, con b, no?

    saludos blogueros

    ResponderEliminar
  2. Con b de toda la vida. Malditos dedos gordos.

    ResponderEliminar
  3. Las personas civilizadas se conmueven ante los accidentes que provoca el violento choque entre las discrepancias más vehementes. Las personas inteligentes, además, construyen argumentos aprovechando el inciso. Al añadir otras cualidades, como la agudeza, la nobleza o la dignidad, surge la apremiante necesidad de trasladar lo sucedido a la opinión general para constatar el agravio y repararlo. Y sólo sumando a todo ello el talento creativo puede construirse una entrada como esta, que conmueve y contagia la indignación y crea adictos a ella. Por esta razón te felicito, César, y te pido que compartas el nombre de tal impresentable para desenmascararle. Cuique suum..

    Un afectuoso saludo.

    ResponderEliminar
  4. "¡Vámos, vámos!", como si fuesen vacas o gallinas, quizá nunca tuvo otro argumento. Pitas, pitas..., putas, patas, pájaro de cuento con el que un día contamos, ¿quién no?
    Ese decaimiento humanista va a acabar contigo.
    Magnífica reflexión, como siempre y como siempre cuajada de inteligencia, de saber mirar y querer mirar.
    Recibe un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  6. No creo que tengamos que aparentar ser sino que nuestras obras nos tienen que otorgar esa categoría.
    Yo también me alegro de que no le comprara libros
    Un saludo

    ResponderEliminar
  7. Ya se le va echando de menos, amigo César. Espero que no sea por cuestiones ajenas a la distracción y al buen vivir. Sólo mandarle un abrazo y recordarle que se le recuerda.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Bate palmas!