Cada vez que se perpetra un delito, dicen los criminólogos
que la primera pregunta que se plantea
el investigador ya desde los tiempos de Rómulo, es siempre la misma: ¿a quien
favorece?
El periodismo, como el sacerdocio es vocacional y como éste, pasa el cepillo de vez en cuando, demasiado a menudo, a mi parecer, para
satisfacer sus necesidades materiales. Y yo no tengo nada en contra, salvo si
quieren convencerme de que lo que meto en el cepillo es por mi bien. Eso las
Iglesias lo saben hacer de maravilla, pero no me lo esperaba, o sí, del periodismo.
Hace unos días, una cadena de TV entrevistó a un conocido
ex_recluso que había sido condenado por pertenencia a banda armada, creo
recordar. A Eta. Yo no lo he visto, como
no veo lo que no me apetece y sí aquello que me apetece. Perogrullo.
Enseguida se armó el clásico batiburrillo en las redes
sociales, a favor y en contra. Y como siempre, se desvía la atención hacia lo
secundario para no hacer frente a lo principal. “Los que critican la entrevista
sin verla…” “Es una entrevista necesaria” etc etc.
Como no la he visto, no voy hacer
una crítica de la misma, sino que pretendo, uno es así de inconsciente, demostrar
que no es una entrevista necesaria en absoluto; es más, es una entrevista que
como se demostrará más adelante si llegas, favorece únicamente a quien
favorece.
Premisa primera para demostrar
que no era necesaria la entrevista.
El entrevistado es un conocido
ex_recluso, un maltratador de sus semejantes, conocemos de su vida y milagros,
y diga lo que diga, en su favor o en su contra, sabemos que los maltratadores
no cambian nunca. Por otra parte, si acepta la entrevista, se supone que no
hablará mal de sí mismo. Y si lo hiciera, nunca sería tanto como daño sabemos
que ha causado. Nada nos aportará pues su testimonio, que conocemos por autos
judiciales. Por lo que diga, no perderá votos, sino que los ganará.
Premisa segunda para demostrar
que no era necesaria la entrevista.
De la premisa primera, se deduce
que la entrevista, al público que va dirigida, no le aporta nada que no supiera,
pero sí al entrevistado que podrá capitalizarla en su provecho, saliendo de
nuevo a la luz cuando estaba oscurecido y tomando un protagonismo que de ningún
modo merece. Para sí quisiera cualquier candidato a cualquier cosa, una hora de
televisión en horario de máxima audiencia. Que se lo pregunten a D. Pablo
Iglesias.
Por último, si conocemos los
índices de audiencia, podremos conocer el otro favorecido por la susodicha
entrevista.
De todo lo anterior se deduce que
la entrevista al innominado individuo sobraba y tan sólo favorece a la cadena
de televisión y al propio entrevistado, sin que por ello quiera yo interferir
en la libertad de expresión ni en la capacidad que cada grupo editorial tiene
de hacer de su capa un sayo, eso sí, sin que pretendan tacharme de imbécil.
Brillante César, mucho.
ResponderEliminarUn fraternal abrazo.
Encuentro razonable lo que expones, César. Era la segunda vez que Évole entrevistaba a Otegui: en esta le apretó un poco, en aquella, hará un par de años, el compadreo entrambos resultó memorable. Un abrazo, César.
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