En el debate del bebé
de la señora Bescansa, yo no estoy de acuerdo ni con una postura ni con la
otra. Y con eso debería dar el post por concluído, pero abundaré en razones.
Yo jamás me atrevería a llevar a un bebé a sitio semejante,
en primer lugar porque un niño es muy sensible y hay que educarlo en buenas
costumbres desde la más tierna infancia. Y es sabido que en ese lugar la gente
discute, se grita, se insulta, duerme, juega a toda clase de juegos, vota con
el pie y con las manos, en fin que el pobre bebé saldría muy perjudicado de una
sola sesión del Parlamento. Porque…qué ocurriría si alguna señoría, lo que es
más que probable, lanzase un exabrupto a su mamá en plena euforia de amor
rival?¿Cómo crecería ese niño sabiendo que en tan sagrado lugar, en donde la
gente representa a otra gente y cobra bien por ello, para que esa otra gente
pueda tener derecho a buscar trabajo y si no lo encuentra, emigre a Alemania,
cómo crecería digo sabiendo que lo más granado de nuestra sociedad se levanta
de sus hoteles de muchas estrellas, estresado, y se pone a gritar en medio del
sueño del bebé…? Eso son malos tratos de libro. Y la madre, corresponsable.
Más digo; ¿Qué
ocurriría en la incipiente mente del bebé, en su delicada masa encefálica si
alguna señoría, en un arranque de patriotismo parcial y raquítico gritase un
Visca Catalunya lliure y Puigdemont? Ese niño, paréceme, quedaría perjudicado
en su libertad personal para siempre, sufriendo en sus entendederas un empuje vertical y hacia
arriba, semejante a la potencia del grito separatista, salvo que por alguna
casualidad probable, alguien, en un impulso insuperable de justicia patriótica,
desde la otra esquina del hemiciclo gritase: Viva España, coño! En cuyo caso,
no puedo responder de la capacidad cognoscitiva futura del neonato; tal
dualidad es de una insuperable asimilación.
Todo ello sin menoscabo de la posibilidad, real como el
hemiciclo mismo, de que el niño, con sus berridos de bebé iracundo, sacuda de
su letargo “morfeico” a alguna señoría trasnochadora o trasnochada, o que la
misma u otra señoría despierte al bebé con sus iracundos gritos o con sus
guturales ronquidos. En cualquier caso, los daños para el bebé de la señora
resultarían a todas luces irrecuperables.
Por todo ello y por más cosas que en este momento no se me
ocurren, si yo hubiese tenido el gusto de ser el padre del niño de la señora
Bescansa, nunca le hubiera aconsejado que lo pasease por esos andurriales.
En Orense a tantos de tantos.
Sé que has dudado, lo pongo no lo pongo, y al final te ha podido la amistad, y no has dicho, mire Señora Bescansa lo que le ha pasado a Romero por ir al País Vasco de niño. Si lo hubieras hecho no me habría importado pero habría perdido esos otros inteligentes e irónicos razonamientos tuyos al respecto.
ResponderEliminarUn joya amigo.
Recibe un fraternal abrazo.
No tal, amigo. No sé muy bien cómo salió la foto de La Hija del Txacurra, pero tiene relación con mi conocida ineptitud en estas lides.
ResponderEliminarEso sí, no he querido tocarla no sea que lo empeore!