Suelen ser esbeltas, de sonrosada tez, labios color carmín intenso, irresistiblemente atractivas, e irremediablemente mortíferas.
Os lo aconsejo, no os acerquéis a ellas. Si os acercáis, no las toquéis. Si las tocáis, ni se os ocurra besarlas.
Al nacer, reunen todas las condiciones de los neonatos; rechonchas, amorfas, de carne cerúlea y cuerpo deforme; a medida que van creciendo, en su adolescencia, su talle se estiliza, acicalan su cara y se pintan de rojo intenso, apareciendo irresistibles a vuestros ojos. Ahí radica su peligro.
Los depredadores más mortíferos se revisten de bellos colores para atraer más fácilmente a sus víctimas. Algunas de las más hermosas flores, pueden resultar tumbas para los insectos que las cortejan.
Ellas, inocentemente resplandecientes , resultan mortales para el hombre.
Alejáos, contemplad así su belleza, admirad para vuestros adentros la capacidad insaciable de atrapar que poseen. Aunque ahora que ya las conocemos, no caeremos en esa tentación. Jamás serán besadas, a no ser por personas que nunca hayan oído hablar de su nefando poder. Y no deberían quedar muchas.
Las he visto, en mi paseo por el parque de Carballino, y, de lejos, las he fotografíado.
En Orense a tantos de tantos de otoño.
Cuánta razón tienes, amigo Cesar.
ResponderEliminarAtraído por su apetecible aspecto yo las probé. Tan deliciosa era la primera y tan inexperto yo que me la tomé entera, a pesar de las advertencias de los entendidos. Esta me llevó cerca de la muerte y a pesar de ello no escarmenté. Las siguientes veces, en dosis más medidas, sufrí de importantes trastornos que me dejaron graves secuelas, no obstante salvé mi vida. Te confieso que algo tienen que las vuelve irresistibles a pesar de su enorme peligro.
Por suerte, solo me casé con la primera.
No debes desanimarte, amigo Fjavier. Te ocurre lo que a mí con las ostras, que me hacen daño pero no puedo evitarlas. Y cada vez que miro su deliciosa vulva viscosa, sin perla, y la succiono, no puedo evitar el recuerdo de aquellas que me han dejado cicatriz indeleble. Pero no puedo evitarlo y me las tomo. Hablo exclusivamente de ostras, ostras!
ResponderEliminarCreo que exageras, César, yo las he provado en varias ocasiones (no muchas) y no son tan letales. De hecho yo sigo vivo. ¿O será que te acostumbras, como al veneno, y te vas inmunizando?
ResponderEliminarQue belleza !!!Está para comersela!! aunque si dices que puede ser venenosa...
ResponderEliminarMuy hábil, Cesar, muy sutil con el equívoco; como dice Nazaríes encima de aquí está para comérsela. Buen texto, sí señor.
ResponderEliminarY aún así habrá quien las recoja y se las lleve sin darse cuenta que la naturaleza usa ciertos colores para avisar de la peligrosidad... ¡ejém! ¿hablamos de setas o de otras materias?
ResponderEliminarMuy bueno el equívoco.
Salu2
Esas amanitas muscarias no son tales, sino humildes cogomelos en carnal peregrinación de Laza, Xinzo y Verin.
ResponderEliminarAún de esa guisa los reconozco como de los llamados choupín o cogordón, éstos concretamente naturales de la parroquia de Brués (San Fiz), ayuntamiento de Borboras (orense).
No sé, eso sí, si el atuendo se debe al disfraz o al colocón que demanda el mismo.
No mata lo feroz del asesino sino la ferocidad de la inocencia.
Inteligente y divertido juego el tuyo, entra dentro del lo que ya se conoce, o se conoce desde ahora como fábula visual.
Es un placer leerte.
Recibe un fraternal saludo.
La irresistible belleza que mata. Aunque no toda la belleza mata.
ResponderEliminarMe anima saber que hay cosas que no cambian...
ResponderEliminar:-D
Un beso
Ram
Mis mejores deseos también para ti, amigo Cesar, en este día tan primaveral en el que me ha tocado una guardia, por el momento, tranquila.
ResponderEliminarY un cordial abrazo.
Caramba y yo que creí que se hablaba de mi.......
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