Capilla de S. Mauro, Negreira.
(Donde se comienza a narrar la dura pugna
habida con las huestes germanas)
La tibia ducha llegó en auxilio
de los peregrinos en Negreira. Pudimos por fin reparar las fuerzas agotadas
durante la dura jornada. Uno ya no es un pipiolo. El Camino es como un reloj
vital que te avisa de la pequeñez de tu mundo, de lo vulnerable de tu
humanidad. Nos aseamos, despachamos una hermosa ensalada mixta, trasegamos dos
doradas cervezas y como por encanto resurgieron nuevas fuerzas para visitar lo
esencial de la villa de Negreira. Creció la villa a partir del siglo XIX en
torno al pazo de Cotón y al campo de la feria; anteriormente había sido
asentamiento de tibus pre-romanas y en épocas romanas fue paso y probablemente "mansio" de la vía Per loca marítima
Nicraria Tamara, una calzada romana que unía Caldas de Reis con las minas
de plata de Brandomil. En el escudo de armas de la villa, ésta aparece partida
en dos, debido a la leyenda comentada en el panfleto anterior, en donde se dice
que el apóstol derribó el puente con sus perseguidores encima, en el traslado
de su cuerpo a Santiago. Que he hecho los deberes y lo he leído.
El día transcurrió sin
sobresaltos, excepción hecha de la noche, en la que el peregrino no pudo pegar
ojo, a pesar de lo cómodo de la estancia, debido a los gritos de unos
desalmados transalpinos, seguramente afectados por el estupendo orujo gallego,
y a quienes Baco confunda de camino y que no se crucen con el mío.
Ya de madrugada, exhausto y congraciado con el sueño reparador,
el peregrino pudo descansar unas horas, suficientes para emprender de buena
mañana la marcha hacia Olveiroá. Nos esperaban casi 34 km de recorrido, una lenta
eternidad.
Desayunamos generosamente, y
emprendimos la marcha, cruzando el río Barcala, afluente del Tambre, por el
pequeño puente que nos saca de la villa.
Apenas unos kilómetros más
adelante, cerca del lugar de Rapote, desde una pequeña cresta divisamos a lo
lejos la escuadra alemana, en perfecta formación de a dos. Daban pavor. La
peregrina comentó con certera ironía que parecía una avanzadilla de observación
enviada por “Froiland Merkel” para registrar las mejores tierras y que convenía
llegar antes que ellos a Finisterre para salvaguardar el marisco.
No era tarea fácil. Comandados
por Klauss Gordon,(así convendremos en llamarle) avanzaban irremisiblemente hacia nosotros. Era, Klauss, un
personaje no muy alto para lo que se estila por los parejes germánicos, pero sí
robusto, rozando la orondez. Las cinchas de la mochila apenas conseguían
retener su humanidad que se desparramaba unos palmos fuera de la cintura. Sin
embargo, todos lo seguían con disciplina germánica y se detenían donde Klauss
elegía y se levantaban cuando Klauss lo hacía. Una perfecta máquina de marchar.
Difícilmente batible por dos desorganizados hispanos cuyas mochilas empezaban
a pesar más de lo conveniente. No obstante, apretando los dientes y la vara,
nos plantamos en el siguiente avituallamiento de Vilaserio después de dejar
atrás bosquetes y praderías y atravesar el regato de Forxán, con unos minutos
de ventaja sobre las ordas alemanas que arribaron mientras descansábamos
apaciblemente.
Nos dispusimos a emprender de
nuevo la marcha con dirección a Alveiróa, para, de un modo inesperado obtener,
kilómetros más tarde, la más sabrosa victoria que un caminante pueda obtener.
Pero no adelantemos acontecimientos. Estamos abrochando las mochilas,
repostando de agua y emprendiendo la marcha hacia la victoria parcial que se
avecina. Alveiroá apenas a diez kilómetros.
Orense a tantos de tantos,
después del Camino.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA ver, es que estoy siguiendo la ruta contigo y con Kikas y estáis consiguiendo que vuelva a sentir el gusanillo en el cuerpo para volver a hacer el Camino y lo váis a conseguir.
ResponderEliminarSalu2