domingo, 30 de septiembre de 2012

La Repachanga






               Kikas ha tenido a bien concederme este hermoso círculo. Sé que no lo ha hecho con maldad, por ello le quedo agradecido. Arrieritos somos y en el Camino nos encontraremos.



Quedaba yo, el último día, algo dolido por la inesperada derrota que nos infligieron esos rufianes seniors, cargados de vendajes y apósitos varios.
No podía quedar así la cosa. Debía prepararme para la revancha, que dicen ha de tomarse fría. Por ello el miércoles no acudí y me quedé practicando ejercicios en el gimnasio que mejorasen mi debilitada musculación en los brazos,  a causa de la inactividad.
Esperé una semana y al lunes siguiente, el pasado, me personé con mi mejor raqueta. La que le pedí prestada a mi hijo. Vivo, en el tenis, de lo que ellos van dejando. Nada más llegar, ya estaban esperando en el gimnasio A y T, en compañía de un personaje, nuevo para mí, pero de cierta edad.  Después de escuchar a A una de sus aventuras a cerca de cierto tenista que ni me sonaba  y de lo preciso de sus golpes, bajamos las frías escaleras de la inmensa mole. Repito, inmensa mole, del club.
El club fue terminado de construir e inaugurado en el año 1989 por un “indiano” que invirtió todos sus ahorros en él. Muy pronto hubo de arrepentirse, pero ese es otro partido. Ya sabéis lo que contiene, del relato anterior. De todo para cansarse.
De nuevo formé pareja con T, que andaba por la pista como alma en pena, buscando bolas que llevarse al bolsillo. El jugador nuevo hubo de hacer pareja con A; todos los nuevos lo hacen ya que los más experimentados huyen de sus consejos y admoniciones.
Después del pertinente calentamiento y del ejercicio de recoger las bolas del suelo, A, decidió que sacaría él mismo. Observar sus movimientos en el saque es un espectáculo por el que muchos pagarían y que me resulta imposible de reproducir. Quince, dieciséis, diecisiete (Estoy contando los botes de la bola). El resultado suele ser siempre el mismo, primer servicio fuera y el segundo servicio que cae mansamente en campo contrario. Pero mientras yo me río para mis adentros, el nuevo resultó ser un jugador seguro, lo que sumado a nuestra inseguridad a estas alturas de principio de competición hizo que nos endosaran un vergonzoso 6-2 en media hora.
No y no. Esto no podía continuar así o habría que ir pensando en colgar las raquetas.
Decidí hacer algo. Hablé con Teo. Teo, te dejo al mando de la parte de atrás de la pista, me voy a la red. Se lo dije como quien dice; ahí te quedan las tierras, cultívalas, me voy a las américas. Faltó que le diera un abrazo de despedida. Teo miró hacia al suelo y asintió. Ya sea por mis voleas, ya sea por el pánico de ver tan de cerca mi cara, empezamos a encadenar juego tras juego hasta el 6-4 final. A, se las tenía con su pareja, indicándole cómo debería de pegar a la bola y a quién de nosotros tenía que cargar el juego. Lo sé porque también he sido su pareja. Hasta que decidí que si me volvía a dirigir la palabra mientras echaba la bola para sacar, se quedaría sólo en la pista. Mano de santo, a mí jamás me endilga sus “ lecciones para pegar mejor a la bola en tres movimientos”.

No hubo tiempo para el tercer set, hora y media no da para más. Media hora recogiendo bolas, otra media botando para sacar y tal vez treinta minutos intercambiando golpes. Dividido entre cuatro obtenemos el interesante resultado de 8 minutos para cada uno tocando la bola. Pero qué ilusión pensar que un día Nadal será también mayor.

El lunes pienso tomarme, otra vez, cumplida venganza.

En Orense a tantos de tantos, lunes de tenis.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Paquiño y la Justicia.





¿Qué es lo que hace que un hombre al que siempre se le ha reconocido su honradez, sin grandes ambiciones, sencillo, y que toda su vida  se ha dedicado a inculcar  ideas éticas en colegios, de profesor, se dedique a la política y que presuntamente, haya traspasado la línea roja, atacando los principios que siempre defendió?
Es la política, imbécil, contestará la mayoría encongiéndose de hombros. Pero  ha de haber algo más. La política es una actividad en donde se conjugan poder y economía, ejercida por humanos. Esa combinación de hechos, resulta un cóctel explosivo. Hay que tener un par de ideas claras. Y voluntad para mantenerlas contra viento y marea. Pero el ser humano es una cáscara de nuez, al que las olas de la codicia, del poder, dirigen a su antojo. El ser humano, al pasar por las urnas se convierte en político. Y ahí deja de ser ser humano para ser un ser “humanado”, moldeado a imagen y semejanza del grupo, obediente a los postulados del partido y propenso a los cantos de sirena. No quiero decir que el partido le anime a traspasar rayas rojas, más bien digo que el ser humano pierde la memoria y no recuerda aquellas dos cosas que ha de tener bien presentes; servicio al ciudadano y honradez acrisolada. Y los partidos tienden a cubrir con un manto de disculpa a quien se atreve a prevaricar o a aceptar dádivas a cambio de favores.
Estos días, (manda carallo)  a raíz de la detención del Alcalde de Orense, he oído más reproches a la actuación de la jueza, que a las posibles faltas del alcalde. Incluso se  ha convocado una manifestación en su apoyo  en la Plaza Mayor. 
Es conveniente tener presente siempre la idea de la presunción de inocencia. Deseo que el alcalde sea inocente; no lo conozco personalmente pero tengo amigos que son sus amigos; uno de ellos con el que he comido el mismo jueves, embalsados los ojos, a punto de desbordar, ponía la mano en el fuego firmemente por el alcalde. Pero también soy un firme defensor de la independencia de la justicia. Y la justicia lo ha señalado indeleblemente. Podría haberlo hecho de manera más discreta, podría haber declarado sin la algarabía con lo que lo ha hecho; pero también los jueces son humanos y pueden equivocarse. Y cualquiera de los dos errores, del político o de la jueza, cuando lo sean, lo serán de bulto.
Espero en fin, que la avaricia, suya o de su entorno, no haya jugado una mala pasada a Paquiño, como le denominó un compañero de partido en la convocatoria a que hice referencia.

P.D. Acabo de verlo en la Tv, sonriendo y satisfecho. O lo ha hecho bien, o piensa que lo ha hecho bien. Esto me da pie para apostillar que también pudiera ser que la conciencia se nos hubiera dilatado de tal modo que no lleguemos a discernir el bien del mal. Consideramos lógico sacar provecho por gestionar aquello por lo que ya nos pagan generosamente.

En Orense, a tantos de tantos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Pachanga mayor.



                                    



Hacía dos años que no me reunía con mis compañeros de pachanga. Los quehaceres, la vagancia, la falta de tiempo, ya sabes, excusas.
De hoy no pasaba que me diese una vuelta por el club que un día fue de mis amores y de mis disgustos. Nueve pistas cubiertas, seis de tierra batida, tres exteriores, piscina olímpica exterior, piscina climatizada, gimnasio, pádel, restaurante, sala de fitness, la intemerata. Pero este pueblo es lo que es y lo que es no resulta suficiente para llenar tanta exigencia. Así que marcha a trompicones. Pero a lo que íbamos.
Quiero yo a mi manera hacer competencia a otro bloguero que nos narra con más poesía que este humilde servidor, sus correrías por el mundo del pádel.
Así que comenzaré por desengañaros; esto no es pádel, esto es la categoría máxima del reino de las raquetas; el tenis. El pádel es otra cosa. La  bola puede dar mil botes en cualquier esquina y no tienes más que esperarla, sin moverte mucho, para devolverla al lugar de origen. Vamos que el pádel  es la muñeca hinchable del tenis. Esto es así. Yo no lo he inventado.
Y allí estaban mis antiguos camaradas, esperándome sin rencor, a pesar de la larga espantada. Los presentaré. Allá al otro lado de la red, cerca de las escaleras que hacen de grada, A. A es hijo de un afamado artista orensano ya fallecido. Eso que veis es un cincuentón largo, ambas rodillas amparadas por sendas rodilleras, así como el codo derecho. Si no os lo hubiera presentado lo confundiríais facilmente con Robocop. Acompaña cada movimiento con un ay! lastimero que invita a no molestarle con bolas exigentes. El en cambio, en cuanto le regalas una bola a su altura exacta, te devuelve un tiro de escopeta. En esta otra parte, a mi lado, de pareja, T. T es un sesentón que hace dos años sufrió un ictus del que afortunadamente se recuperó. Poco después quemó medio cuerpo en un accidente casero. Ahora pasa buena parte de su tiempo en el club repasando los golpes que aprendió después de los 50 años. Ahí lo tenéis, con la  cabeza baja, siempre recogiendo alguna bola del suelo. Otro gran tipo por otra parte. Al lado de A, de compañero esta vez, podéis ver a V. Uve es el alma del cotarro. Se encarga de reservar pista, de las cenas anuales, de recaudar el escote y pagar la pista, en fin, de todo lo burocrático. No en vano fue un alto directivo de una empresa eléctrica, creo recordar. Uve es el único que está en perfecto estado de forma, de no ser por un pequeño detalle; ya cumplió los setenta. Al lado de T, formando pareja, tenéis a este servidor. La figura, la técnica hecha tenis, el McEnroe de las pistas. Y aparentemente en forma, después de la última caminata.
He aquí la flor y nata del deporte nacional.
Un quinto elemento se unió a la espera, por si  alguien se  rompe, cosa que no suele ocurrir, no por nada, sino por la suavidad de los movimientos. El quinto elemento es L, arquitecto en activo, y frisando también los sesenta. El me perdonará si me equivoco en un par de años arriba o abajo. Habéis comprobado que no he dicho mi edad. Uno es así de presumido. No soy el mayor.

Peloteamos diez minutos y como es lógico, aprovechamos para practicar el movimiento por antanomasia del tenis: recoger bolas del suelo. Noto buenas vibraciones; apenas he perdido toque. Tal vez sí juego de cintura, donde se van a posar todos los chuletones.
A los diez minutos estamos deseando empezar, ya que el peloteo cansa más que el partido. Saca A. Se baja, se sube, en un movimiento robótico y.. pack; fallo. Y así suc esivamente. Con todo, el primer set lo despacharon con un 6-2  a su favor. Se va Uve y entra L.
Vamos a ver, César, que tu eres la figura, hombre, no te amilanes, juega, saca, mueve, volea, corta, lifta, crúzate,  haz algo,  hombre.
Todos saben que me gusta subir a la red; volear sería la leche.
Por cierto, que por la costa dicen bajar a la red, en lugar de subir. Otros lugares, otras  costumbres.


Me toca sacar. Lanzo la bola, saco la mano derecha en su búsqueda, la espalda se resiente, oigo las costillas quejarse, pero la bola sale como exhalación, a 30Km/h, para acariciar la línea blanca. Inalcanzable. Juego nuestro. Saca Uve, juego nuestro. Dos cero, esto marcha. Leches, que son unos viejales, vamos.
En estas estábamos cuando A, que tiene más peligro que un ministro en el Consejo, dejó una bola corta a la posición de T, que no se mueve;  salgo como un rayo a por ella  y..zás. Lo noto. Me acabo de romper una fibrilla, disimulo, acabo el juego y me disculpo.
 Todos los sesentones íntegros, incluido el setentón, y la figura se rompe como una porcelana fina. Gajes del oficio. Se acabó la pachanga. Y no pudimos remontar. La venganza será terrible.
 De todos modos, quedamos para el próximo viernes para una cena de confraternización menos peligrosa que el tenis.. El próximo día prometo calentar durante más tiempo. Y es que a algunas edades, sopitas calientes.


En Orense a tantos de tantos (ayer)




domingo, 16 de septiembre de 2012

De Santiago a Finisterre.



                          Breve descripción visual del Camino a Finisterre, en seis minutos




martes, 11 de septiembre de 2012

De Negreira a Alveiróa. (Dos)






                                    


(En donde los alemanes muestran su más tozuda faz y emprenden inútil caminata por los montes del Concello de Mazaricos)


Una vez refrescado el cuerpo y aligerado los pies de las botas, nos dispusimos a emprender camino hacia Alveiroá, no sin antes acordarnos de los antepasados de la tendera que nos endilgó un bocadillo corriente por 3,5 euros.
Despedimos a los Alemanes que por entonces habían  despachado sendas cervezas y palpando las mochilas y asiendo las varas, tomamos camino de Santa Mariña entre maizales y senderos salpicados de charcas. Dejamos atrás el cruceiro de Santa Mariña, señal inequívoca de cruce de caminos y lugar franco para evitar cualquier mal de ojo, cualquier “feitizo” e incluso defensa segura contra cualquier intento de que alguien pueda pasarte la cruz. En los pueblos de Galicia, siempre existía algún infeliz que se creía portador de la “cruz”. En ese caso todo lo que emprendía se torcía, la tierra por donde pisaba se convertía en estéril y el ganado que tocaba, malparía o nunca llegaba a procrear. Si conseguía, entre las doce y la una de la madrugada, tocar la espalda de cualquier despistado transeúnte,  la cruz pasaba a aquel que fuese tocado, siempre que éste no portase un crucifijo; el cruceiro hacía sus veces.

Dejamos atrás el alto de Bon Xexús y el repecho de Vilar de Castro entre eucaliptos y pinos para, de improviso, al salir de una curva, alcanzar a ver la tierra inundada por el embalse da Fervenza, como un papel de plata en un nacimiento, rasgando el verde de los prados de la comarca. Continuamos un buen trecho disfrutando del paisaje y sintiendo a lo lejos la presencia de los alemanes que de nuevo amenazaban la supremacía de los peregrinos españoles. Un descenso nos lleva hasta un cruce cuyas flechas indican inequívocamente que deberíamos tomar una empinada cuesta  cuya cima iba tragando peregrinos que nos precedían. Fue aquí en donde pudimos disfrutar de una agradable victoria sobre las huestes alemanas. La noche anterior la peregrina había leído el itinerario en uno de cuyos párrafos podía leerse textualmente: “Hay unas flechas de dudosa autoría que invitan a tomar un desvío hacia Lago, dando un rodeo innecesario”. Tate! Aquí hay tomate. Estas parecían las flechas de que hablaba la guía. Las dudas de la peregrina surtieron efecto y ambos desandaron los diez metros que habían iniciado. Nadie a quien preguntar, pero no emprendieron la marcha como hacían todos los peregrinos. Así, en la carretera, a la espera, llegaron los alemanes que sin encomendarse a dios ni al diablo, subieron como corderos por donde antes otros iniciaron la subida. No podíamos estar seguros de estar en lo cierto, ya que, hay que insistir, las flechas eran inequívocas. El ruido de un automóvil vino en nuestro auxilio y agitando la vara el peregrino hizo señales de alto. El vehículo obedeció y confirmó nuestra certeza. Deberíamos continuar rectos sin el esfuerzo inútil del rodeo a que las flechas obligaban. La peregrina intentó dar aviso a los alemanes, pero era demasiado tarde; apenas se dignaron mirarnos. Y así fue como, mientras nosotros disfrutamos de un agradable baño en el riachuelo que discurría un poco más abajo, dando buena cuenta del bocadillo, los alemanes disfrutaron de un inútil y excesivo paseo por el monte.
Os aseguro que si en ese momento hubiese tenido un sofá, con los pies encima de la mesa hubiese exclamado lleno de satisfacción: “Por una vez éramos más listos que los alemanes”.
Una vez refrescados, continuamos rumbo a Alveiroá, sin más contratiempo.



En Orense a tantos de tantos.




miércoles, 5 de septiembre de 2012

Negreira-Alveiroá.




  Capilla de S. Mauro, Negreira.


    

                        (Donde se comienza a narrar la dura pugna habida con las huestes germanas)

                 
La tibia ducha llegó en auxilio de los peregrinos en Negreira. Pudimos por fin reparar las fuerzas agotadas durante la dura jornada. Uno ya no es un pipiolo. El Camino es como un reloj vital que te avisa de la pequeñez de tu mundo, de lo vulnerable de tu humanidad. Nos aseamos, despachamos una hermosa ensalada mixta, trasegamos dos doradas cervezas y como por encanto resurgieron nuevas fuerzas para visitar lo esencial de la villa de Negreira. Creció la villa a partir del siglo XIX en torno al pazo de Cotón y al campo de la feria; anteriormente había sido asentamiento de tibus pre-romanas y en épocas romanas fue paso y probablemente "mansio" de la vía Per loca marítima Nicraria Tamara, una calzada romana que unía Caldas de Reis con las minas de plata de Brandomil. En el escudo de armas de la villa, ésta aparece partida en dos, debido a la leyenda comentada en el panfleto anterior, en donde se dice que el apóstol derribó el puente con sus perseguidores encima, en el traslado de su cuerpo a Santiago. Que he hecho los deberes y lo he leído.
    
El día transcurrió sin sobresaltos, excepción hecha de la noche, en la que el peregrino no pudo pegar ojo, a pesar de lo cómodo de la estancia, debido a los gritos de unos desalmados transalpinos, seguramente afectados por el estupendo orujo gallego, y a quienes Baco confunda de camino y que no se crucen con el mío.
Ya de madrugada,  exhausto y congraciado con el sueño reparador, el peregrino pudo descansar unas horas, suficientes para emprender de buena mañana la marcha hacia Olveiroá. Nos esperaban casi 34 km de recorrido, una lenta eternidad.
Desayunamos generosamente, y emprendimos la marcha, cruzando el río Barcala, afluente del Tambre, por el pequeño puente que nos saca de la villa.

Apenas unos kilómetros más adelante, cerca del lugar de Rapote, desde una pequeña cresta divisamos a lo lejos la escuadra alemana, en perfecta formación de a dos. Daban pavor. La peregrina comentó con certera ironía que parecía una avanzadilla de observación enviada por “Froiland Merkel” para registrar las mejores tierras y que convenía llegar antes que ellos a Finisterre para salvaguardar el marisco.

No era tarea fácil. Comandados por Klauss Gordon,(así convendremos en llamarle) avanzaban irremisiblemente hacia nosotros. Era, Klauss, un personaje no muy alto para lo que se estila por los parejes germánicos, pero sí robusto, rozando la orondez. Las cinchas de la mochila apenas conseguían retener su humanidad que se desparramaba unos palmos fuera de la cintura. Sin embargo, todos lo seguían con disciplina germánica y se detenían donde Klauss elegía y se levantaban cuando Klauss lo hacía. Una perfecta máquina de marchar. Difícilmente batible por dos desorganizados hispanos cuyas mochilas empezaban a pesar más de lo conveniente. No obstante, apretando los dientes y la vara, nos plantamos en el siguiente avituallamiento de Vilaserio después de dejar atrás bosquetes y praderías y atravesar el regato de Forxán, con unos minutos de ventaja sobre las ordas alemanas que arribaron mientras descansábamos apaciblemente.

Nos dispusimos a emprender de nuevo la marcha con dirección a Alveiróa, para, de un modo inesperado obtener, kilómetros más tarde, la más sabrosa victoria que un caminante pueda obtener. Pero no adelantemos acontecimientos. Estamos abrochando las mochilas, repostando de agua y emprendiendo la marcha hacia la victoria parcial que se avecina. Alveiroá apenas a diez kilómetros.


Orense a tantos de tantos, después del Camino.



lunes, 3 de septiembre de 2012

Ponte Maceira.

" Atrás queda el panorama pétreo de la urbe soñadora y se desarrolla el paisaje de la Mahía, tierra baja, frondosa, cubierta de pinares, jalonada de esmeraldinas riberas con saltarines regatos y boscajes umbrosos y deleitables" (Luciando Huidobro)



El Apóstol Santiago, con negra barba rizada, la espada enhiesta y aire severo se me apareció en sueños y me reconvino por lo insulso de la anterior crónica y por lo poco manso de mi actitud al poner en entredicho la ingente labor que la Santa Madre Iglesia desarrolla en tantos y tan diversos frentes. No quise yo entrar en discusión con el apóstol contando los frentes.

Así pues, borrad de vuestra mente las quejas injustificadas y atendamos a los hechos más deleitosos; entre los que no se encuentra la mencionada subida al Mar de Ovellas, latigazo seco para los muslos, punzada aguda, agonía lenta en medio de pinares y chirriantes cantos de cigarras.


Habíamos dejado atrás la Carballeira de S. Lorenzo, senderos y pequeños pueblos diseminados para entrar en el Concello de Ames; Ventosa,Lombao, Aguapesada y el susodicho alto de Mar de Ovellas cuyo descenso nos deja a orillas del Río Tambre que divide en dos Ponte Maceira y sirve de frontera natural entre los concellos de Ames y Negreira. Es el primer paraíso del Camino, un lugar para descansar a orillas del río con la monumental vista del Puente, cuya leyenda cuenta que Santiago derribó para huir de los enemigos que perseguían su cuerpo cuando era trasladado a Santiago.(Libro III del Códex Calixtinus).



                                Puente Maceira


                                   Río Tambre

Pero no corramos el riesgo de parecer historiadores; esta es una sencilla crónica de un paseo hacia los mismos lugares por donde gentes con creencias arraigadas y vidas duras transitaron; este simple hecho es para mí más que suficiente para guardarle el respeto necesario.

Apostillado lo anterior, no perdamos de vista lo esencial; el mercadeo del camino, que lleva a la publicidad engañosa; cuando leáis una flecha en donde os ofrecen algo a cambio de vuestro dinero, con la distancia a recorrer, tenéis que sumarle 200 metros más. Así pues, la flecha indicaba 100 m al lugar que habíamos concertado para pernoctar. Los 300 metros más largos del recorrido. Al menos a mí me lo parecieron.

Y la escuadra alemana siguiéndonos los pasos. Miedo daban.



En Orense a tantos de tantos.