lunes, 29 de agosto de 2011
O Cebreiro-Triacastela.
Después del abundante desayuno, con leche de las propias vacas, a las ocho de la mañana, nos despedimos de Luis y de su esposa. Recorrer el kilómetro y medio de pendiente que nos separaba de las flechas del Camino fue una dura prueba, sobre todo teniendo en cuenta el poco descanso del primer día en que aún no te has hecho a las nuevas condiciones. En el segundo día el cansancio no te permite pensar en esas nimiedades.
Non te quejes, malandrín
Non las píes, condenado
o vendré a recordarte
aquellas noches al raso
que pasé por estos mundos
durmiendo con el ganado
por colchón forraje seco
por comida, apenas grano
y de vez en cuando un higo
bajado del propio árbol.
Yantades caliente agora
y con mantel! y al amparo
de paredes de pizarra,
y bebedes buenos caldos.
Non te quejes, malandrín
que vivides como amos!"
Al acabar la empinada pendiente nos cruzamos con los primeros peregrinos que venían de O Cebreiro y soportaban en sus piernas a esas alturas ocho kilómetros. El sendero que a todos nos engullía, era de una pronunciada subida; dejamos atrás a los más remisos que se paraban a tomar aliento, con la excusa de contemplar el paisaje.
Non te eches flores, mancebo
poco mérito mereces,
si no fuera por tu dama
que no escucha tus memeces
te hubieras parado allí
rezando idénticas preces!
!
A la izquierda de la marcha las suaves crestas de los montes de O Caurel, reserva natural, nos acompañan durante un buen rato hasta perderlas, ocultas por los castaños y por los carballos, por los abedules y algún que otro nogal. Entre pueblos abandonados y murmullos de riachuelos, casi de improviso, nos encontramos en Triacastela. La etapa no había sido el infierno temido.
Valiente pelafustán
que le robas al apóstol,
¿No recuerdas que saliste
en el kilómetro ocho?
¿Cómo vas a estar cansado
infringiendo ese robo?
Deberías dar la vuelta
y machacarte otro poco...
Ocupamos el lugar número siete y ocho en el orden de llegada, a juzgar por las mochilas que eran depositadas en el suelo a medida que los peregrinos iban llegando. El Albergue no abriría hasta la una; eran las doce menos cuarto.
Triacastela, epicentro de volcanes, es un pueblo ,al igual que O Cebreiro, rescatado por y para el Camino. Vive para él y de él se alimenta. En apenas una docena de casas conviven ocho albergues con sus respectivos restaurantes y casas de comidas. Una iglesia de estilo románico, con su cementerio, domina el pueblo y concede descanso espiritual a quien se lo demande.
Allí pasamos el resto del día, descansando y tomando el fresco en las terrazas, mientras aprendíamos idiomas escuchando al numeroso grupo de italianos que nos rodeaban. Cenamos frugalmente y nos dispusimos a descansar preparándonos para la segunda etapa que prometía emociones fuertes.
La voz discordante que escucháis a veces, sin duda es la de D. Ramiro de Dospechos que, envidioso, no quiso perderse el camino....Como a él no le duele el cuerpo....
( Mal redactor estáis fecho
si tenedes que explicar
lo que el lector avezado
considera obviedad...)
En el Camino a tantos de tantos.
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Según confiesa J. K. Toole (La conjura de los necios), hay tres caminos: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. Leo tu magnífica narración sobre el camino que ahora te ocupa y recuerdo, oyéndote hablar de castaños, abedules y nogales, lo rara, absurda y caprichosa que podía ser la vida para Delibes cuando pensaba en aquellos que al cabo de catorce años de estudio no eran capaces de acertar a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. Desde este camino precisamente, el que he podido recorrer, es desde donde ahora puedo disfrutar enormemente con el que tú andas y que tan amablemente compartes y envidiar el talento descriptivo de tu mirada.
ResponderEliminarTe deseo que lo disfrutes intensamente.
Y que sigas contándonos; es posible que así nos animemos.
Un afectuoso y admirado abrazo.
FJavier, yo he estado en los tres. Incluso me he desviado de ellos! Pero, sin duda, el que más tiempo transitamos es "el que te dejan recorrer". Ya sabes, a veces te encuentras con puertas en el campo y tienes que dar un rodeo. Cuesta realmente dirigir tus pies a donde te lleva la mirada.
ResponderEliminarSaludos.
Sin quejitas porque luego no vale siga usted caminando aunque las ampollas le duelan hasta los mismos huesos... me encanta leerlo desde la comodidad de mi oficina.... espero con ansias locas el siguiente relato...
ResponderEliminarBesos de animo....
Ahora me quedo a la espera de una nueva entrega, pero ya veo que no hay quejas por ampollas en los pies, ni el olor que estos desprenden en los albergues...
ResponderEliminarUn saludo
Compañeros tiene el silencio que saben tejerlo en las miradas y en los pasos. Compañera tienes tú tejedora de cómplices silencios de silenciosas palabras que han de ir fraguando en tu ánimo ese paisaje de ternura que en todo se cita con lo hermoso.
ResponderEliminarUn hombre que camina y escribe con ese ingenio no puede ser sólo tiene que ser, necesariamente, él y su alma.
Recibe un fraternal abrazo.
No, este año, la experiencia es un grado, no ha habido ampollas, pero sí algún que otro tropiezo..Salga usted de la oficina, Doña, y zapetee un poco por la ciudad!
ResponderEliminarTendré que demorar unos días las entregas, Dña cuarenta, porque salto en unas horas para la segunda parte del Camino, intentando llegar el sábado a Santiago..
ResponderEliminarTriacastela, esa piedra negra, qué parajes, caminante.
ResponderEliminarSaludos blogueros
!que lastima no sentir en el alma, a Triacastela¡ Si pudieras quedarte cuatro o cinco días, verías la magia que tiene, entenderías el por que de su nombre, y la paz que en ella se respira. No es solo camino y albergue, no es una etapa del camino, es todo y es mas, pero hay que conocerla, hay que viviría.
ResponderEliminarJosé Alfonso, ambos te agradecemos tus palabras, poesía y alivio, capaces por sí solas de enardecer el ánimo, necesario para, en unos minutos, retomar lo comenzado hace días.
ResponderEliminarMi profundo agradecimiento por tu cariño.
Espero, José Antonio, que tu profundidad y cariño hacia Triacastela supla con creces mi superficialidad que ha puesto de manifiesto Luarfo.
ResponderEliminarLuarfo, tienes toda la razón, amigo; he pecado de soberbio. Seguramente el cansancio acumulado no me haya permitido contemplar la belleza de sus colinas, de sus senderos y ese magnetismo que posee y que me ha hecho sentir muy a gusto, ayudado por la amabilidad de todas sus gentes..
ResponderEliminarA mi me ha encantado todo el camino excepto una cosa....eso de la leche de las propias vacas!!!! Dios!!!! yo no me bebía eso ninini..harta de vino !!!! yyyyyyyy con tóda la nata!!! puajjj!!!
ResponderEliminarBueno que me ha encantado le felicito.