El Molusco Gigante Part Chou.
El sargento entró de nuevo en el hall en donde se hallaba la mujer, que había atado la perrita a la estufa catalítica Super Ser que se encontraba en un rincón pegada a la pared.
A los pocos segundos entró también el cabo.
- Cómo le iba diciendo señora, continuó el sargento retomando el aire protocolario que había abandonado por la interrupción del cabo, tengo algo del máximo secreto que confesarle. Lo que voy a revelarle lo saben muy pocas personas, entre ellas nuestro invicto Caudillo a quién Dios guarde por muchos años.
La mujer vió como el sargento se volvía y mano derecha en alto, palma hacia abajo, saludaba al retrato del Caudillo que estaba a la derecha del Crucifijo.
-Número uno, continuó el sargento, su marido está sano y salvo.
Pareció aliviada al pensar que podría volverse a casa a descansar. Quiso hablar, pero el sargento le interrumpió con un gesto de su mano.
- Número dos: tiene que jurarme por lo más sagrado que lo que oirá aquí esta noche morirá con usted, no pudiendo trasmitirlo a nadie ni oralmente ni por escrito haciéndose merecedora de garrote vil si así no lo hiciese y en su defecto a la pena que las leyes oportunas tengan por conveniente.
¿Me ha entendido, señora?
La mujer que no había entendido apenas nada del farragoso párrafo, sacó en conclusión que era algo muy serio y afirmó con la esperanza de irse a dormir cuanto antes.
- Cabo Lancho, interpeló en voz alta, traigame la Biblia y tómele juramento a la señora según el Protocolo para estos casos.
El cabo Lancho salió del Hall con presteza, pero en cuanto pensó cinco segundos se dio la vuelta y susurró al sargento,
- Mi sargento, no tenemos Biblia, ni tampoco protocolo para estos casos.
- Carallo, Lancho, es que voy a tener que hacerlo yo todo..?
Elevando la voz, el sargento ordenó:
- Cabo Lancho, baje el crucifijo, yo mismo le tomaré juramento, según el protocolo para estos casos excepcionales.
El cabo Lancho se subió a una silla y entregó el crucifijo al sargento quien con un soplo lo limpió del polvo acumulado. La mujer tosió al recibir el polvo del Cristo y automáticamente se santiguó.
- Bien señora, pudo continuar al fin el sargento, antes de entregarle a su marido tiene que hacer juramento ante Cristo y ante la autoridad. Ponga la mano en el crucifijo.
Así lo hizo la mujer que vió cómo el sargento se cuadraba y con voz solemne comenzó:
- Repita conmigo.” Yo- aquí diga su nombre- en presencia de la autoridad competente divina y humana, juro por mi salvación eterna que de lo que aquí oiga no saldrá jamás ni una palabra, ni un gesto. Si así lo hicere, es mi obligación. Si no lo hiciere, quedo advertida de los perjuicios que ello me acarrearía al amparo de las Leyes Fundamentales del Movimiento y muy concretamente de la Ley de Secretos del Territorio Español y playas adyacentes, en donde se viene a decir que “ quién no observare los secretos..etc,etc.” será acreedor de las máximas penas estipuladas para ello en dichas leyes.”
El cabo Lancho no salía de su asombro ya que en su vida había asistido a juramento de ese estilo y si no fuera por lo cabal que siempre le pareció el sargento, diría que le había dado el sol en el tricornio. Y debajo.
Sea como fuere, la mujer repitió sílaba a sílaba lo que al sargento se le iba ocurriendo.
- Bien señores, ya es como si fuera de la familia de la Benemérita, ya puede compartir el secreto, proclamó el sargento como liberado de un gran peso.
El sargento se permitió un descanso en su rígida postura y tomando un tono de voz más cercano continuó:
- Verá, señora, desde hace años se están produciendo por estas fechas desapariciones como las de su marido. Desaparecen en La Lanzada y aparecen en la playa de Silgar en Sanxenxo. Realizadas las pesquisas oportunas por parte de la Benemérita, la Guardia Civil señora.- dijo aclarando por si la mujer no le hubiese entendido-, se ha comprobado sin lugar a duda alguna que se trata de una Navaja Gigante.
Ante la sorpresa de la mujer y temiendo haber ido demasiado lejos, continuó:
- ¿Ve por qué ha de ser esto secreto.? Si lo pregona, además de hacerse acreedora a las pertinentes penas susodichas, la tacharían de loca o simplemente no la creerían. Permítame que continúe. La navaja, es un molusco que para ocultarse de sus depredadores,- de sus enemigos que se la quieren comer, aclaró mirando de nuevo a la mujer-, escarba en la tierra y se hunde para no ser detectada. Por algún motivo, por alguna alteración de la naturaleza, esta navaja ha devenido en Gigante al conseguir vivir años y años , ha excavado un túnel y cuando se sumerge arrastra consigo cualquier objeto, animal o humano que se encuentre encima. La persona, animal u objeto arrastrado es transportado por succión hasta la playa mencionada en donde emerge pero por la falta de oxígeno del viaje queda inconsciente durante horas. Hay casos en que han aparecido ahogados. Su marido ha tenido suerte.
Desde nuestra experiencia en otros casos semejantes, nos permitimos aconsejarle lo siguiente a fin de que su marido no sufra los terribles males que sufrieron otras víctimas anteriores.
- Número uno: Durante los próximos diez días no puede pisar la playa.
- Numero dos: Un paseo al día a buscar el periódico y a descansar por la mañana tomando una cañita en una terraza.
- Número tres: es inevitable una siesta después de comer y al acabar otro paseíto a la sombra y un vinito en una terraza. Pruebe el Albariño, es ideal para curar algunas depresiones.
- Si usted cumple con todos estos consejos, podrá disfrutar del sol en la playa y tener unas felices vacaciones. ¿Podrá usted hacer eso por su marido? Tenga en cuenta que ha sido una experiencia muy estresante, rayando la locura.
La mujer le miraba sin saber qué decir, pero finalmente prometió cumplir con todos los consejos que el sargento le había regalado.
- Ya puede llevarse a su marido y tenga mucho cuidado, no le hable de esto hasta que no se encuentre mejor. Quizás sea conveniente no volver a mencionarlo.
Angel Izquierdo salió con aire entre despistado y contrito, la mujer se fue hacia él y mirándolo de arriba abajo le entregó la perrita que estaba saltando de alegría, salieron y se perdieron en la oscuridad.
- Lancho, dijo el sargento, devuelva el crucifijo a su lugar pero antes prométame que jurará donde haga falta que esta noche no ha venido nadie al cuartelillo. Ya arreglaré lo mío en confesión con el padre Blas. Me voy a la cama.
El cabo Lancho volvió a colgar el crucifijo, agradeciéndole vívamente la inspiración que le había insuflado a su sargento, bajo cuyas órdenes estaba orgulloso de servir.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
La mujer jamás pronunció palabra alguna sobre los hechos acaecidos aquella noche, no obstante lo cual, la leyenda del Molusco Gigante se extendió por todas las Rias Baixas apagándose únicamente con el ruido de las lanchas de los traficantes de droga.
Angel Izquierdo pasó los mejores diez días de su vida, fugándose años después con la chica de la limpieza de su empresa. Acompañado de la pekinesa.
El sargento Pombo pidió la excedencia de la Guardia Civil y se matriculó en la Uned acabando brillantemente, en diez años, la carrera de Psicología.
Pepe el Botellas sigue pescando, pero ahora en lugar de pescarlas con cocacola, mezcla limón con la ginebra. Los tiempos cambian.
En el lugar de los hechos, a tantos de tantos.
viernes, 27 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ja ja ja, El polvo de Cristo, Amén.
ResponderEliminarFelices tus vacaciones en La Lanzada, me alegro.
Un abrazo.
Me ha encantado la leyenda moderna, D. César. Me gusta ese sargento Pombo, todo un personaje que merece más larga trayectoria, y su retorcida retórica administrativa galaica que no desmerece en nada a la del capitán Pantoja, en "Pantaleón y las visitadoras."
ResponderEliminar¡Que calladito se lo tenía usted! Ahora resulta que TIENE EL DON! Le felicito, amigo, y me gustaría leer más historias del sargento Pombo.
Imagino la situación del cuartelillo,el cabo,el sargento ,el cuarto de puertas,la máquina de escribir para tomar declaración,el crucifijo empolvado, el cabo pasando esta denuncia al control via aparato morse,el sello de la Guardia Civil,por supuesto ese cuarto de puertas ruinoso como todos los cuarteles...Un cabo aturullado a lás órdenes de un sargento ,....en fin he recordado a mi padre,que era sargento.
ResponderEliminarMagnífico relato es como para llevarlo al cine.!!!!!
Feliz Camino, Peregrino.
ResponderEliminarLo recorrerás entero? El Francés? Oí decir que el del norte es precioso y este año está menos transitado. Cada vez me relaciono con más personas que lo han hecho, uno u otro, o todos.
Será una señal? Asignatura pendiente.
Hasta la vuelta. Un abrazo.
Buena leyendaaa jajajaja... totalmente de acuerdo con el punto 3 el albariño tiene poder curativo... y ayuda a hacer cuadrantes horarios de invierno jajajaja...
ResponderEliminarBesos desde el abismo...
Ja...Mentiras piadosas de ese tal Salrgento Pombo, mire usted a mi me parecen una sarta de mentirosos, inventar una leyenda por cubrir a un amigo.....Ja ja ja...es broma me gusto muxoooo me da una buena idea para cuando se me pierdan los pasos...jijiji...a ver que leyenda me invento para cuando me quiera fugar una noche...
ResponderEliminarQue tengas un buen fin de semana
Te dejo besos con cariño
Muy original.. amén..
ResponderEliminarUn abrazo
Con mis
Saludos fraternos de siempre..
Que disfrutes de un hermoso fin de semana..
Te leí César, pero esto me supera.
ResponderEliminarMañana o dentro de un rato te comento.
Salud! -que el Albariño me lo llevo yo-
Estimado amigo, derrochas imaginación y conocimiento del medio, entendido como un todo patrio en el que se mestura lo divino y lo humano en todo el esplendor de sus debilidades y habilidades, en una palabra, en sus grandezas y miserias, que de todo ahí en uno y en el otro. Porque humano es fugarse aprovechando la oscuridad y la beatifica coartada de un hombre botella para darse un garbeo por los ardientes arenales de la noche que se debate enardecida de pasión entre los extramuros de Sansenxo y el malecón de Portonovo. Como humano es también tratar de justificarse más tarde a costa de la razón, que para eso está para echarnos una mano cuando nos falta imaginación. De la humanidad de la Guardia Civil, que decir, la viene derrochando a lo largo y ancho de nuestra humanidad desde tiempos inmemoriales. Pero alejándonos de la tentación de la carne y la carne tentada, para hablar de lo divino que se residencia en la sana intuición del sargento Pombo, comparable sólo a su fructífera imaginación capaz no sólo de resolver el triple enigma sino de darle una explicación capaz de apaciguar a unos y otros, que para eso está tan benemérita Institución.
ResponderEliminarLo del sello de la Guardia Civil encima del “insolvete” sello de la discoteca se me antoja genial.
En fin un navajazo de imaginación lleno de ironía y desparpajo literario digno de algo más que cariño, a la admiración me refiero.
Recibe un fraternal abrazo.
Que decir después de los comentarios ya vertidos... solo que estoy de acuerdo con NV BALLESTEROS, en cuanto al comentario de Don José Alfonso Romero P. Seguín sobre la humanidad de la Guardia Civil, viene a ser como lo de “inteligencia militar” pura contradicción, yo diría más bien aquello de... entre bomberos, no se pisan la manguera.
ResponderEliminarEso sí, cómo relato, me he reído un montón.
Desternillante. Es domingo por la mañana, temprano. Cómo te agradezco haberme reído de buena mañana.
ResponderEliminarMe ha parecido muy original y divertido...lo de limpiar de polvo el crucifijo ha estado genial...de peli de Almodóvar!!
ResponderEliminarTe seguiré