La Cita (I)
Era mi primera cita importante si no tenemos en cuenta las citas con el director en su despacho. A medida que pasaban las horas surgían los pensamientos y las preguntas sin respuesta. Estaba atrapado, no podía hablar de aquello con nadie y debería arreglármelas sólo, a pesar de algunos consejos que mi ángel de la guarda me soplaba al oído de vez en cuando…”no vayas sólo, ten cuidado.” ¿Y cómo podía dejar de ir sólo? Cállate, no seas memo, estuve a punto de contestarme a mí mismo.
Lo que no comprendía muy bien era el hecho de que tuviera que arriesgarse a entregarme papel alguno, si en la comida nos veríamos y podría hacer conmigo lo que le viniese en gana. Seguramente quería ponerme nervioso pensando en el tocho de libro que tenía que leer. Bocaccio no era ninguna tontería Porque seguramente querría que siguiésemos leyendo.. Sí, quería ponerme nervioso y lo estaba consiguiendo. Desde que leí aquel papelito, aún dentro de la iglesia, no pensaba en otra cosa; no atendía a lo que me decía D. Benigno, no apagué las luces de la sacristía, no cerré el sagrario y lo que es peor, no apagué las velas con lo que malgasté todo lo que había conseguido con el cepillo, atentando seriamente contra el patrimonio de la Santa Madre Iglesia, siempre dispuesta a perdonar los pecados, aunque éste le cueste especialmente. Sabido es que la Iglesia está siempre con los ricos y poderosos para mayor gloria de Dios.
Con ser todo lo anterior grave a mis ojos, nada me preocupaba tanto como el pensamiento de aquella Lucifera con cara de ángel con su mano en el bolsillo de mi pantalón. Reconozco que estuve a punto de confesarme con el cura, pero finalmente se impuso mi poco sentido común pensando en no involucrarla.
El río era mi refugio para cada momento de desconcierto o frustración y de momento era sólo desconcierto lo que sentía, así que salí corriendo hacia el río, aún a sabiendas de que si se enteraba el cura tendría serios problemas para conservar la cara intacta.
Pero me relajaba sentarme en la orilla, lanzar unas cuantas piedras y ver como se deslizaban a saltitos a través del agua yendo a morir en la orilla.
Finalmente me quedé mirando fijamente al otro lado del río, recordando los días anteriores y todo lo que había escrito para Rosita, en el intento de conquistarla, pobre de mí. Por supuesto se merecía unas poesías, la prosa está devaluada; recuerdo lo primero que escribí para ella:
Rosita de La Coruña,
Eres más guapa que yo..
Por eso te quiero tanto
Y te doy mi corazón.
Afortunadamente en el último instante encontré esos versos algo infantiles incluso para mí y nunca se los entregué, pero valieron para que mi interés por la poesía se acrecentase y leyese cuánta poeta cayera en mis manos con la intención de ilustrarme y atraer a las musas, pero como no tenían demasiado interés en acudir, literalmente plagiaba.
Por aquel entonces estaba muy de moda entre los adolescentes Gustavo Adolfo Becker al que devoré con el deseo antes expuesto de que se me pegase algo de su sensibilidad, pero ni por ósmosis. Nada. No obstante era yo de una extirpe de cabezones y seguía intentándolo con todas las fuerzas.
Por una mirada, un mundo
Por una sonrisa, un cielo
Por un beso…
Yo no sé que te diera por un beso.
No son versos míos, sino de Gustavo Adolfo. Los míos son estos otros:
Por ver tus ojos, madrugo
Por ver tus dientes, me peino
Por un beso…
Quemaría los rastrojos por un beso!
No era plagio, las palabras era mías y Rosita sabría reconocer mi esfuerzo. Algo estaba adelantando.
De Bécker pasé a Rosalía de Castro, pero era muy triste y en aquel tiempo necesitaba optimismo, no tristeza. La pobre Rosalía estaba siempre deprimida:
Adios ríos, adios fontes
Adios regatos pequenos
Adios vista dos meus ollos
Non sei cando nos veremos…
No me digáis que no eran unos versos para una despedida, más que para un encuentro..
No obstante le saqué utilidad:
Hola pétalo de flor
Te saludo alegremente
Adios tristeza contigo
Me tienes siempre caliente..
Bueno, reconozco que la rima era muy consonante, se notaba claramente que rimaba. Decidí cambiar el último verso que expresaba perfectamente lo que sentía, pero no quería que Rosita lo supiera de esa forma. Así que lo sustituí por…”te tengo siempre presente…”
Dejé a Rosalía y me dispuse a encontrarme con Neruda.
El tiempo en el río pasaba con rapidez, alcé los ojos y mirando al sol, supe que era muy tarde. Asumí la bronca y me dispuse a volver para preparar la mesa y afrontar el encuentro que tanto me había perturbado.
Hay un refrán que dice, por mucho que escapes de tu destino, perecerás en él. Si no lo hay deberían de inventarlo.
Orense a T.T
miércoles, 2 de diciembre de 2009
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Rosita va despertando poco a poco al inocente chico... esperemos que él se desenvuelva mejor durante su cita en la biblioteca, que como lo hace escribiendo poemas.
ResponderEliminarGenial Cesar, me encanta leerte.
Besitosss
Tendré que seguir esperando, cachis la mar!!
ResponderEliminarBuen guionista de folletines habrías sido...;-D
Muxu bat
Ram
Observo una cierta evolución poetica motivada por la cabezonería innata del poeta y la necesidad de impresionar a la destinataria de dichos versos. Quizás podría realizar un estudio coherente, mucho más profundo y desapasionado, si dispusiera de datos, lease análisis parcial del escritor,influencias politicas y educacionales, recompilación de todos los versos escritos, pero hasta que toda esa información obre en mi poder, aventuraré una opinión provisional a la espera de poder realizar una interpretación más certera y ecuánime.
ResponderEliminarY como lo he dicho de un tirón, se me ha quedado la boca seca y me voy a por algo para beber. Así que lo dicho... Besos y bla, bla, bla
PD: Divertida la foto
Sweet, dicen que "intelectus apretatus, discurris que rabias..". El chico tenía que aprender a la fuerza, el Halley sólo pasa cada 75 años, creo..No es cuestión de no estar atentos..
ResponderEliminarFolletines, Ram???..jejeje..es el mejor halago que me haya hecho el enemigo..!
ResponderEliminarDe todos modos, los halagos ya no me afectan, como tampoco las críticas. Alguna vez al acabar de escribir una frase, me encuentro riendo sólo y eso ya me recompensa.
Estoy pensando en comenzar una historia en donde todos/as podáis escribir un capítulo..
Ummm...me gustan las psicólogas, me río tanto con ellas!
ResponderEliminarSi quieres más datos, I am, has de leer entre líneas..( y en su defecto, te envío la biografía contra reembolso..jeje..)
La recopilación de mis poesías sería tarea fácil, me gusta Quevedo, con eso está todo dicho.Pero espero ansioso tu ecuánime dictamen..
Hola, te sigo leyendo. No seas tan exigente con tus versos de la niñez, llevan la ternura de quien estaba descubriendo el estado de enamoramiento al que te llevaba Rosita.
ResponderEliminarA mí particularmente la parte que más me gustó es la de ir a lanzar piedras al río :)
Un abrazo
Gracias, aurora, sé el esfuerzo que haces para seguir leyendo, así que intentaré mejorar los versos para que no te arrepientas..
ResponderEliminarMe he divertido mucho leyendote César, especialmente tus "vivencias" con Rosita, jajajja
ResponderEliminarMe has hecho recordar mi infancia, en un pueblo y en el campo...claro que el mío no se llamaba Rosita...Era Francisco...Está claro que en los pueblos vivimos más intensamente y... digamos con más picardia. Estoy ansiosa por leer la cita en la biblioteca... Gracias César, es un placer leerte.
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