viernes, 31 de enero de 2014

Pepe "O Parranda."



El día que leí en la prensa la noticia no le presté más atención que la que se le concede a un despiste propio de la senectud. Rezaba así: “Octogenario circula en sentido contraria durante 20 km por la a-52. “
La noticia tomó un cariz diferente, más íntimo y cercano, cuando en una visita al pueblo en Navidades , me explicaron quién era el anciano y porqué viajaba a Vigo.
Pepe “O parranda” era el osado conductor. Me caía bien O Parranda, a pesar de las continuas broncas  a que nos sometía en mi adolescencia a causa del fútbol.  Del balón de fútbol, más concretamente.  El campo de fútbol de mi adolescencia era un erial irregular atravesado por un camino que acababa en  casa de Pepe “O Parranda”. Sendas gavias permitían el paso del agua de lluvia que en aquella etapa de mi vida parecía no acabar nunca. Ese obstáculo natural era preciso salvarlo con una patada a seguir y un salto que no siempre acababa en el lugar deseado. A menudo el balón practicando una elipse imprevista entraba en el patio de Pepe, con gran algarabía de las gallinas a la que seguían los gritos del afectado desde el balcón. A menudo se quedaba con el balón teniendo que dar por terminado el partido en ese momento. No obstante lo que más sacaba de sus casillas a Pepe era otra cosa, que jamás estará dispuesto a admitir.
No era un hombre alto, por decirlo sin acritud. Poseía por entonces una moto Guzzi que utilizaba para el trabajo. Estaba orgulloso de su moto, la única del contorno, y le llevaban los demonios que cuando él transitaba por el camino hacia su casa, atravesando el campo de fútbol, continuásemos  jugando con toda tranquilidad obligándole a parar  en algunas ocasiones, teniendo que ladear le moto para poder echar pie a tierra con las consiguientes risas de los futbolistas. A pesar de todo, Pepe me caía bien. También porque era el padre de uno de mis mejores amigos de adolescencia.


Imagino que ese día “O Parranda” se mostraría extrañado  al comprobar el número de conductores que le saludaban con las luces al cruzarse con él.
Lo que más me sorprendió fue el motivo del viaje. ¿Qué hacía un octogenario  viajando con su novia, una moza de 60 años de un pueblo vecino, en dirección a Vigo y dejando a su esposa en casa? Sin duda un motivo importante y de peso. Su novia tenía cita para una reducción de pechos, que los médicos no prescribieron pero que ella consideraba necesario. Parece ser que Pepe se había quejado alguna vez del volumen de aquellas mamas, tal vez rememorando los balones de fútbol que años atrás nos había hurtado. Y ella no quería desaprovechar el ímpetu que a él le proporcionaban aquellas píldoras moradas que periódicamente, obviando las recomendaciones de austeridad de las autoridades sanitarias, le recetaba el médico.
La Guardia Civil de tráfico después de detenerlo le reconvino y Pepe mientras veía como cargaban el coche en la grúa se defendía arguyendo que él nunca había abandonado su derecha y que dejaba espacio suficiente para los que venían de frente.
Aún tuvo los reflejos de dar la dirección de su novia y así pudo entrar con su coche en casa sin que por el momento nadie se enterase del percance.
Días más tarde los hijos preocupados por la merma, injustificable para ellos, del saldo de la cuenta corriente, le ingresaron en el asilo. Cada día los vecinos le ven pasar en dirección al pueblo de su novia.
                                
Orense a tantos de tantos.





miércoles, 15 de enero de 2014

A propósito de Gamonal




D. Manuel Cabezas fue alcalde de Orense desde 1999 a 2007. Un buen alcalde a mi juicio. Dos legislaturas completas y tres cuartos de otra en la que sucumbió a las presiones de sus enemigos del mismo partido, del sector de la boina, delegando sus obligaciones en su amigo Enrique Nóvoa "Poli"
El Sr. Cabezas llegó a la alcaldía llevando entre sus promesas electorales el derribo y posterior traslado del edificio de la izquierda, sede entonces de la policía local, a otra ubicación con el loable fin de despejar la magnífica catedral de Orense, desconocida  tal vez por escondida.


 En sus tres legislaturas no encontró un hueco para cumplir su promesa electoral pero en compensación permitió que se levantase el edificio de la derecha. Un monstruo y un baldón en la conciencia de todos los orensanos. Cuando se supo que se construiría tal adefesio, unas 250 personas se manifestaron en la plazoleta exigiendo su inmediata paralización. Las juras fueron tan fuertes que a todos ponen espanto y al día siguiente 150 personas de nuevo se manifestaron con tal fin. La reunión sirvió para saludar a viejos amigos, aceptar que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible y mira quien hace los pisos, tu sobrino trabaja con él y tu cuñado le pone la escayola y un crucifijo de hierro y una bandera con palo. Al día siguiente, a pesar de los informes negativos de todas las asociaciones culturales y del Arte, 50 personas se manifestaron. Y fuéronse y no hubo nada. La vergüenza permanece intacta taponando las escalinatas de la catedral y lo hará por los siglos de los siglos. Cada día me veo obligado a pasar por allí y cada día siento el dolor profundo de no haber podido hacer más por mi ciudad evitando que cada turista o amigo que nos visite se compadezca de la pusilanimidad de los orensanos que tenemos lo que nos merecemos.
Por eso no entiendo los razonamientos que se hacen ahora en torno al barrio de Gamonal en Burgos, que afirman que los vecinos ya sabían que se iba a construir lo que sin duda acabará construyéndose. Promesa electoral, dicen. Como si no estuviesen baratas. Los ciudadanos siempre somos los paganos de todos los errores; si no se cumplen las promesas electorales que nos favorecen, toma. Y si se cumplen las que no nos favorecen, toma también.
En modo alguno soy de fomentar las algaradas, pero hay momentos en que los ciudadanos debemos exigir a los políticos que gobiernen con cordura porque su historial de despropósitos les precede y es alargado.
Y ya es hora de que los políticos se corten, en lenguaje coloquial, y no quieran pasar a la posteridad por encima de los cadáveres de los ciudadanos. Tal vez cuando se formuló la promesa fuese posible la obra, pero cualquier necio sabe que en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Y si la haces has de contar con quien  va a sufragarla. Sencillo. Y útil.


Orense a tantos de tantos.


La hermosísima catedral de Orense. 


El Cristo de las barbas

martes, 7 de enero de 2014

El Arrebato.







La mujer permanece bailando en un ángulo de la sala al ritmo de la música de Arrebato. Da la espalda a los comensales que descansan saboreando el chocolate de madrugada. La mesa  41 está ocupada por una pareja de unos 35 años, él, pantalón crema y camisa negra, se adorna con un collar de serpentinas de colores. Se levanta y sin apenas mover los pies levita por la sala abrazando el aire y llevando de cuando en cuando dos dedos a sus  labios en dirección a la mesa 41. Sus movimientos suaves, armónicos, cadenciosos, le llevan al rincón en donde se encuentra la mujer paya.  Ella acepta el envite y se vuelve hacia él intensificando los movimientos  intentando que parezcan sensuales. El hombre gitano dirige la vista a la mesa 41 e inventa un hermoso quiebro que rodea y esquiva a la mujer paya sin apenas mirarla. Levitando, acariciando el suelo con sus pies y dibujando con sus manos chicuelinas en el aire de la sala se acerca  a la mesa en donde se encuentra la gitana. Intenta que  le siga a la pista pero ella niega con la cabeza; el gitano toma su cara y la besa en los labios, dirigiéndose de nuevo al centro de la sala de baile. La mujer que permanece bailando en el ángulo de la sala, al ritmo de Arrebato, avanza decidida al encuentro del hombre gitano quien dibujando una elipse sobre sí mismo se desmarca de la mujer dirigiéndose  hacia el trío musical que en este momento muda de registro  acallando la voz de Sabina la de el Arrebato. La mujer se esfuerza en hacerse visible contoneándose sensualmente  al ritmo de la música pero el hombre gitano se parapeta tras los músicos ignorándola de nuevo.

La mujer permanece cimbreándose en un ángulo de la sala, dedicando sus movimientos y su mirada al hombre  gitano mientras en la mesa 41 la mujer gitana dirige  miradas a la mujer que baila  que en la mesa 42 parecieron de conmiseración.
La mujer permanece bailando sola en un ángulo de la sala al ritmo de Sabina. Lo suyo duró lo que dura un hielo en un wisky on the rock.
En la mesa 42 se comenta que si la gitana se hubiese levantado tomando a la mujer que baila sola en un ángulo de la sala por los pelos, nadie movería un dedo en su ayuda.

En Orense en la noche de Reyes.

domingo, 5 de enero de 2014

Aquella noche.


                   

Las cicatrices son experiencias a menudo dolorosas;  remiendos en la piel que añaden valor al vestido de la vida. Las invisibles son las más lacerantes, aquellas que  rondan periódicamente, siempre latentes y siempre dispuestas a atacarte al menor signo de debilidad. Imagino que por eso adoptamos ese aire de dureza ante la vida y ante las personas. Imagino que por eso en Navidad nos rodeamos de más gente, para darnos ánimos, para aprovechar la fuerza del grupo y respirar al unísono el aire cálido y el amor de los seres queridos.

Te fuiste sin decírmelo. Jamás hemos tenido el valor de hablar de ello, de aquella noche. ¿Qué sabíais?
Qué susurros callados, qué murmullos..? Qué premoniciones nefastas, qué temores..?

No hemos tenido tiempo en 40 años para hablar de ello. Búscalo, perdónale y dile lo mucho que pude añorarle. Y que siempre le he perdonado por irse de aquella manera.


Díselo.



Pensando en él.

http://nuncaestardesilachicallega.blogspot.com.es/2009/12/in-memoriam.html