El viaje.
- En cuanto el comandante Julián del Águila tomó el micrófono
para saludar al pasaje, comprendí que nada malo podría ocurrir en aquel vuelo.
- El día era claro y no
se esperaban tormentas. En breve sobrevolaríamos tierras de varias regiones de
Europa, para aterrizar, en dos horas y media, en el aeropuerto de München. La voz del comandante sonaba segura y
tranquila.
- El avión venció la inercia y en un leve balanceo se dispuso a alinearse en la pista esperando
la orden de salida.
- La cara de satisfacción del pasajero del 24 E mudó al
instante en cuanto el aparato comenzó a moverse con un ruido preocupante de
latas en la puerta más cercana a la cabina. Cesó en su movimiento mientras los
pasajeros se miraban unos otros buscando seguridad en sus vecinos. Tres minutos
más tarde, unos golpes de martillo en la zona de dónde provenía el ruido no
contribuyó a calmar los ánimos; los más optimistas emitían chascarrillos y
risas, tal vez para ahogar su preocupación.
El pasajero del 24 E tomó el manual E-30 de “instrucciones para caso de
accidente” demostrando la inutilidad de los aspavientos de la azafata señalando
las puertas de salida, minutos antes. El silencio del interior del aparato se
convirtió en un murmullo de preocupación cuando a causa de los martillazos, o
tal vez por una de esas casualidades impropias de la casualidad, una portezuela
donde se guardaban los equipajes se abrió arrastrando un jersey negro cuya
manga negra quedó colgando como un crespón intimidatorio. La pasajera del 24F
buscó algo en su bolso y extrajo un rosario, negro, que no ayudó a tranquilizar
a su vecino de asiento.
- Una voz ronca, sonó al fondo del interior del aparato: “que
nadie se preocupe, aún no estamos en el aire y no tenemos por qué estar. Nos
levantamos y salimos.” Un murmullo de
aprobación recorrió el interior y alguno de los más decididos se levantaron de
sus asientos con la intención de recoger
sus equipajes de mano. Una azafata salió a la carrera hacia la cabina. La voz modulada del comandante del Águila, sonó
de nuevo segura: Señores pasajeros, les habla el comandante. Les ruego
ocupen sus asientos, nuestras azafatas les servirán un refrigerio por gentileza
de la compañía en tanto nuestros técnicos revisan el aparato. En cuanto
disponga de más noticias, les serán comunicadas a la mayor brevedad.” Repitió
el mensaje en varios idiomas más y todos advirtieron la cara de alivio de la
alemana del asiento 16E.
- Los ánimos se calmaron ligeramente y los pasajeros que se
habían levantado volvieron a sus asientos mirando con preocupación por la
ventanilla del ala de donde provenían los ruidos.
- Abajo dos operarios maniobraban con una escalera móvil que
estaban retirando en ese instante. El gracioso del asiento 26 A buscó en su
móvil música y en el silencio del momento se pasearon de proa a popa las notas del
réquiem de Mozart que nadie identificó, afortunadamente.
- Eso, eso, un poco de música para animarnos, se atrevió el
pasajero del 15B.
- -
No seás pelotudo, quitá eso, se oyó la voz
cantarina del pasajero del sombrero y acento argentino.
- -
Aún no estamos muertos, boludo, terció.
- El gracioso del 26A bajó el
volumen, mientras la azafata retiraba la manga negra que balanceaba en lo alto
cerrando la portezuela con un movimiento
enérgico. El capitán del Águila tomó de nuevo la palabra para intentar
tranquilizar..
- -
Señores pasajeros, les habla de nuevo el
comandante; nuestros operarios han detectado el fallo y lo han solucionado en
tiempo record. Ocupen sus asientos, abróchense los cinturones, en breves
momentos iniciaremos el despegue.
- Los pasajeros se miraron unos a
otros dudando de la palabra del comandante. Malditos tiempos estos en que
ninguna palabra te da tranquilidad.
- Entre las gracietas del pasajero
del 26A , el vuelo AEFB325 tomó altura suavemente mientras se oían nítidos los
rezos de la pasajera del 24F, pidiendo a dios que no la dejase morir sin haber
conocido a su nieto. La azafata, atenta, le preguntó la edad del niño. Ella
respondió que su hijo aún no se había casado, pero el Señor sería generoso.
- Dos horas más tarde, el vuelo
tendría que aterrizar en Munchen. La
preocupación de los viajeros oscilaba entre el aterrizaje y la recogida de las
maletas.
- Pero esa ya es otra historia.
-
-
"Buscando seguridad en sus vecinos", ahí comienza y ahí se define literatura, en esa verdad que hasta la verdad esconde.
ResponderEliminarLa literatura es narrar la bisagra de los acontecimientos que marcan a los hombres y sellan el destino de las cosas.
El hecho de no haber iniciado el vuelo, es también espacio de esa misma naturaleza.
Un magnífico relato amigo César.
Gracias por compartirlo.
Un fraternal abrazo.