miércoles, 20 de abril de 2016

¿A quién favorece?



Cada vez que se perpetra un delito, dicen los criminólogos que  la primera pregunta que se plantea el investigador ya desde los tiempos de Rómulo, es siempre la misma:  ¿a quien favorece?
El periodismo, como el sacerdocio es vocacional y como éste, pasa el cepillo de vez en cuando, demasiado a menudo, a mi parecer, para satisfacer sus necesidades materiales. Y yo no tengo nada en contra, salvo si quieren convencerme de que lo que meto en el cepillo es por mi bien. Eso las Iglesias lo saben hacer de maravilla, pero no me lo esperaba, o sí, del periodismo.
Hace unos días, una cadena de TV entrevistó a un conocido ex_recluso que había sido condenado por pertenencia a banda armada, creo recordar. A Eta.  Yo no lo he visto, como no veo lo que no me apetece y sí aquello que me apetece. Perogrullo.
Enseguida se armó el clásico batiburrillo en las redes sociales, a favor y en contra. Y como siempre, se desvía la atención hacia lo secundario para no hacer frente a lo principal. “Los que critican la entrevista sin verla…” “Es una entrevista necesaria” etc etc.
Como no la he visto, no voy hacer una crítica de la misma, sino que pretendo, uno es así de inconsciente, demostrar que no es una entrevista necesaria en absoluto; es más, es una entrevista que como se demostrará más adelante si llegas, favorece únicamente a quien favorece.
Premisa primera para demostrar que no era necesaria la entrevista.
El entrevistado es un conocido ex_recluso, un maltratador de sus semejantes, conocemos de su vida y milagros, y diga lo que diga, en su favor o en su contra, sabemos que los maltratadores no cambian nunca. Por otra parte, si acepta la entrevista, se supone que no hablará mal de sí mismo. Y si lo hiciera, nunca sería tanto como daño sabemos que ha causado. Nada nos aportará pues su testimonio, que conocemos por autos judiciales. Por lo que diga, no perderá votos, sino que los ganará.

Premisa segunda para demostrar que no era necesaria la entrevista.
De la premisa primera, se deduce que la entrevista, al público que va dirigida, no le aporta nada que no supiera, pero sí al entrevistado que podrá capitalizarla en su provecho, saliendo de nuevo a la luz cuando estaba oscurecido y tomando un protagonismo que de ningún modo merece. Para sí quisiera cualquier candidato a cualquier cosa, una hora de televisión en horario de máxima audiencia. Que se lo pregunten a D. Pablo Iglesias.
Por último, si conocemos los índices de audiencia, podremos conocer el otro favorecido por la susodicha entrevista.

De todo lo anterior se deduce que la entrevista al innominado individuo sobraba y tan sólo favorece a la cadena de televisión y al propio entrevistado, sin que por ello quiera yo interferir en la libertad de expresión ni en la capacidad que cada grupo editorial tiene de hacer de su capa un sayo, eso sí, sin que pretendan tacharme de imbécil.