domingo, 18 de mayo de 2014

Menos plato y más zapato





Mi amigo está en esa edad indefinida en la cual necesita, como los automóviles, revisiones periódicas que eviten los picotazos indeseados de todos esos monstruos que atacan lenta pero inexorablemente la salud de los  humanos; hipertensión, colesterol, ácidos y todo el sinnúmero de monstruitos de nombres esdrújulos.

Me contaba mi amigo que hace dos meses la doctora de familia que le consulta, mujer atenta y concienzuda, le miraba con una mirada diferente. No, no es esa mirada. Era otra mirada. Leía los papeles y levantaba la vista hacia él. De nuevo a los papeles. La doctora, mujer concienzuda, ya lo dije y de pocas palabras, le espetó mientras escarbaba en su ficha del ordenador: "poco plato, mucho zapato."
Le pesó, le midió el abdomen y le tomó la tensión y de nuevo le repitió; ya lo sabe, poco plato, mucho zapato.


Dice mi amigo- no hay peor paciente que el que no quiere sanar- que al salir le pidió a su mujer que en adelante usara el plato pequeño para cenar. Dos platos pequeños. En cuanto tuvo ocasión se compró también unos magníficos zapatos. Dos números más de lo que necesitaba. Mucho zapato. Que no sea por zapato.
Al mes siguiente al volver a la consulta  notó que la mirada de la doctora, mujer concienzuda, atenta y docta, valga la redundancia, era mucho más seria. Le pesó, le midió, le tomó la tensión y se sentó enfrente de la pantalla volviendo a hurgar en las coordenadas de sus intimidades médicas.
La doctora, mientras paseaba por la pantalla entre números, percentiles y ratios varios le hablaba en voz baja y tono alto; parece ser que no consiguió usted dar con los zapatos adecuados, ni con la vajilla pequeña. Si en un mes no leo mejores noticias, tendremos que tomar algunas medidas.
Mi amigo ya no se anduvo con bromas. Esa misma tarde reparó la bicicleta y se propuso hacer al menos una hora al día de deporte. Y comer menos. Eso era. Un sólo plato pequeño.

Aunque  fuese preciso salir una hora antes de trabajar. Y ya pensó en la contradicción: más tiempo de vida y menos dinero. Porque mi amigo hace tiempo que barrunta que los que vienen no van a conseguir pagar las pensiones de los que pronto seremos mayores. Mejor no decir nada, no sea que el gobierno despida a los médicos responsables y contrate robots que te digan: "usted-ya-ha-utilizado-todos-los-recursos-que-le-correspondían. Mu-é-ra-se.
Me he ido del hilo. Me contaba mi amigo que finalmente, con tres kilos menos, se presentó  ufano ante la doctora que esta vez sonrió, sin duda pensando: "a éste he conseguido asustarlo. De momento no lo pierdo de paciente."
 Dice mi amigo que aún queda la prueba definitiva. Rebajar todos los índices que rozan la denostada línea roja.

Si me lo cuenta, os lo cuento.

En Orense a tantos de tantos.