La mujer permanece bailando en un ángulo de la sala al ritmo
de la música de Arrebato. Da la espalda a los comensales que descansan
saboreando el chocolate de madrugada. La mesa
41 está ocupada por una pareja de unos 35 años, él, pantalón crema y
camisa negra, se adorna con un collar de serpentinas de colores. Se levanta y
sin apenas mover los pies levita por la sala abrazando el aire y llevando de
cuando en cuando dos dedos a sus labios en dirección a la mesa 41. Sus
movimientos suaves, armónicos, cadenciosos, le llevan al rincón en donde se
encuentra la mujer paya. Ella acepta el
envite y se vuelve hacia él intensificando los movimientos intentando que
parezcan sensuales. El hombre gitano dirige la vista a la mesa 41 e inventa un
hermoso quiebro que rodea y esquiva a la mujer paya sin apenas mirarla. Levitando, acariciando el suelo con sus pies y dibujando con sus manos
chicuelinas en el aire de la sala se acerca
a la mesa en donde se encuentra la gitana. Intenta que le siga a la
pista pero ella niega con la cabeza; el gitano toma su cara y la besa en los
labios, dirigiéndose de nuevo al centro de la sala de baile. La mujer que
permanece bailando en el ángulo de la sala, al ritmo de Arrebato, avanza decidida al encuentro del hombre gitano quien dibujando una elipse sobre sí
mismo se desmarca de la mujer dirigiéndose hacia el trío musical que en este
momento muda de registro acallando la voz de Sabina la de el Arrebato. La mujer se esfuerza en hacerse
visible contoneándose sensualmente al
ritmo de la música pero el hombre gitano se parapeta tras los músicos
ignorándola de nuevo.
La mujer permanece cimbreándose en un ángulo de la sala, dedicando sus movimientos y su mirada al hombre gitano mientras en la mesa 41 la mujer gitana
dirige miradas a la mujer que baila que en la mesa 42 parecieron de conmiseración.
La mujer permanece bailando sola en un ángulo de la sala al
ritmo de Sabina. Lo suyo duró lo que dura un hielo en un wisky on the rock.
En la mesa 42 se comenta que si la gitana se hubiese levantado tomando a la mujer que baila sola en un ángulo de la sala por los pelos, nadie movería un dedo en su ayuda.
En Orense en la noche de Reyes.
Juegos suicidas con olor a carmín al borde de una navaja de muelle. Seductor y sugerente. Puede que la culpable fuera la música canalla de Sabina, tan afín a las hormonas más arrebatadoras, a quien gusta dibujar escenas para los sueños más ardientes.
ResponderEliminarTe confieso que yo tampoco habría salido en defensa de ella y menos aún si la agarrada es por los pelos. Acostumbro a socorrer sólo a las chicas que se contornean en la mesa 44.
Saludos.
En la mesa 42 no dejaban de observar a la gitana haciendo apuestas para averiguar en qué momento sacaría las tijeras...
ResponderEliminarFeliz Año..! ¿Ya lo dije?
Uf no quisiera yo estar ni una miajita cerca de esa escena...
ResponderEliminarUn beso de año nuevo caballero
El gitano salvó la situación con su responsabilidad. Ella se echaba al monte...
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