jueves, 20 de junio de 2013

El Gesto.





Siempre tuve para mí y así lo he manifestado a veces, que es un gesto excesivo, rozando lo chulesco. Un gesto un tanto trasnochado, en la línea de lo snob. Todos, incluso yo mismo alguna vez, lo hemos practicado. Y me la juego. Pero no por ello deja de ser un tanto exagerado, lleno de vanidad, algo afrancesado y grácil. Un gesto de playa, un gesto sobrado, un gesto novelesco, de aquellas novelas románticas de Corín Tellado, en donde el chico recién duchado se acercaba con la sonrisa nacarada a flor de piel, a la chica. Y la chica, vencida por la falsa personalidad que aquel gesto le confería, apoyaba su bella testud en el pecho de él.  Es un gesto almibarado, innecesario a mi parecer. Es un gesto que abunda entre la gente más guapa, intentando acrecentar las diferencias. Es un gesto pijo, para qué nos vamos a engañar. Es un gesto impotente. Un gesto que quiere ser y no puede. Es un gesto esforzado, en la desgana. Es un gesto desganado de alguien con ganas. Es un gesto esmerilado antes que esmerado. Es un gesto que taparía a un escuerzo y apenas cubriría a un orondo. Es un gesto de tardes de verano, que se soluciona con una chaquetilla.
El jersey por los hombros. Ese gesto.





miércoles, 12 de junio de 2013

Exhibición .



Se llama Q. Diminutivo de E. Y no tiene 31 años como erróneamente le había calculado, sino 25. Su gesto adusto y su seriedad en la presentación me habían despistado por completo. No se tomó a mal el consejo con que tan gratuitamente le obsequié el día anterior, antes al contrario nos citamos para fechas posteriores y ayer mismo hemos estado despachando a gusto contra la pelota amarilla que iba y venía a impulsos no siempre certeros  de nuestras raquetas.

El club que fuera de mis amores es una inmensa mole de cemento, con esbeltas columnas del mismo material que alberga nueve pistas cubiertas y tres al aire libre. De las cubiertas, seis son de tierra roja y tres de ellas han sido inutilizadas para dar cabida al capricho del Sr. Aznar, ese deporte descafeinado e insulso que llaman pádel. Pero ha de haber gustos para todos, así como hay pensamientos progres y pensamientos liberales y todos han de ser respetables mientras no vayan en contra de las leyes vigentes.

Q es un universitario en el último año de carrera y bien podría ser hijo mío, por  edad. Como todos los chicos de su generación, a diferencia de la nuestra, no se ha criado en la calle, jugando al marro, al truque, a la comba, a perseguir a las niñas y a policías y ladrones. Le falta pues la habilidad adquirida en la infancia, de la pillería y el movimiento de pies, indispensables para éste deporte. Pero por lo demás, domina perfectamente la suerte del drive y del revés, como se espera de un monitor. Y es un tipo serio y reservado, nada fachendoso. Pido a dios que Q no tenga un blog para reseñar mis numerosos defectos!

Henos aquí en la pista número tres, la de mejor visibilidad, calentando los músculos. Los míos, protegidos por una fuerte capa de grasa, han de calentarse enseguida. La intensidad de los golpes va creciendo y resuenan en la gruta del club como tiros de escopeta. Hay unas escaleras que hacen de grada y la gente que baja para el gimnasio se queda mirando atraída por el ritmo del golpeo. Después de diez minutos compruebo que cada vez es mayor el número de personas que se queda observando como la bola va de un lado a otro de la pista con la cadencia necesaria para hacerse agradable a la vista. Incluso oigo murmullos de admiración y comentarios halagadores: !qué bien se mueve!. vaya! Bien! Todo ello hace que me esmere y apure mi esfuerzo hasta límites peligrosos. Como los toreros que abandonan al morlaco displicentemente con un golpecillo en el morro, así yo ceso en el golpeo, me acerco a la bolsa y extraigo la botella de agua para beber en una pausa para conseguir mayor interés.
                                     

Y es entonces, al llevar la botella a la boca, cuando me fijo en la ventana y se marchitan súbitamente mis ilusiones. No eran para nosotros los halagos sino para la monitora de spinnig que montada en su bicicleta mostraba en todo su poderío esa parte de su anatomía en donde de pequeña recibía los azotes.
De nuevo, todo mi gozo en un pozo.

En Orense a tantos de tantos, ayer martes.