Durante años he tenido un sueño recurrente; una y otra vez me encontraba haciendo de
nuevo la “mili” en tierras extremeñas,
allí donde la patria me había llamado de mozo, finalizando la década de los
setenta.
Por ello, el día que me pasaron
aquella llamada, de parte del Capitán de Navío D. Alfonso Philippot a punto estuve de
saltar de mi asiento y cuadrarme hasta que comprendí que aquella época pasó y
que nada dejé pendiente en ella.
-
Dígame, en qué puedo servirle, contesté eligiendo el
verbo con cierta maldad.
Una voz femenina me indicó que no
podía ser capitán de navío quien me hablaba, aunque tampoco había que
descartarlo.
-
Soy la esposa del capitán de Navío Alfonso Philippot. Estamos contactando con las personas más
representativas (¿) de cada provincia de las cuatro de Galicia, para hacerles
llegar los esfuerzos que mi marido el Capitán Philippot, remarcó con intención, ha llevado a cabo tendentes a estudiar y desentrañar la identidad de Cristóbal
Colón, personaje que tan encontrados sentimientos suscita en la mayor parte de
la población.
Aquí la timbrada voz femenina,
adaptada sin duda a estas lides, realizó una breve pausa, atenta a las
evoluciones del estado de ánimo de la persona que tenía al otro lado.
La persona que tenía al otro
lado, gallego como seguramente era ella, se agazapó inmóvil intentando
averiguar por donde venía el oleaje del navío del Capitán.
Ante el respetuoso silencio de su
interlocutor, aquella voz femenina continúo con su bien estudiado discurso:
-
A pesar de cuánto se ha escrito acerca del Almirante,
son muy escasos los testimonios que de él tenemos hasta su edad adulta; es
aquí, en la edad temprana, en donde radican las claves para conocer su estirpe
y su nacimiento.
De nuevo hizo una pausa, tal vez
esperando alguna ayuda por mi parte.
-
Y de qué modo puedo ayudar en esa investigación. Mis
conocimientos sobre Cristóbal Colón se limitan a saber que las carabelas eran
de madera y las velas de tela.
Era la señal que esperaba para
sonreír abiertamente y continuar, ya en un tono más cercano, como saboreando la presa que imaginaba abatir.
-
No se preocupe, ese esfuerzo ya lo ha realizado el
Capitán Philippot, recopilando toda la información necesaria que ha
plasmado en un libro que queremos presentarle.
Acabáramos. Eso era. Buscaba
financiación para los viajes de su Capitán en busca de los orígenes inciertos
del Almirante.
De todos modos, respeto profundamente que la
gente sepa vender su esfuerzo y la persona que me hablaba sin duda sabía cómo hacerlo y sobre todo valoro la capacidad de perseguir una
ilusión y vivir de ella.
Llegado a este punto sabía que o
debería decir no, o si continuaba tendría que apechugar con las
consecuencias y ser colaborador necesario de las investigaciones del Capitán Philippot. Y dejé que continuase.
-
El resultado de sus investigaciones se presenta en una caja decorada
con motivos acordes a aquellos tiempos y en papel brillante de máxima calidad,
firmado por el autor y personalizado. Dígame, espetó sin esperar respuesta
alguna, cómo se llama su señora. Su nombre de usted ya lo tengo.
-
Y para qué quiere esos datos, me atreví a preguntar.
-
Ah, no se preocupe, es para la dedicatoria.
Ni que decir tiene que mordí el
anzuelo con apetito. Acabo de ver hoy el libro y recordé la historia. Realmente
es un esfuerzo ímprobo de investigación, que seguramente no le ha devuelto en
moneda el esfuerzo realizado, pero que a buen seguro ha proporcionado al escritor intensos años de investigación y descubrimientos.
Por medio de nomenclaturas
gallegas, linajes, firmas que van evolucionando, parajes del nuevo mundo
nominados del mismo modo que ciertas aldeas de Pontevedra y sobre todo por
ciertos hechos acaecidos antes de la fecha del descubrimiento, y por la existencia del apellido Colón en Pontevedra, el escritor
llega a la conclusión que Pedro Alvarez de Soutomaior, Pedro Madruga, que a
raiz de las revueltas Irmandiña buscó refugio en Portugal e hizo amistad con el
Rey Portugués y Cristóbal Colón son la misma persona.
Y yo he contribuido a
descubrirlo.
En Orense a tantos de tantos.
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