miércoles, 5 de septiembre de 2012

Negreira-Alveiroá.




  Capilla de S. Mauro, Negreira.


    

                        (Donde se comienza a narrar la dura pugna habida con las huestes germanas)

                 
La tibia ducha llegó en auxilio de los peregrinos en Negreira. Pudimos por fin reparar las fuerzas agotadas durante la dura jornada. Uno ya no es un pipiolo. El Camino es como un reloj vital que te avisa de la pequeñez de tu mundo, de lo vulnerable de tu humanidad. Nos aseamos, despachamos una hermosa ensalada mixta, trasegamos dos doradas cervezas y como por encanto resurgieron nuevas fuerzas para visitar lo esencial de la villa de Negreira. Creció la villa a partir del siglo XIX en torno al pazo de Cotón y al campo de la feria; anteriormente había sido asentamiento de tibus pre-romanas y en épocas romanas fue paso y probablemente "mansio" de la vía Per loca marítima Nicraria Tamara, una calzada romana que unía Caldas de Reis con las minas de plata de Brandomil. En el escudo de armas de la villa, ésta aparece partida en dos, debido a la leyenda comentada en el panfleto anterior, en donde se dice que el apóstol derribó el puente con sus perseguidores encima, en el traslado de su cuerpo a Santiago. Que he hecho los deberes y lo he leído.
    
El día transcurrió sin sobresaltos, excepción hecha de la noche, en la que el peregrino no pudo pegar ojo, a pesar de lo cómodo de la estancia, debido a los gritos de unos desalmados transalpinos, seguramente afectados por el estupendo orujo gallego, y a quienes Baco confunda de camino y que no se crucen con el mío.
Ya de madrugada,  exhausto y congraciado con el sueño reparador, el peregrino pudo descansar unas horas, suficientes para emprender de buena mañana la marcha hacia Olveiroá. Nos esperaban casi 34 km de recorrido, una lenta eternidad.
Desayunamos generosamente, y emprendimos la marcha, cruzando el río Barcala, afluente del Tambre, por el pequeño puente que nos saca de la villa.

Apenas unos kilómetros más adelante, cerca del lugar de Rapote, desde una pequeña cresta divisamos a lo lejos la escuadra alemana, en perfecta formación de a dos. Daban pavor. La peregrina comentó con certera ironía que parecía una avanzadilla de observación enviada por “Froiland Merkel” para registrar las mejores tierras y que convenía llegar antes que ellos a Finisterre para salvaguardar el marisco.

No era tarea fácil. Comandados por Klauss Gordon,(así convendremos en llamarle) avanzaban irremisiblemente hacia nosotros. Era, Klauss, un personaje no muy alto para lo que se estila por los parejes germánicos, pero sí robusto, rozando la orondez. Las cinchas de la mochila apenas conseguían retener su humanidad que se desparramaba unos palmos fuera de la cintura. Sin embargo, todos lo seguían con disciplina germánica y se detenían donde Klauss elegía y se levantaban cuando Klauss lo hacía. Una perfecta máquina de marchar. Difícilmente batible por dos desorganizados hispanos cuyas mochilas empezaban a pesar más de lo conveniente. No obstante, apretando los dientes y la vara, nos plantamos en el siguiente avituallamiento de Vilaserio después de dejar atrás bosquetes y praderías y atravesar el regato de Forxán, con unos minutos de ventaja sobre las ordas alemanas que arribaron mientras descansábamos apaciblemente.

Nos dispusimos a emprender de nuevo la marcha con dirección a Alveiróa, para, de un modo inesperado obtener, kilómetros más tarde, la más sabrosa victoria que un caminante pueda obtener. Pero no adelantemos acontecimientos. Estamos abrochando las mochilas, repostando de agua y emprendiendo la marcha hacia la victoria parcial que se avecina. Alveiroá apenas a diez kilómetros.


Orense a tantos de tantos, después del Camino.



2 comentarios:

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  2. A ver, es que estoy siguiendo la ruta contigo y con Kikas y estáis consiguiendo que vuelva a sentir el gusanillo en el cuerpo para volver a hacer el Camino y lo váis a conseguir.
    Salu2

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