Durante cinco años había estado aguardando este día. Las leyes le habían aislado en la cárcel de papel. Condena sin fecha fija de cumplimiento y sin redención asegurada; durante todo ese tiempo (vaivenes del destino, vida que va y viene) estuvo acompañado en todo momento por ambos.
En la cárcel de papel, observando cada día su cara, reflejo de su inquebrantable ánimo y de su brillante intelecto, pasaban lentamente las hojas.
Le vió salir, le miró a los ojos y le espetó la pregunta que había estado esperando hacer durante tanto tiempo: -¿"qué tal"?
Sólo entonces, sonriendo con esa humildad adquirida en la escuela de la sabiduría, que acrecienta sus abundantes méritos, emitió dos palabras.
- Puede ser.
Él creyó firmemente en ellas y también sonrió abiertamente mirándose en el brillo de sus ojos. Puede ser. En cualquier otro, un asomo de duda; en él un asomo de certeza.
Ya de vuelta, ( música de los setenta, Brincos, Bravos, Christie ) la esperanza cobró forma de cierta seguridad, al ritmo de Simon $ Garfunkel que ambos corearon, él desafinando, y el recién liberado de la cárcel de papel, con la brillantez propia del diletante aventajado.
La suerte está echada.
Orense a tantos de tantos.