lunes, 19 de marzo de 2012

Dios existe.


No dispongo de ninguna foto de Dios; no obstante pretendo que al final de estas veintisiete líneas quede demostrada, sin una pizca de duda, su existencia. Me apoyaré para ello en las palabras de sabios contemporáneos, sobre todo en las de mi abuelo materno, un sabio analfabeto.
Nada de lo que pasa puede ser casual. Todo ha de responder a una estrategia bien definida por quien pueda definirla. No se puede haber pasado de la más exuberante abundancia a la miseria en que nos disponemos a vivir, en tan poco espacio de tiempo;  eso sólo ocurre si Dios lo quiere y si no hacemos las cosas como Dios manda. Es fácil dar el paso de la nada a la más absoluta miseria, pero esto que nos está ocurriendo no, por Dios! Empezamos por tanto a adivinar la existencia de Dios. Ya lo hemos mencionado cinco veces.Nadie que no fuese Dios podría aunar tantos esfuerzos para que la gente trabaje  "por lo que le den", por lo mejor que dirían en bolsa, y en el peor de los casos se muera de hambre en el sentido más literal de la palabra. Nadie que no fuese un poder superior movería tan sabiamente los mercados para que confluyan justo en lo que dios quiere que confluyan: en enriquecer más a los más ricos y empobrecer más a los más  pobres. Sólo Dios puede permitir las guerras y sólo Dios puede permitir las guerras económicas que siempre acaban del mismo modo; fluyendo las riquezas atraídas por el imán de la riqueza.
Por todo ello, Dios tiene que existir.
Para mayor abundancia y cumpliendo mi promesa inicial, demostraré más allá de toda vacilación la existencia de Dios con una frase del sabio de mi abuelo materno: Non hay mais dios co diñeiro.
Es una frase suya con la que creo haber demostrado lo que pretendía.

En Orense a tantos de tantos, todavía.

5 comentarios:

  1. Ná que ver, sin duda, con las pajas mentales que la teología ha parido desde el infausto san Anselmo hasta el pedorro de Descartes...y es que la Verdad...se manifiesta de manera clara y evidente...¡¡cajarru!!
    ;)

    ResponderEliminar
  2. La paradoja es que seguro que tu abuelo asistía a misa los domingos y fiestas de guardar, y rogaba también a dios, cuando no había dios que fuese capaz de ordenar la realidad. Digo, seguro, porque quizá no era hombre religioso, pero sí piadoso, porque conocía la segunda debilidad natural del hombre y la tercera de la mujer y la aceptaba sin más dramatismo. Y ahí amigo, la gran diferencia, de ese hombre y el hombre de hoy, dramático hasta la nausea.
    Tu abuelo y sus dioses estaban hechos de otra pasta, diferenciaban al becerro por el oro y a dios por su infinita impasibilidad, de ese modo no caían en el error de orar a uno y adorar al otro, como hoy hacemos, sino que le daban a cada uno su exacto valor, porque a nadie, que este en su sano juicio, es decir, que sepa sembrar y recoger, puede ir a la tienda y comprar, pongo por caso, kilo y mitad de azúcar pensando pagar con unos salmos por más templados que sean. Sino que hay que echar mano de un pellizco de ese dios que admite pagos y cambios. Ese, digo, que se puede esconder bajo el colchón y atesorar sin medida, infinito casi, sin importarte un carajo que otros se queden si dios y vivan en esa dura carencia.
    Tu abuelo sabía que a los hombres cojos de ese dios fiduciario no les queda otra que ir renqueando por la vida, pero sin arrastrarse. Entrando en las iglesias a oír el silencio y dar gusto a la costumbre. Y en la hora del ángelus elevar al cielo un dios te salve María, por la gracia del misterio en que hizo aparición la primera de las debilidad divinas de la mujer, es decir, el hijo por antonomasia, Jesús.
    Jesús es el eslabón perdido de dios en el hombre, quizá expulsado, porque su utilidad está aún por dilucidar teológicamente en un mundo donde todos, por más que nos escandalicemos, conocemos la catadura de dios y la dura cata del dinero.
    Coincido pues contigo, dios existe, pero de vez en vez se guarda para avivar la fe en un auto que algunos llaman crisis, Torquemada le llamaba hoguera.
    Me estoy perdiendo, que digo, estoy ya perdido.
    Recibe amigo un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Está claro que esto es una explicación más razonable que la de los teólogos de turno y yo me he vuelto creyente
    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Amigo Don Cesar,

    Totalmente de acuerdo Vd. en que, para llevarnos a una situación tan desastrosa y tan maloliente, hace falta alguien muy poderoso, con poderes absolutos, omnipotente casi, porque es imposible que las cosas, por propia iniciativa, por inercia, se pongan tan mal. Consecuencia: como decía su abuelo materno que, por el hecho de ser analfabeto, era un auténtico sabio, no contaminado por la mierda de Enseñanza que nos imponen desde la LOGSE, retomo, como decía su abuelo, Dios tiene que existir, y existe. Su nombre, no obstante, no es Dios, sino Dinero y Corrupción, porque ambos conceptos van juntos.

    Es un Dios enmascarado el que tenemos, un Dios que es un parado más, porque no hace nada, nada bueno. Hace años, leí en un libro:

    Si Dios es Dios, no existe.
    Y, si Dios existe, no es Dios.


    Como Vd. puede suponer, a mí el tema tratado me importa un comino, por no decir una mierda, porque bastante trabajo tengo con poder llegar a fin de mes con la mierda de emolumentos que percibo.

    Le envío un abrazo profano y ateo, amigo mío.

    Antonio

    ResponderEliminar
  5. Te confieso, Cesar, que, ocupado en la urgencia de lo terrenal y no disponiendo de mucho tiempo para elucubraciones sobrenaturales, he llegado a descubrir un dios –por así llamarlo- de una cualidad y presencia tan excepcionales como naturales.

    Por supuesto, no se encuentra allí donde se decide acaparar alimentos para controlar precios a costa del hambre, ni en ese púlpito que muestra libros sagrados y esconde violaciones, ni en la bolsa de intereses de la codicia,… en fin, como ya supones, sí está en aquellos que sufren y en cuantos se esfuerzan en calmar el dolor de otros. Eso sí que me parece sobrenatural.

    Hay un mundo donde otro dios existe y me consta que lo conoces. No es casualidad. Del resto… ¿qué puedo decir que no sepas?

    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar

Bate palmas!