Hacía dos años que no me reunía
con mis compañeros de pachanga. Los quehaceres, la vagancia, la falta de
tiempo, ya sabes, excusas.
De hoy no pasaba que me diese una
vuelta por el club que un día fue de mis amores y de mis disgustos. Nueve
pistas cubiertas, seis de tierra batida, tres exteriores, piscina olímpica
exterior, piscina climatizada, gimnasio, pádel, restaurante, sala de fitness,
la intemerata. Pero este pueblo es lo que es y lo que es no resulta suficiente
para llenar tanta exigencia. Así que marcha a trompicones. Pero a lo que
íbamos.
Quiero yo a mi manera hacer
competencia a otro bloguero que nos narra con más poesía que este humilde
servidor, sus correrías por el mundo del pádel.
Así que comenzaré por
desengañaros; esto no es pádel, esto es la categoría máxima del reino de las
raquetas; el tenis. El pádel es otra cosa. La bola puede dar mil botes en cualquier esquina
y no tienes más que esperarla, sin moverte mucho, para devolverla al lugar de
origen. Vamos que el pádel es la muñeca
hinchable del tenis. Esto es así. Yo no lo he inventado.
Y allí estaban mis antiguos
camaradas, esperándome sin rencor, a pesar de la larga espantada. Los
presentaré. Allá al otro lado de la red, cerca de las escaleras que hacen de
grada, A. A es hijo de un afamado artista orensano ya fallecido. Eso que veis
es un cincuentón largo, ambas rodillas amparadas por sendas rodilleras, así
como el codo derecho. Si no os lo hubiera presentado lo confundiríais
facilmente con Robocop. Acompaña cada movimiento con un ay! lastimero que
invita a no molestarle con bolas exigentes. El en cambio, en cuanto le regalas
una bola a su altura exacta, te devuelve un tiro de escopeta. En esta otra
parte, a mi lado, de pareja, T. T es un sesentón que hace dos años sufrió un
ictus del que afortunadamente se recuperó. Poco después quemó medio cuerpo en
un accidente casero. Ahora pasa buena parte de su tiempo en el club repasando
los golpes que aprendió después de los 50 años. Ahí lo tenéis, con la cabeza baja, siempre recogiendo alguna bola
del suelo. Otro gran tipo por otra parte. Al lado de A, de compañero esta vez,
podéis ver a V. Uve es el alma del cotarro. Se encarga de reservar pista, de
las cenas anuales, de recaudar el escote y pagar la pista, en fin, de todo lo
burocrático. No en vano fue un alto directivo de una empresa eléctrica, creo
recordar. Uve es el único que está en perfecto estado de forma, de no ser por
un pequeño detalle; ya cumplió los setenta. Al lado de T, formando pareja,
tenéis a este servidor. La figura, la técnica hecha tenis, el McEnroe de las
pistas. Y aparentemente en forma, después de la última caminata.
He aquí la flor y nata del deporte nacional.
Un quinto elemento se unió a la
espera, por si alguien se rompe, cosa que no suele ocurrir, no por
nada, sino por la suavidad de los movimientos. El quinto elemento es L,
arquitecto en activo, y frisando también los sesenta. El me perdonará si me
equivoco en un par de años arriba o abajo. Habéis comprobado que no he dicho mi
edad. Uno es así de presumido. No soy el mayor.
Peloteamos diez minutos y como es
lógico, aprovechamos para practicar el movimiento por antanomasia del tenis:
recoger bolas del suelo. Noto buenas vibraciones; apenas he perdido toque. Tal
vez sí juego de cintura, donde se van a posar todos los chuletones.
A los diez minutos estamos
deseando empezar, ya que el peloteo cansa más que el partido. Saca A. Se baja,
se sube, en un movimiento robótico y.. pack; fallo. Y así suc esivamente. Con
todo, el primer set lo despacharon con un 6-2
a su favor. Se va Uve y entra L.
Vamos a ver, César, que tu eres
la figura, hombre, no te amilanes, juega, saca, mueve, volea, corta, lifta,
crúzate, haz algo, hombre.
Todos saben que me gusta subir a la red; volear sería la leche.
Por cierto, que por la costa dicen bajar a la red, en lugar de subir. Otros lugares, otras costumbres.
Me toca sacar. Lanzo la bola,
saco la mano derecha en su búsqueda, la espalda se resiente, oigo las
costillas quejarse, pero la bola sale como exhalación, a 30Km/h, para acariciar la línea
blanca. Inalcanzable. Juego nuestro. Saca Uve, juego nuestro. Dos cero, esto
marcha. Leches, que son unos viejales, vamos.
En estas estábamos cuando A, que
tiene más peligro que un ministro en el Consejo, dejó una bola corta a la
posición de T, que no se mueve; salgo
como un rayo a por ella y..zás. Lo noto. Me acabo de romper una
fibrilla, disimulo, acabo el juego y me disculpo.
Todos los sesentones íntegros, incluido el
setentón, y la figura se rompe como una porcelana fina. Gajes del oficio. Se acabó la pachanga. Y no pudimos remontar. La venganza será terrible.
De
todos modos, quedamos para el próximo viernes para una cena de
confraternización menos peligrosa que el tenis.. El próximo día
prometo calentar durante más tiempo. Y es que a
algunas edades, sopitas calientes.
En Orense a tantos de tantos
(ayer)