viernes, 26 de agosto de 2011

El Camino Francés. Prólogo.

En el Camino está casi todo por estrenar. Sólo existe una especie de ley implícita: camina aún con paso cansado, fíate. En el Camino  es sorprendente y grandioso escuchar el ruido de manantiales, las fuentes y la lluvia rugiendo y estallando sobre el suelo; nos recuerda que el mundo aún puede caminar con ritmos de belleza no aprendidos. El principal alimento del camino es la esperanza de lo nuevo, de lo que oculta, y sin embargo se hace presente allí donde el corazón es capaz de ver  mucho más allá y más en profundidad que la simple lógica de la razón. ( R. Berzosa).



Mal comenzaban las cosas en el reciente peregrinaje. Los peregrinos habían de desplazarse hasta la localidad de O Cebreiro para desde allí emprender camino  hasta Triacastela. En lugar de atajar por Póboa de Brollón, penetrando en los misterios de O Caurel, el apóstol tuvo la mala idea de hacernos llegar casi a Ponferrada, bien es cierto que también contribuyó el despiste del chófer que no leyó letrero alguno absorto en repasar el contenido indispensable de la mochila.
En el afán de que el hijo retornase con día de vuelta a su destino, nos bajamos precipitadamente en Piedrafita de O Cebreiro. Nos despedimos y le deseamos un feliz regreso. Aún no había el vehículo empezado a roncar la segunda velocidad cuando nos percatamos del error: no nos habíamos bajado en O Cebreiro, sino en su ayuntamiento, Piedrafita. Hasta  O Cebreiro quedaban aún 4 km de dura subida con la que no habíamos contado. Con espíritu festivo y en clave de desafío y  penitencia por nuestro despiste, emprendimos la subida. El peregrino miraba de reojo, intentando sopesar la resistencia de la peregrina, sensible aún al accidente acaecido el año anterior. Pero no hubo cuidado, enseguida comprendió que estaba totalmente repuesta y esforzándose para  no quedarse atrás continúo la subida hasta el lugar en donde pretendían pasar la noche. Con la fe que se le pide al caminante, sin dudas, absorviendo cada uno de los olores, a manzanilla, a hierbabuena, a brezo y a tojo, metro a metro, paso a paso, con oportunas paradas para observar el verde horizonte, que a esas horas se mezclaba peligrosamente con el algodón de las nubes que bajaban hacia el valle, amenazando con engullirnos, llegamos empapados a O Cebreiro en donde nos esperaba una desagradable sorpresa: no había habitación en ninguno de los albergues.

 Por un momento la operegrina se imaginó durmiendo en un portal. En el último instante, un teléfono, una llamada y una casa rural que nos acoge, en contra del espíritu de sacrificio del camino. Luis, el propietario, nos recogió para transportarnos a la casa en donde nos esperaba su mujer. Nos duchamos, cenamos, departimos con los anfitriones que amablemente nos invitaron a café y a licores; nos confesaron que la casa era la manera de mantenerse en contacto con el mundo exterior, ya que en los rigores del invierno, cuando la nieve cubre las montañas, permanecen largas temporadas sin contacto con la gente. La casa se apartaba un kilómetro y medio del camino, al que se accedía después de una severa pendiente.

Casa grande, cama dura, rocín bravo, mastín vago y poco corredor. Desde aquí emprendimos el viaje la mañana del segundo día, primero de los tres de que se compone esta parte del Camino.

En Orense a tantos de tantos.

15 comentarios:

  1. estuve en O' Cebreiro hace mil años en un día despejado Y luminoso, qué paraje tan grandioso, qué alturas, que de veían desde allí decenas de crestas menores y era una gozada. A por la siguiente etapa, señor del camino
    Saludos blogueros, Cesar

    ResponderEliminar
  2. Ufff que bonito, me encanta...esque no tengo palabras,es algo que me apasiona..¿Hay una segunda parte???

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Amigo Don Cesar,

    Caminemos y caminemos, que el caminar es de lo poco gratis que nos queda ya, y, además, es muy saludable. Acabo de machacarme andando buena parte de Madrid y Toledo, y la verdad es que me ha ido de maravilla.

    Me estoy replanteando ahora hacer apostasía de mi Ateísmo inveterado y convertirme nuevamente al Cristianismo, para poder gozar de los beneficios del Camino de Santiago, y, de camino, traerme alguna botella de buen tinto, además de la Bendición Apostólica.

    Le envío, como siempre, un cordial saludo vinero.

    Antonio

    ResponderEliminar
  4. “Andaban, y al andar cantaban. Eterna memoria. Los pies, los caballos y el soplo de viento parecían continuar el cántico en las pausas.”
    “Doctor Zhivago”
    Boris Pasternak
    Recibid un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por este mensaje tan bonito de esperanza desde el prólogo hasta la casita del bosque donde me encantaría vivir, de la manera que lo escribes se ve maravilloso. Buen peregrinaje!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. O Cebreiro ha renacido en torno al Camino. Nada sería sin él, salvo eso, unas sucesión de crestas menores...

    ResponderEliminar
  7. Dña Nazaríes, a pesar de que segundas partes nunca fueron buenas, claro que la habrá, aprovechando los últimos días de asueto. Después habrá que dedicarse a buscar de comer...Me alegra que le haya gustado!

    ResponderEliminar
  8. Ay, Don Antonio, que no es gratis, que hay que calzarse bien, curar las ampollas, visitar farmacias...De todos modos algo se ahorra: se me quitan las ganas de comer!

    ResponderEliminar
  9. Cierto, José Alfonso, también hemos cantado. Poco, para que no se nos confundiera con gentes sin seso. No sé si lo habremos conseguido...

    ResponderEliminar
  10. Aurora, solemos desear lo que no podemos conseguir; te advierto que los caseros de la casita que mencionas, muchas veces desearían ser urbanitas. Cuesta a veces encontrar el sitio de cada uno. Pero merece la pena buscarlo.

    ResponderEliminar
  11. Don Cesar,

    Váyase Vd. con cuidado y, sobretodo, cuídese. Veo síntomas que no me gustan un pelo. En su momento me alarmé porque Vd. había decidido comerse el acento de su nombre, y Vd. me dijo que era una de sus manías, que habría que respetar.

    Ahora estoy bien preocupado, y le puedo asegurar que, a estas horas del día, sólo he bebido agua, vamos, que no he catado el vino... todavía.

    El motivo de mi preocupación es que Vd. firma ahora los comentarios como Anónimo: que uno empieza por perder el nombre y luego..., pues eso..., que lo puede perder todo.

    Le envío un abrazo vinero.

    Antonio

    ResponderEliminar
  12. D. Antonio, no es capricho, se lo aseguro, sino incapacidad técnica de hacerlo de otro modo. Desde hace unos meses me resulta imposible firmar con mi nombre. En este medio acaba uno perdiendo incluso la identidad...

    ResponderEliminar
  13. Don Cesar,

    Para que los comentarios le salgan con su nombre, dele Vd. a Acceder con la cuenta y contraseña, y luego proceda Vd. a escribir lo que crea conveniente.

    Si así no lo consigue, hágase Vd. Cristiano, si todavía no lo es, y pídale a Santiago o a Benedictus XVI que haga un milagro.

    Otro abrazo vinero.

    Antonio

    ResponderEliminar
  14. Hay esta entrada me la había perdido eso de ser pobre y no tener internet en casa es lo que ocasiona... Le dejo un abrazo cargado de energía para ver si le ayuda en esos momentos cuando uno quiere tirar la toalla....Besos con cariño

    Nina

    ResponderEliminar
  15. Me había perdido yo su inicio de peregrinaje sigo a por la próxima etapa

    ResponderEliminar

Bate palmas!