viernes, 13 de mayo de 2011

La berrea.



Son estos, tiempos para la autoestima. Por donde quiera que camines, te encontrarás con un candidato que te acompañe unos metros, te regale su amoroso brazo abarcando tus hombros, y participe contigo de las más íntimas confidencias.

Te sentirás la persona más importante del mundo, el demócrata más solicitado, la novia más deseada. Y volverás a sentir aquellos cantos de sirena que en la prehistoria democrática te sedujeron. Va a resultar la política, como la berrea, un griterío necesario para que se perpetúe la especie; La especie política, sólo que aquí no chinga el que más valga, sino el más cínico y el más caradura. Para que el engaño se haga cíclico y necesario. Como hembras solícitas que somos los votantes, deberíamos hallar la manera de elegir a aquel que pudiera conseguir la estirpe más capaz y preparada. Pero me temo que nos conformaremos, de nuevo, con rogarles: ¿me asfaltas el voto?

Para no caer en esa tentación, me alejaré unos días al sol.


Orense a tantos de tantos.