jueves, 25 de noviembre de 2010

Juanito y la Cruz. España al fondo.

La primera vez que hablé con Juanito tenía yo en torno a los 16 años y él rondaba los 50. Fue en aquel entierro la primera y última vez que tuve la ocasión de hablarle. Era un hombre bajo, enjuto, de piernas cortas y fibrosas, la gorra calada y la colilla de Celtas siempre apagada entre sus labios; la mirada baja, media sonrisa en su boca y una camisa mugrienta que a buen seguro no se sacaba para dormir. Ya en ese momento percibí a su alrededor un vacío abismal. Todos los del pueblo a un lado y Juanito sólo en una esquina cambiando de lado la colilla con la lengua. Me acerqué y en su mirada observé incredulidad. Apenas contestaba con monosílabos a mis sencillas preguntas. En el tiempo que permanecí con él, nadie me saludó y nadie se paró a charlar conmigo a pesar de que estábamos en el camino de paso obligado. En cuanto llegué a casa, le comenté a mi madre lo sucedido. Preocupada me rogó que no volviese hablar con Juanito. Juanito llevaba la Cruz.

El que lleva la cruz, me explicó mi madre, es portador de mala suerte para él y para los que le rodean; si toca el ganado, éste se muere, si entra en una finca, el fruto no surge. Todo cuanto emprenda ha de torcerse. Si no consigue “pasarle” la Cruz a alguien, entre las doce y la una de la madrugada, morirá con ella y deambulará eternamente por el Purgatorio. Así que no debes hablar con él.

Os confieso que ya a la poca luz de la razón de un adolescente, me resultaba imposible creer lo que mi madre me estaba contando pasados los años 70. Pero la vida continuó, de nuevo me fui a acabar mis estudios y años más tarde me enteré de que la maldición se había autocumplido. De nada había valido que el párraco del pueblo predicase desde el público las maldades de las leyendas profanas. Juanito apareció un día muerto, sólo, al lado de su burra y de unas gallinas que cuidaba. Nadie se atrevió a entrar hasta que vino el cura y todos, con la curiosidad propia de los pueblos pequeños, entraron tras la enorme cruz que el crego portaba.

Un día antes, algunos vecinos del pueblo lo buscaban para lincharlo porque alguien lo había visto rondando tras unos pajares que finalmente ardieron. Pero la autopsia demostró que Juanito llevaba muerto al menos ocho días.


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No me digan porqué, pero esta historia, perdida en mi memoria, resurgió al oir en estos días los comentarios con respecto a España y a su situación económica. Vamos encaminados a que se autocumplan los peores augurios. Hablamos tan mal de la burra que finalmente no conseguiremos venderla. Y es que a veces, miro ahora a los políticos, hay que ahorrar incluso en palabras.



Orense a tantos de tantos, otra vez.



http://nuncaestardesilachicallega.blogspot.com/2009/10/cifras.html

7 comentarios:

  1. Tremenda historia.Pobre Juanito debió ser horrible el sentirse ignorado.

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  2. Joder, D. César, con suerte nos pasará lago de eso, ¡volver a la España de los 70!

    Estupenda historia la de el hombre de la Cruz y aunque usted ya era tallludito, a esa edad yo andaba a golpes con la vida por Barcelona, son de las que para bien o para mal dejan su posillo.

    Le cuento una mía. En Bilabo había un enano, era especial, sin deformaciones físicas, solo talla reducida. Andaba en un velomotor extranjero que entonces llamaba muchísimo la atención. Y era elegante en un pretendido estilo inglés, encorbatado y con los zapatos relucientes.

    Yo, tendría unos 7/8 años, lo había visto pasar muchas veces pero nunca estuve cerca de el, hasta un día en la cola del banco, se puso detrás de nosotros. No puide evitarlo.

    -Mamá, mira que señor tan pequeñito -señalé.
    -Niño, como te dé una hostia te va a parecer la de un hombre grande- se cabreó.

    Ahi queda dicho, amigo mío. Una lección que nunca olvidaré.

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  3. César...

    Y es que, querido amigo, los prejuicios en esta sociedad están a la orden del día, máxime tratándose de superticiones o supercherias. El caso de Juanito y la Cruz es un ejemplo claro de ello. Juanito no tuvo la culpa, los que les señalaban con el dedo, sí.

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  4. Excelente relato, don Cesar. Me ha gustado mucho el tempo con que usted lo va contando, porque es muy idóneo a lo que se cuenta. Siempre hay una masa dispuesta a linchar a alguien.Y siempre a uno le choca lo cerril que la gente en masa suele volverse.

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  5. Ave César!!

    Pero si nosotros no somos nada más que el coro en este drama. Las maldiciones, como la magia, sólo surgen de manos poderosas, manos a las que hoy día los acólitos de la secta liberal-capitalista denominan Mercados. Yo prefiero ponerles nombre y apellidos...para devolverles la Maldición:

    Que la avaricia seque el brillo de vuestros ojos,
    Que la gula estrangule vuestras gargantas,
    Que la soberbia nuble vuestro entendimiento,

    Y que mi ira haga huir la sangre de vuestros cuerpos!!

    Saludos malditos!!

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  6. A Juanito lo atrapo el oscurantismo de una sociedad ignorante. A España, sin embargo, la arrincona y hunde la que se considera élite mejor formada en el arte de la depredación, esa que admite que le gobiernen los listillos, los lerdos, los verduleros de las esperanzas sociales... Lo permiten, digo, porque son mal intencionados y perciben en ellos la oportunidad de enriquecerse sin culpa.

    La mala fe convive con nosotros desde siempre, testimonio de ello lo dio en su día Juanito y ahora lo da España.

    España no está necesitada de silencios, sino de esas palabras juiciosas, las tuyas, las de tu esposa e hijo, que pongan en razón la crítica, para que nadie de mal corazón pueda vivir nunca más del miedo a decir la verdad o del odio que inspiran siempre aquellos que tienen ojos y son capaces de aproximarse al abismo sabiendo que no es tal, que es sólo la añagaza de los miserables.
    Es un placer leerte amigo.
    Recibe un fraternal abrazo.

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  7. Buena metáfora de la situación de España .... esa derecha casposa y corrupta ... que está deseando que el país se hunda, para aparecer como salvadores ... "yo soy la verdad y la vida...." , tenemos la peor derecha de europa, franquistas y meapilas.

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