Al ver las primeras casas del pueblo, cuando la sombra dejó de protegerlo, Sebastián apuró el paso y se dirigió hacia un grupo de niños que jugaban con sus navajas intentando clavarlas en una puerta de madera.
- Oia, meninhos…¿alguén viu estas pedras..? ¿Alguén sabe onde topalas?
Sebastián les mostraba unas piedras de color negro y se las entregó para que las sopesasen.
Los chicos, que rondaban los doce años, se sorprendieron de su peso para lo pequeñas que eran, negaron y siguieron jugando.
- Oia, se topades pedras coma estas, eu pago bem. (Si encontráis piedras como estas, las pago bien)
El portugués siguió pueblo arriba haciendo la misma pregunta a los vecinos que se encontraba a su paso.
Uno de los niños que había dejado de jugar con la navaja, siguió a Sebastián y alcanzándole le dijo que él había visto esas piedras mientras guardaba las ovejas.
A Sebastián se le iluminaron los ojos y pasando el brazo por el hombro del niño le dijo.
- E vocé como se chama?
- Benito, respondió el niño.
. Bem, Benito.¿E podría voçe indicarme onde?
El niño le contestó que era lejos del pueblo, pero que en casa tenía alguna. Y salió corriendo en su busca sin darle tiempo al portugués a reaccionar. En cinco minutos Benito estaba de vuelta con varias piedras del tamaño de un puño que mostró a Sebastián. Este no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción y le preguntó al niño que cuanto quería por las piedras. Cinco pesetas, dijo el niño.
- Concordo, contesto el hombre del sombrero poniendo en la mano del niño una moneda.
A estas alturas, la gente del pueblo había hecho círculo en torno al portugués y al niño, asombrada del precio que había conseguido por unas piedras. La festividad no impidió que cada vecino tomara un saco y saliera al monte en busca de aquel nuevo tesoro impensado.
En una hora estaban de vuelta con el saco lleno. Se las mostraron al hombre del sombrero que pasó de la más iluminada de las sonrisas a la decepción más absoluta..
- O carallo, isto non é. Nao e isto que eu preciso. Ba,ba,ba..merda de españois, fiquem cá, deixen que sexa o raparigo quem vaia imbora!(1).
(1) ( Esto no es, carajo! No es esto lo que yo necesito. Bah,bah,bah, mierda de españoles. No se muevan, dejen que el chico vaya.)
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El vehiculo subía con precaución por las intrincadas curvas que llevaban desde el fértil valle a la montaña. Sus ocupantes, serios, apenas intercambiaban palabra. Fue ella la primera que rompió el luctuoso silencio.
- José Benito, no duermas, que estamos llegando.
- ¿A dónde estamos llegando? Preguntó el anciano que estaba a su lado.
- A donde va ser, al pueblo.
- A que pueblo?
- A que pueblo va ser, al tuyo!
- ¿Y a qué vamos al pueblo?
Válgame Dios, dice por la bajo la mujer, lo que fuimos y lo que somos.
- Vamos al entierro de Rosa.
- De qué Rosa?
- De mi hermana, de qué Rosa va a ser? Venimos del tanatorio.
- Vaya, morreu tua irma.
El silencio posterior se cortaba y el chófer por el retrovisor observó los ojos humedecidos de la mujer y la cara de consternación en el hombre, que ahora de pronto se percataba de nuevo de la situación.
El hombre miraba por la ventana y sus ojos se avivaban por momentos.
- Allí estaban las minas de los alemanes. Señaló con la cabeza un lugar en el monte.
- ¿Y de que eran las minas, Jose Benito? Preguntó el hombre que iba al volante.
- ¡Eran de Wolframio! Las descubrí yo. Un día vino un portugués y me dio cinco mil pesetas por unas pocas piedras!
- Cinco mil, no, Jose Benito, cinco.
- ¿Y tú que sabes? No estabas allí. Fueron cinco mil, y con ellas me compré mi primera pistola…¿o vas a decirme tu a mí…?
- Vale, fueron cinco mil…..
- Claro que fueron cinco mil. O cómo iba a comprarme una pistola del nueve corto con cinco pesetas. ¿estás parva ou que?
Ay señor, suspiró de nuevo la mujer, lo que fuimos y lo que somos….
La mujer dirigiéndose al conductor, le confirmó que se compró la primera pistola cuando los alemanes se hicieron cargo de las minas y dieron trabajo a todo el pueblo, con Seguridad Social incluida. Hasta entonces nadie en el pueblo había estado asegurado.
- ¿E logo non te acordas, intervino el hombre, que unha noite , o tío Pepe o Ferreiro baixou a Verín e a mañán siguinte a parexa da garda Civil non nos deixou entrar na mina? (2)
- Acordome, einda a minha nai estivo presa no calabozo unhas noites por coller minerio. Despois vendeu a mina a os alemás por un diñeirón. Comprou outra en Ponferrada pero saliulle falsa. Qué ven lle estivo o fillo de puta.(3)
- E a tua irma estaba mala ou morreu de repente, terció el hombre que iba a su lado. (4)
Ay señor, o que fomos e o que nos volvemos, dijo la mujer mirando las primeras casas del pueblo.
Orense a tantos de tantos.
(2) ¿Acaso no te acuerdas, que una noche Pepe el herrero, bajo hasta Verín y a la mañana siguiente la pareja de la Guardia Civil no nos dejó entrar en la mina?
(3) Claro que me acuerdo. Incluso mi madre estuvo en el calabozo unas noches por apoderarse de mineral de Wolframio. Más tarde vendió la mina a los alemanes por un dineral. Compró otra en Ponferrada pero le salió falsa. Qué bien le estuvo al hijo de puta.
(4) ¿y tu hermana estaba enferma o murió de repente?
(5) Ay señor, lo que fuimos y en lo que nos convertimos.
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