jueves, 26 de noviembre de 2009

No acudas solo, mancebo!


(Muchacho, no te confíes
no es inocente la niña!
procúrate algún testigo
no acudas solo a la cita!
y si vas sólo, mancebo
no pierdas nunca de vista
que si miras a sus ojos
has perdido la partida
se comerán a los tuyos
y hormiguitas en las tripas
y te temblarán las piernas
!no es traidor el que te avisa..!
Notarás en el ombligo
mil mariposas en cinta
saltando sobre tu piel
pariendo maripositas...

Te lo advierte quien te aprecia
!no acudas sólo a la cita!)


martes, 24 de noviembre de 2009

Segundo mes (y quince días)

No solo no habéis desaparecido, sino que hay alguna atrevida más...vosotras lo habéis querido, ahí va...



Pasaron unos días en que no ví a Rosita por la casa, pero no me atrevía a preguntarle a D. Benigno por miedo a que sus graznidos despertaran recuerdos que no me favorecían en absoluto, así que decidí comerme la curiosidad y estar atento a cualquier indicio.
Era verano y por tanto período de vacaciones escolares, por lo que seguramente para fortalecer mi espíritu y domar mi voluntad, Don Benigno me hacía levantar muy temprano para preparar la liturgia y también el desayuno. Creo que estaba empezando a cobrarse sus servicios ya que de momento sólo él sacaba provecho del contrato que firmó de palabra con mis padres; eso me permitía algunas licencias y para paliar en lo posible el disgusto del madrugón, en cuanto me dejaba un metro libre me echaba al morro la botella de moscatel que guardaba el cura celosamente, lo que me hacía cantar el “Angelus” con un desparpajo propio del niño Joselito. La Iglesia se llenaba cada día (eran otros tiempos, otras costumbres ya lo dijo el filósofo) para oirme cantar y las más de las veces el cura tenía que propinarme un codazo para que volviese a los oficios, absorto como estaba mirando a la primera fila en donde se sentaban todas las chicas del pueblo y alguna “viuda de emigrante” de muy buen ver. Pero ese día no pude ver la sonrisa burlona dibujada en esa cara de adolescente de curso superior que me perseguía otrora durante la celebración. Y ésta dejó de tener sentido para mí. Y comprendí el dicho “tiran más dos tetas que una misa, si te dejas”.
Mientras el cura asustaba a los feligreses con un sermón lleno de amenazas apocalípticas, dejé que mis pensamientos vagaran libremente por los lugares más agradables de mis momentos de diversión.

Desconozco que época de infancia es la vuestra, pero en la mía había pocas distracciones y teníamos que convertir los inconvenientes en ventajas, de tal modo que para nosotros lo que era un trabajo, como acompañar al ganado a pastar al río, se convertía en momentos de máxima excitación, ya que nos pasábamos el día corriendo, jugando a las peleas y sobre todo en algunas ocasiones nos enzarzábamos a pedradas con los chicos del pueblo de al lado de orilla a orilla del río.

Pero quiero pararme especialmente en un juego que se convirtió pronto en competición y que practicábamos a menudo Milín, Moncho y yo. Os explico. Subidos a la balconada de ladrillos del patio de la escalera de mi casa, de unos dos metros y medio y sobre una superficie de apenas unos centímetros, competíamos a ver quién lanzaba más lejos el líquido espumoso de nuestra vejiga. Era el “ a ver quien mea más lejos” de toda la vida.

He de reconocer sin rubor que siempre nos ganaba Moncho, aunque la verdad sea dicha, partía con una ventaja de al menos 20 cm. Qué tío, no había visto nunca nada igual, ni creo que lo vuelva a ver, aunque no me fijo mucho, la verdad sea dicha. Nunca comprendí como no se iba de bruces de la balconada abajo por el propio peso de aquello! Su fama se extendió pronto por el pueblo y está pagando por ella: Ocho hijos y va por el tercer matrimonio. Ya lo decía mi madre, pese a la publicidad nunca compres aquello que te sobre.

Noté el codo de Don Benigno en mis costillas porque era el momento de echar unas gotitas de agua en el vino que se convertiría en la sangre de Cristo y yo andaba por los cerros de Dña Ubeda. Me volví para tomar la jarrita de agua (por aquel entonces la misa aún se decía de espaldas al pueblo ) y dí gracias a dios porque el agua aún no se hubiera convertido en sangre, ya que al mirar al primer banco y verla, con su sonrisa más burlona, sus calcetines de perlé blanco por debajo de las rodillas y su faldita por encima, la jarrita se estrelló contra el suelo con tal estrépito que una paloma que anidaba en el techo salio dando aletazos, mientras la gente absorta la miraba  devotamente imaginando que fuese el espíritu Santo. Don Benigno echaba fuego por los ojos mientras Rosita se partía de risa en el primer banco y yo no sabía donde meterme, por lo que decidí seguir con la misa como si tal cosa. Ese día la sangre de Cristo sería más pura que nunca, sin rebajar.

A la salida y disimuladamente Rosita me entregó un papelito en donde se podía leer: “esta tarde en cuanto mi tío se duerma, en la Biblioteca”. ¡Esa chica se preocupaba por mi ilustración!



Imagináis como esperaba la hora sexta.



Orense a T T.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El Misterio de mi virginidad II



                                            EL MISTERIO DE MI VIRGINIDAD

                                                                Y DOS
                                      ---------------.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Como he dicho, después de aquello las cosas no fueron tan sencillas. Don Benigno me marcaba estrechamente y en donde quiera que estuviese, sentía en mi espalda sus ojos de buho adormecido, dicho sea sin ninguna aninadversión, pobre cura.
Y digo , pobre cura porque hubo un momento en que llegué a sentir lástima por su obstinación en oponerse al curso normal de la naturaleza; es como si intentara que el aire no corriese, que las olas no rompiesen abruptamente contra el acantilado. Y sentí más lástima cuando conocí un poco mejor a su sobrina, a la que yo había calculado doce años y en realidad había cumplido los trece. Hay una pequeña diferencia como se encargó de demostrarme meses más tarde. Esa niña era el mismo demonio. Cuanto más la recriminaba Don Benigno, amenazándola incluso con devolverla a la ciudad de donde había salido si la veía conmigo, más me buscaba y con mejores artimañas se apañaba para comprometerme. Sobre todo después de las comidas, en que el cura se quedaba traspuesto y habiendo previamente intentado en todas las maneras posibles estirar su pierna para rozarme con ella. Creedme si os digo que yo era un angelito. Creedme también si os digo que no sé lo que pretendía jugando con los espaguetis en su boca, deslizándolos a dentro y a fuera mientras me miraba con esa sonrisa que años más tarde he visto en mujeres fatales (en el cine). Para mí que esta niña no estaba bautizada y si lo estaba, el agua no había sido bendecida.
Recuerdo sobre todo aquella tarde en que Rosita estuvo especialmente solícita con su tío en la comida, sirviéndole generosamente el vino que abundaba en la casa. Insistió en que le sentaba bien y que no sé que médico de su ciudad había dicho en casa de sus padres que el vino era una medicina para el alma; Don Benigno estaba predispuesto a creerla y bebió para salvar su alma, sin saber que bebiendo, estaba a punto de condenar la mía; porque en cuanto se levantó de la mesa y se sentó en su sofá preferido, los ronquidos los oyeron incluso los muertos del cementerio que estaba al lado de la casa consistorial. Los hubieran oido igualmente si estuviese alejada. Y Rosita pasó al ataque. Me agarró de la mano y me arrastró entre risas al otro lado de la casa con gran crujido de las maderas que pisábamos y con gran alarma mía que no sabía si debería temer más a que don Benigno se despertase o a que Rosita le diera por ...lo que le diera.
Pero ya sabéis como son estas cosas, con el corazón a mil, seguía a aquel demonio a donde me llevara. Y fue por fortuna, a la biblioteca. Me soltó, se subío a una escalerilla de tres peldaños y tomó un libro del estante y entre risas me dijo..."toma leemelo.." Leí el título: El Decamerón.
-Tengo que leerlo todo..?

- No, hombre, lee la página 214. Habla del demonio!
!!Os lo dije!,..¿nos os lo dije?? esta niña es el demonio o fruto de alguno de sus encuentros con alguna meretriz!
Leí la página que me indicó (hubiera leido el libro entero de una tacada, si me lo hubiera pedido ...!.hombres...!). Se trataba de la historia de una doncella que servía en casa de un cura y un día este la llamó para instruirla en la tarea de aprender a "introducir el demonio en el infierno." Enseguida oí las risitas de Rosita.¿sabes lo que quiere decir eso exactamente?. Parecía imbécil, no lo sabía. No obstante fuí haciéndome una idea a medida que iba leyendo..de cuando en cuando levantaba la vista del libro para mirar a la niña...¿Niña? Aquello parecía una caldera en ebullición, me miraba con una sonrisa tan rara que me dió miedo...miraba mi cara y después miraba...mis....pantalones.....en una ocasión incluso llegó a ponerse tan cerca de mí que su cara me impedía seguir leyendo...fue justo cuando su mano se metía en mi bolsillo que oimos las campanas de la Iglesia tocar a arrebato. Ya sabéis, los designios del Señor son inexcrutables...La voz de Don Benigno retumbaba en toda la casa pronunciando el nombre de Rosita, al tiempo que con una mano sujetaba la cuerda que tañía la campana. No había ningún fuego, simplemente el cura presintió el peligro y echó mano de lo que tenía. Al verme, sus ojos inyectados en sangre se dirigieron a mí como si hubiera visto al mismo Lucifer. ¿Dónde la tienes? Maldito seas, si le has tocado un pelo, haré llover sobre tí fuego y azúfre, malnacido..¿Donde está Rosita?
La voz de Rosita se escuchó enseguida, angelical, como si acabase de levantarse de la siesta. Aquí, tiito...estábamos en la Biblioteca, leyendo.
Por una vez la mentira era la verdad y aplacó someramente los ánimos del cura que mirándome con ira, dijo que ya hablaríamos.
Ese día comprendí varias cosas, pero sobre todo una: temer a las mujeres angelicales tanto como a Don Benigno.

Y me dispuse a sacarle provecho a la situación.

Pero eso ya será otra historia.






lunes, 16 de noviembre de 2009

El vaso medio vacio

Cada mañana se levantaba tiritando de frío. Sus almibarados ojos, entristecidos por las dificultades de su miserable vida, apenas conseguían abrirse temerosos de la luz que entraba a raudales mezclada con mechas de viento helado.
Se acurrucaba, sentado en la cama, la manta sobre los hombros, observando la luna vacía de su calcetín de lana, por la que asomaba, perezoso, un dedo que mecánicamente olvidó ahogándolo en el zapato de goma despegada. Nadie que hubiese nacido en sus condiciones podía aspirar a más, pensaba mientras buscaba con la mirada dormida, entre las ropas del suelo alguna prenda. Sería pasto de empresarios sin escrúpulos que le explotarían sin piedad, extrayendo día a día trozos de su alma que debidamente mercadeados incrementarían su patrimonio (el de ellos), allanando su voluntad que quedaría atrapada entre los acompasados ritmos de la máquina de troquelar. Jamás osaría dirigir sus ojos a los ojos de Rosita. Nunca podría acariciar el marco de ellos.
Dudaba entre desperezarse o quedarse entre las mantas descolocadas que cubrían un irregular colchón de lana. Iba a tumbarse cuando oyó su voz que gritaba desde el patio ¿Todavía en camaaaaa…?
La voz de Rosita, que le acompañaba a la escuela cada día, era su desayuno y mucho más tarde se percató de que aquella voz hizo más por él que cualquier maestro de dura y callosa mano en su cara que hubiera podido tener. Cuando la oía, se paraban las troqueladoras, y la luz era cálida y los ojos se abrían y los dientes dejaban de castañear y todo le parecía posible, siempre que fuese capaz de retirar la manta y dar un paso fuera de la habitación.


Orense a tantos de tantos.




Illa de Arousa.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Vaso medio lleno.

El secreto de la felicidad.
De niño, influenciado sin duda por lo que a mí me parecía un enorme poder adquisitivo en mi amigo Milín, siempre quise ser mecánico de coches. Las madres, que nos conocen en todas nuestras miserias siempre están al quite; la mía lo estuvo y me lo quitó de la cabeza con una sola frase: “es muy sucio”. Por aquel entonces, el agua y yo no hacíamos buenas migas y no era porque fuese yo excesivamente desaseado, pero compréndanlo, en aquel tiempo en el pueblo en donde había nacido el agua no respondía a los parámetros de hoy en día, no obedecía las órdenes del grifo, entre otras cosas porque no había grifos. Para lavarme, tenía que bajar al patio, extraer agua del pozo (una bomba neúmatica que aún existe) en un recipiente de cinc, subirla, y si la quería caliente, no tenía más remedio que encender el fuego (sí, el fuego, con una cerilla, no teníamos que frotar pedernal, ya no…) y una vez caliente componérmelas para asearme. Por eso comprenderéis que toda esa parafernalia la reservase para los domingos, antes de ir a misa. De ahí que mi madre acertase de pleno para que no volviese a pensar en la mecánica ni por asomo. Pero a mis diez años, en algo tenía que pensar, en aquellos tiempos no era fácil estudiar como ahora, para hacer el bachillerato tenías que salir de tu pueblo, pagarte una pensión y no todos podíamos hacerlo. En mi pueblo, ninguno. Ahora, como todos sabéis, si entras en la Universidad y tienes paciencia para esperar seis o siete años, te acaban dando el título por aburrimiento. Que te valga para algo es harina de otro costal.

Ya me he perdido. Quería demostrar que la felicidad consiste en acomodarse a las circunstancias de que uno dispone y mejorarlas sin tanto esfuerzo que éste te impida conseguir aquello que estás buscando.

Por eso me fijé en don Evaristo. Siempre limpio, siempre elegante, zapatos lustrosos, americana y pantalón, y los sábados su copa de Magno en la mano izquierda mientras con la derecha saboreaba una faria con los ojos entornados y mirando de reojo las cartas de la mesa. Ufff, menuda vida se pegaba el tío, pensé. He ahí mi modelo. Indagué sobre su vida y me enteré que trabajaba en el Ayuntamiento porque sus padres pertenecían a no se qué organización cercana al Alcalde quien encontró en los estudios primarios de D. Evaristo lo que no tenían los estudios de Derecho de D. Eloy y además el padre de éste había sido comunista y había estado muy a punto de ser paseado por un grupo de gentes armadas con horcas y azadas y alguna escopeta de caza. Ahí me dí cuenta de que si quería vivir como D. Evaristo, tenía que estudiar y/o pertenecer a alguna asociación cercana al alcalde. Ambas cosas me parecían difíciles dado mis humildes orígenes. Y entonces sucedió algo que cambió mi vida: entró en ella D. Benigno, el cura del pueblo.

Pero esa es otra historia, o varias, ahora sólo me corresponde decir que he conseguido más de lo que en mi infancia anhelaba, por lo que debería decir que soy feliz!
Nunca había pensado en escribir  y ahora tengo un blog! !y con siete seguidores!
Pero el ser humano es tan voluble y avaricioso que le da por pensar que todo lo que tiene es poco. Sic transit gloria mundi.








Orense a T.T

martes, 10 de noviembre de 2009

Cortísimo.

"Amelita se acurrucó en la quebradura de su pecho. Y ella  sonrió acariciando tierna sus pliegues oscuros de azabache. Y al instante supo que sus besos ya no eran los suyos, ni tampoco las palabras, ni las caricias demoradas después de mil sonrisas y alguna confidencia. Pero siempre le quedaría, qué bien olía, el aroma de su piel a jardín de cien magnolios, a cedro desnudo, a lavanda y palosanto. No importa le dijo, hasta donde pueda, yo te querré por las dos. Y una lágrima amarga espejo de luna, se descolgó de su adentro con blandura."




(Del libro "Nubes de papel", de relatos ultracortos, autor: Carlos García-Manzano.)




domingo, 8 de noviembre de 2009

Homenaje difuso.

Mientras hacía resbalar sin cuidado alguno las perchas sobre el hierro y amontonaba la ropa encima de la cama, al lado de la maleta, veía los ojos de ella inyectados en sangre esa misma tarde. No entendía nada. Reproches, insultos, su cara desencajada buscando la de él, desafiante, atropellando las palabras, perdiendo el pudor que siempre apreció en ella y abandonando aquellos modales que él siempre había admirado . No acertó a defenderse, no quiso hacerlo. Las razones pueriles de aquel ataque de ira no merecían respuesta. Sus gritos habían roto la tranquilidad  que habían mantenido en los últimos tiempos, superado aquel episodio oscuro que ambos pactaron olvidar.
Introdujo sin mucho orden en la maleta lo  mínimo para subsistir en los primeros momentos, mientras oía el rítmico balanceo de su orejera preferida en el salón de al lado. Cerró la maleta y se dispuso a abrir la puerta para salir. Y entonces la oyó nítidamente como decía masticando las palabras: "si sales por esa puerta, no te  molestes en volver a entrar."

viernes, 6 de noviembre de 2009

El Blog.

En un momento de asueto, me he dedicado a navegar sin rumbo por la red. Visité varios blogs, uno de ellos de juegos, en donde no estaban aún las fichas colocadas.Otros de gentes que quieren dar a conocer sus productos, sus fotografías, sus mundos.  Quiero hacer mención especial a uno que me llamó poderosamente la atención, no por sus cortos relatos intimistas,que están bien construidos, sino por los comentarios.
Son sin duda sus comentarios lo mejor del blog. Sin duda. En el último el escritor describe a una  persona recogiendo en silencio sus pertenencias, en la habitación en donde una mujer mayor que él duerme y que resulta ser su madre. A pesar de su sigilo, la madre se despierta, enciende un cigarro y le dice..."querías irte como tu padre, sin despedirte."

A raiz de esa frase, se desborda la imaginación de los comentaristas y es una gozada leer lo que dicen, y cito más o menos..." se ve la vida que le espera a la madre y al hijo.."o "La historia tiende a repetirse, a veces somos calcos exactos de nuestros padres.." "Qué texto, duro de verdad..."  y algunos comentarios más que estoy seguro al autor no se le habrían ocurrido. Lo cierto es que los relatos intimistas, que nos retrotraen a algunos pasajes de nuestra vida, suelen conmover a quien los ha vivido. Posiblemente en ese blog la gente que lo sigue, tenga o haya tenido una vida bien vivida, cargada en experiencias y de emociones. Me gusta el blog,  aunque  reconozca en él la tendencia a acudir a lugares comunes para remover las emociones de los lectores.
Sigo apuntándome al optimismo. Y por supuesto también dejé mi comentario. Provocador, como no podría ser menos.
Por cierto, puedes encontrarlo en http://elalmadifusa.blogspot.com/




miércoles, 4 de noviembre de 2009

El Camino de Chatntiago.

Existen variopintos  motivos para emprender el Camino de Chatntiago. Para unas personas será el deseo de  lo desconocido, para otras el deseo de soledad compartida, para algunas más tal vez el afán de aventura y para muchas sin duda una huida temporal del mundo que las empequeñece. Siempre habrá quien se ponga al camino en busca del espíritu religioso-festivo del mismo. Para todas será una experiencia inolvidable, pero seguramemte dolorosa en algún punto del Camino.
Debe emprenderse el Camino en soledad, es la mejor manera de encontrarse con uno mismo. No obstante a lo largo del recorrido entre mimosas, castaños, carballos, nieve, neblina o matojos, encuentras personas que te acompañan, todas ellas con la misma necesidad de andar que tú y todas ellas con parecidos motivos para emprender el viaje.
Y así, puedes encontrarte con ese grupo de gente que se ha agrupado durante el trayecto, alegres, dicharacheros y en quien aparentemente no encuentras pecados como para mortificarse con la dureza del Camino; saludas, charlas un ratito, hola y adiós y continúas andando. Más allá encuentras al solitario, taciturno, mirada en el suelo y a quien saludas pero que no le quitas una palabra ni por orden judicial, que no admite bromas, bien por carecer del suficiente sentido del humor, bien por tener un concepto demasiado extricto del Camino de Chatntiago. Suelen ser personas con algún profundo resquemor, con inseguridades, tal vez afectados por el largo recorrido de la vida; deséales que se curen , continúa y encontrarás a aquella persona siempre amable, siempre halagadora, siempre dispuesta a disimular su dolor enmascarándolo, pero que pretende caerte bien a toda costa para que la acompañes un rato en su soledad. Sé amable, pero evita sus halagos, hay gente que roba energía y te hará falta, queda mucho trayecto.

Al seguir andando te encontrarás también con aquella persona que te acompañe un rato, pero que permite que te alejes y charles con otros caminantes, al tiempo que permanece allí por si necesitas agua o calcetines nuevos. Los calcetines son muy importantes para el caminante. Sin rayas. Puedes alejarte, en la confianza de que volverás a encontrarlo.
Mientras tanto te encontrarás con tipos diferentes de personajes; permíteme que haga hincapié en el cazador que siempre ojo avizor, vigilando a la presa más vulnerable o aquella que considera plato más apetecible, se muestra amable, en el refugio te ofrecerá todo lo que su mochila contenga; te ofrecerá incluso su calor corporal. Un perfecto caballero. El Camino tiene sus peligros, pero no es ese el mayor de ellos; los cazadores siempre se les distingue porque no pueden disimular su escopeta. Puedes elegir su calor o taparte con una manta.
Tendría más cuidado con aquella persona que has dejado atrás, que vuelve a aparecer y que kilómetro a kilómetro se hace más cercana, comparte tus inquietudes, y transita contigo cada vez más tiempo.
Cuando os habéis separado, lo buscas detrás de cada recodo, de cada árbol centenario, delante de cada mochila cargada de vida y alguna vez has podido pensar que sería bonito que pudiera ayudarte con la tuya.
Pero un día desaparece a las puertas de la Catedral y cuando vuelves a saber de él seguramente tu mochila ya está descargada y pesa mucho menos.
No debemos perder de vista que el Camino de Chatntiago, es una excepción en la vida y no es la vida.
Puedes recorrerlo, pero has de volver a casa.


Orense a TT

lunes, 2 de noviembre de 2009

Don Ramiro de Dospechos.Versículo tercero.

De la salvación que fizo don Ramiro de un coitado enamorado.


Otrora fue D. Ramiro
padrino de un caballero
(creíase enamorado
y se casaba, el  ingenuo!)
Permanceció muy atento
toda la misa inhiesto,
mas justo al dar el sí
(ese Si, que es Si quiero)
recibió un golpe en el vientre
que le dejó sin aliento
y no pudo dar el sí
ni de boca, ni de pecho,
(librándose deste modo
de la mujer quedar preso.)

Y festejolo el doncel
agradecido y contento
pues la tal dama venía
de pasar por un convento
satisfaciendo a placer
a curas insatisfechos
y súpolo don Ramiro
y por eso hizo lo fecho,
que no hay fazaña mejor
que desfacer un entuerto,
y liberar  a un amigo
de cargarse con el muerto.


!Generoso caballero,
don Ramiro de Dospechos!


    Parajes por donde Don Ramiro solía facer sus correrías de joven.