domingo, 25 de octubre de 2009

El secreto.


EL MISTERIO DE MI VIRGINIDAD


Mi virginidad es un milagro. Sobre todo teniendo en cuenta la precocidad de mis instintos sexuales. A los 11 años me echaron de la escuela por intentar verle las bragas a la maestra; se me caían toda clase de objetos y al agacharme para recogerlos quedaba mirando durante minutos por debajo de la mesa intentando ver sus piernas cruzadas, rezando al señor (ahora sé de donde proviene mi religiosidad..) para que las descruzase.
Me requisaron todos los objetos del pupitre, y me ataron  a él el lápiz para que no se me cayera, por lo que un día que venía Dña Virtudes, la maestra, con una falda por las rodillas que a mí me pareció pecaminosa no pude resistirme y volqué el pupitre con el consiguiente estrépito y guasa de la clase. Aquello fue la gota que colmó el vaso; llamaron al párroco que también era el director, quién me acosó a preguntas (y alguna que otra leche, a mano abierta) y he de decir que me defendí bastante bien, sin soltar prenda, hasta aquella frase maldita que me condenó….”Le juro, don Benigno, que no le pude ver las bragas, no las llevaba”

El cura bramó y después de calmado mandó llamar a mis padres prometiéndoles que si me dejaban de su mano, haría de mí un hombre de provecho. Como era lógico, en aquellos tiempos, mis padres no sólo aceptaron sino que besaron la mano de don Benigno con reconocido agradecimiento dejándome bajo su tutela, de lo que estoy seguro se arrepintió sobradamente.

El primer mes todo fue de maravilla, le ayudaba en los quehaceres religiosos, le preparaba el vino y las hostias para la misa y de paso cataba el moscatel de Chipiona que con tanto celo guardaba el cura.
Pero llegó el segundo mes y con él también llegó de vacaciones a la casa parroquial su sobrina Rosita, una preciosa (al menos a mí me lo parecía, pero he de añadir que mi ansia hacía flaquear mi ponderación) niña de doce años.

Un día que el cura se encontraba en otro pueblo y yo tenía que ayudarle en los sagrados oficios, llegué a su casa anticipadamente, con lo que al poco rato Rosita y yo estábamos jugando a los médicos en el salón justo cuando se presentó de improviso don Benigno..Por su mirada y la expresión de sus ojos pude comprobar que no se esperaba lo que estaba viendo. Nunca supe porqué le dio tanta importancia a un simple juego…yo le pedí a Rosita ser oculista, para mirarle a los ojos, pero ella insistió en que fuese ginecólogo…¿qué podía hacer yo? Sabido es que las mujeres siempre se salen con la suya..



Después de aquello, las cosas fueron más difíciles, pero eso ya es otra historia.

Orense a TT.








7 comentarios:

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  2. ¡Pero, pero, pero...escandalizada estoy!!!!

    Gracias :-D

    Ram

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  3. Anónima, ya sé que no es curiosidad, sino un deseo irrefrenable, de leer, digo.
    Y tienes mucha razón, nada ha de quedar a medias, pero eso es cosa de D. Benigno que interrumpió. Los designios del Señor, son infinitos, ya sabes...
    Bienvenida!

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  4. No hay motivo para el escándalo, la naturaleza que sigue el curso normal de las cosas...

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  5. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  6. Bienvenida, Sweet..he visto cosas mejores..pero animándome así, acabaré tomándole gustillo a esto..

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  7. Ese ser incorregible era la sombra de todos nosotros retratados en un oleo de mugre y sombra, el de la dictadura. Ocurre que lo cuentas con tanto ingenio que a se me antoja dulce y tierno, tanto como en el fondo lo era.
    La sexualidad solo es enfermiza en la mente de quien la niega, pero eso son ganas de masturbarse dándole lustre a quien no ilustraba nada. Me quedó con tu decir que dice más y mejor.
    Delicioso.
    Recibe un fraternal abrazo.

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